sábado, 14 de enero de 2012

Destellos XXVIII





Motas de polvo bailando en los rayos de sol
de Vilhelm Hammershoi (1900)
  

La rutina nos lleva, de la mano de su prosa, a los paraísos aislados y puntuales de la poesía: desde esa mirada ingenua, adánica, recobramos el valor y el relieve de las superficies y los tiempos que nos transportan. Desde nuestra alquibla particular nos dejamos asombrar por ese sol de la infancia de los destellos.


Meter los pies en el aire como quien se baña en esperanza y bracea contra sus olas, que te llevan siempre hacia la otra orilla.
Dobla su espalda el mar, se comba sobre sí mismo para poder llegar: columna vertebral múltiple y articulada de vida,  látigo azul del horizonte.
Contiene la mar tanto mar que ya no cabe.
Orquídea: vagina múltiple.


¿Es este, también, un tiempo de silencio? No, vivimos un tiempo sin espacio: anulamos el volumen de “volumen” y almacenamos recuerdos infinitos en agujeros virtuales que no recordamos que tenemos. Quizás lo esencial sea invisible, pero todavía necesitamos lo tangible para poder no verlo y sí poder sentirlo. Vivir en el vacío nos hace enfermar de “horror vacui” y el protocolo médico diseña ya su antídoto, una reformulación del síndrome de Diógenes.

Poesía: ese sol que nos descubre la coreografía del polvo que respiramos.
Agujereado por el dolor, soy lo que queda: cuerpo minado de toperas y grutas de ausencia.

6 comentarios:

  1. La rutina es poesia, el aire... las pausas de la vida.

    Un placer leerte y visitar tu sitio.

    Saludos almendrados ;)

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  2. Enorme entrada en la que yo me veo reflejada en muchos de sus párrafos. Los recuerdos la infancia y el ir y venir de la memoria.
    Saludos Abradas.

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  3. …o tal vez el síndrome de diógenes sea competencia del ejército del aire y de su reino o al que se invoque en exorcismo sea a Diógenes para que salte del cuerpo invadido…

    Con independencia de que esta nueva reformulación que apuntas haya hecho que una salga más –si cabe- fascinada de tus Limbos es una sensación indecible el increíble don que posees de esculpir aire con carne y recuerdos y viceversa… tus textos son como esos polímeros decorativos –permíteme el trance- que absorben con apetencia y de una embebida lo que está, lo que es, la substancia, lo que somos incapaces de percibir pero tu, Ábradas, no sólo nos lo develas sino que lo aprehendes, lo rutilas, lo desenfocas para volverlo a acristalar…
    Estoy francamente agradecida Ábradas por esta visión, por esta intuición, inclinación, percepción, deconstrucción, que asalta o delinque contra ese mecano apelmazado en el que a veces se erige la razón, que deja a una pensando largo y tendido…

    "Quizás lo esencial sea invisible, pero todavía necesitamos lo tangible para poder no verlo y sí poder sentirlo..."
    Sí.

    Un abrazo agradecido.

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  4. UN texto que asumo como collage literario donde las greguerías, la misma poesía y el relato se asoman a la vida, en calidad de antítesis, antonomasias, y desafíos al intento de ser, donde puede ganar la instancioa del humo, la difuminación de lo óntico en la lechosa nata de la nada. UN abrazo, y garto estar aquí. Carlos

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  5. Gracias, Teyalmendras. Gracias, M. Flores. Gracias, Gabriela. Gracias, Carlos Augusto. Estos "Destellos", reflejados en los ojos de la nada serían palabra muerta, fogonazos de silencio: vuestra lectura es la que los justifica en este limbo.

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  6. Ábradas, quiero pensar que todavía puedo ser ese polvo estelar cuya danza a contraluz infantiliza a los ojos diletantes que se distraen con los caprichos de su coreografía. Fui carne y pensamiento; fui poeta exiliado; fui despojo en una tumba anónima; fui ceniza aventada en Ginebra... Quizás sea ahora no el vacío que minó mi vida mortal, sino la transustanciación del hueco que lleganos a ser, eterno, mientras seguimos muriendo al día, después de la muerte. ¡Qué difícil encajar la extraña agilidad de esos destellos en un soneto!
    ¡Un saludo interdimensional!

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