domingo, 22 de junio de 2014

Sonetos de carne II







Cortocircuito que pone en marcha la vida, pero desde la palabra que lo retiene y lo recrea. Lo vuelve a tener, lo vuelve a crear: semilla incólume del placer condensado en catorce versos y un manojo de imágenes. Orgasmo léxico, frontera de una transición siempre nueva y la misma. El relámpago, porque cesa es relámpago. Y oscuro, porque su luz descarga sobre lo oculto para iluminar por dentro.       


         En los agujeros viven las muertes.
Lo cóncavo acoge a lo convexo:
el cabo le pide a la mar sexo
y sus aguas contra él se frotan fuertes.

         En su madriguera, agazapado,
tu pulpo se deshace en dulce pulpa,
cómitre del compás limpio de culpa
que lubrica con ácido salado.

         Un cementerio de cruces erectas
tienta al aire y, perforando el cielo,
se hace cipreses de sombras perfectas.

         En el oscuro hueco del deseo,
la luz de un rayo traspasa y proyecta
el mástil agónico de mi cuerpo.   








4 comentarios:

  1. Un soneto excelente querido Abradas. Vale la pena pararse a leerlo con calma. ¡Qué concentración conceptual!

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    1. Gracias, Eduard: que te hayas tomado la calma que el soneto necesita ya es un gran qué. Como todo lo concentrado, la poesía necesita la descompresión del lector: sin ese esfuerzo no hay posible goce. Llego al concepto tras condensar y poetizar las imágenes: así lo físico adquiere una dimensión más abstracta y estética (sin la ofensa que para algunos lectores puede suponer la imagen desnuda de lírica)
      El soneto, sin la paciencia lectora necesaria, solo es una “zip” hermético y mudo. Y tras su carpeta, franqueada, late lo más primitivo de lo vital.

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  2. Vaya, vaya, querido Ábradas. Veo que esto de los sonetos empieza a cuajar como una más de las ramas abradeñas de este espacio. El soneto, con su magia de caja exigente, también te ha seducido. El impresionismo de haiku no es suficiente para contener la liberación controlada del deseo. ¡Atrévete también a probarlo!
    Este segundo soneto de carne me parece muy bueno. Aunque más distanciado de la carnalidad que el primero, las imágenes que traes y juntas son muy sugerentes: complementariedades cóncavas y convexas, cabos que penetran en el mar y se dejar cabalgar por las olas, la muerte que es siempre el orgasmo, su noche, su relámpago en el interior del ser amado… Ese juego de palabras tan atractivo del sexo femenino como un pulpo de tierra (por lo de la madriguera que nos lleva a madre) que busca en el exterior para invitar a los fuegos de artificio del interior…
    La asonancia del segundo terceto lo hace desmerecer algo. Pero entiendo que ese “erectas” exigen demasiado. También esa imperfección puede ser atractiva.
    Sigue soneteándonos.

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    1. Pretendo, querido don José María (siguiendo su maestría soneteril, por supuesto), hacer de estos destellos domados una serie que acabe cuando, de forma natural, se agote su posibilidad. Con lectores como usted da gusto encapsular la vida en sonetos como estos.
      La idea inicial me la dio imaginar una cruz atravesada por un relámpago una noche: el resto ha llegado al texto por la disciplina que impone la métrica al elaborar la idea.

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