domingo, 28 de octubre de 2018

Haikus XLVIII








El paisaje cabe en el manantial entre dos piernas. Arde la flor, destila la luz de su sombra más recóndita y deseante. Sombra que busca, lúbrica, el mar del alrededor elegido. Fluye la llama, crepitan los pétalos que sacian y provocan la sed de la que se nutren. Canta el aroma. Huelen los chasquidos que se decantan en el alambique del deseo. Y dios lo sabe porque el jugo juega al olor del dolor irremediable del que el amor es isla y néctar.




       Fuego de rosa.
Jugo de olor de amor.
Llama de aroma

        











jueves, 25 de octubre de 2018

Bosque en otoño


 
Como una hoja sobre el cemento, el poema pervive al ruido.



         Buscando en Dante y el Juan Ramón Jiménez lo que he perdido, he entrado en el bosque de símbolos de Baudelaire para que las correspondencias de la naturaleza y el arte recompongan mi universo y afinen la música de las esferas. La selva era clara y el camino recto: la oscuridad y la desorientación iban conmigo y el caminar con los oídos conectados al alma pánica que canta con su zampoña mediterránea ha puesto letra a la música iluminativa. Un soneto a la inglesa, como el campo del milagro epifánico que he hollado, queda como esencia léxica de los pies métricos salvadores.

         El camino, entre hozadas de jabalís y marcas de piruetas ciclistas, es vía de conocimiento a ritmo binario, yámbico o trocaico. Y Antonio Machado, con su paisaje interior, me da su lección vital: el otoño interior hace la estación. Un paseo que es un plano secuencia de Tarkovsky, esencia en el tiempo, hilo enhebrado en las consciencias de presente con que nos hacemos en este dejar de ser para seguir siendo, en este ser viejos cada cinco minutos. La belleza, sin embargo, purga cualquier obsolescencia.


         “Nel mezzo del cammin di nostra vita
mi  ritrovai per una selva oscura
ché la diritta via era smarrita”

            Dante Alighieri. “Infierno”, Divina comedia.
           

                                     



                                                                                             
El bosque, alveolar cerebro verde,
seduce al caminante en su cisura,
alienta y alimenta su escritura
de pasos que busca mientras se pierde.
                                                       
En medio del camino, un arroyo
que atraviesa el sentido que es presente
baña raíz y pies en su corriente,
prende alas talares en su apoyo.

Con aire, sangre y lodo del sendero
restaña el fluir cortocircuitado
desde un prematuro otoño entrojado
hecho estación total del año entero.

Ha detenido el sol en su tramonte:
es mar de fina luz de horizonte.







domingo, 14 de octubre de 2018

Caligrafía


                   

Se derrama la palabra: se hace encelafograma plano, pérdida laberíntica del encuentro, arabesco sin correspondencia.

                            .

                                      

Se deshilacha la madeja de la razón en nada.

El huso de la palabra
devana
para tejer
la transustanciación de la vida.

El poema es su tapiz.









sábado, 13 de octubre de 2018

Destellos XCIII


 
Atardece en el cementerio. Debería ser un amanecer. Tanta novedad sin abono conduce a leños secos con las raíces al aire artificial y feliz de lo ajeno.




         El caos mismo del nuevo orden parece que me obliga a domar los Destellos y me hace olvidar estas melenas aforístico-líricas sin peinar. Que no las comunique no quiere decir que no se vayan pariendo con el semen de la realidad en el útero de mi pensamiento. Mis libretas dan cuenta de los abortos.

         Son estos tiempos de engendrar duración. Que todo parece vacunado contra el tiempo, precipitado de obsolescencias eficientes y lucrativas para el mercado de escaparate en el que vivimos. La mirada que cuaja en visión lírica, claro, no cotiza en la bolsa usurera. Es este un tiempo en que las iniciativas de los profesionales de la educación (ese oficio usurpado a los antiguos maestros y profesores por pedagogos, psicólogos, médicos, economistas y padres-clientes, profesionalizado por las subcontratas estamentales disfrazadas de sinergia colaborativa ecuménica) usurpan el progreso de sus educandos, desde una pedantería de futuro que menosprecia el pasado y hace holístico un presente sin raíz por exceso de alas.

         Aquí van nuevos destellos que viene de lejos: de la raíz entrojada en tiempo y espacio que quiere dar aliento y duración al flujo hacia la nada más prometedora.
        

        

Internet de las cosas: objetos conectados en un mundo de hombres desconectados de ser para estar, para dejarse llevar por la facilidad material que induce a la simplicidad mental.


La solidez de un árbol.  La fragilidad del hiperactivo hiperconectado y felizmente desubicado y desarraigado.
Ese ser de su tiempo necesita abrazarse al árbol del destiempo para saber que está en su ser.


El mar siempre es igual en su eterna diferencia. Es la costa la que cambia para competir con su duración.




El epitafio azul de calma del mar.




Biyección: implosión. Ósmosis frustrada  de las sinergias de ser. Quiere el hombre ser en su medio y los que alimentan su estar acaban perforando su ser para inocularle la presión de proyectarse como cliente hacia afuera.



La felicidad del “fast-food” o de las “fast-pictures-appereance-snapshot” es la pornografía del erotismo: vacío inmediato sin más sexo que el del orgasmo sin proceso. 



Heraclitianamente, nunca puedo ser. No soy ni quien era ni quien seré. Ese no-yo en el estar, ese transyo. Siempre es todavía, machadianamente, sí: pero yo no soy el que fui y aún no soy el que seré. Por eso, la poesía: esencia en el tiempo, sustantivo sin verbo, raíz léxica que se ramifica como un sauce llorón fértil.




Confusión clarividente. Perdido siguiendo la estela de olor azul de la luz verde.


El tiempo se hace plano en el tiempo, se desgasta la ilusión de lo nuevo. El corazón se acomoda y los cambios pierden orografía, tan lejos de la ingenuidad infantil de lo desconocido que las cuevas de la base son suficientes para dar luz al progreso que es ya de otros.