sábado, 29 de febrero de 2020

Los tiempos y las palabras del desamor


 
Poema ideográfico de Gustavo Vega



         En una vieja película, de esas de un blanco y negro nítidos, más vivos que el color de la vida, una escena contenía, sin saberlo, todo el misterio que Adelaida García Morales cifró en el padre zahorí de su relato “El sur”. “¿Qué podemos amar que no sea una sombra?” se preguntaba la autora en palabras de Hölderlin. Respondía en el cuento. Eco del eco de esos ecos es este poema en eneasílabos y pentasílabos en dos tiempos y una sola disolución. Amamos las sombras de la carne que fuimos. Aprenderemos a amar las sombras de la carne que somos.

         ¿Desenamoramiento atroz? Como el desvaído dolor del corte del cordón umbilical, duele si lo reconstruyes. La vida, tras el corte, sigue, madura, se hace en su hacerse: al nacer y al desamar. En los dos procesos hay más de objeto directo que de sujeto del verbo “vivir”.

                                              


                                                                 
Él piensa que no necesita
decirle nada.
La mira y calla.
Habla el silencio,
locuaz y denso,
y los caminos divergentes
en paralelo
seguirán hasta que la muerte
los haga uno.

Pero sin la fascia de amor
que, pasional,
los envolvió
cuando hablaban y se veían.
Urgía entonces
caos de unción:
unce ahora,
rito indolente,
tácito pacto,
el orden de este desamor.



jueves, 20 de febrero de 2020

Tres décimas de fiebre de cuerva







         La infección de la rutina  (esa versión del fluir de la vida sin pasión que baja la temperatura) pide un antídoto estimulante. El pulso plano, el latir átono, la indolencia de la inercia, encuentran en el cisma de la fiesta la crisis perfecta para darle cuerda al movimiento de ser. Tras la navidad, vuelve a nacer la vida en carnaval. La algarabía le sube la temperatura al frío cuerpo presente, lo desnuda del disfraz del invierno para vestirlo de la alegría y sus adornos. Y, para compensar la falta de calor humano y paisajístico, la panacea de la cuerva alimenta por dentro el motor que, bailongo y feliz, pisa las calles con vocación de mar, adoquinadas e ilustradas con los papelillos que nacen de los cascarones.
         El carnaval es un estado mental. Aunque solo es bien común cuando el calendario lo permite. Y la cuerva es su banda sonora: la graduación de su algoritmo pone a tono el alma y el cuerpo, sincronizados en la alegría.




                                                       1
        
Mitología del disfraz
                                                                 
Sale del agua Neptuno
para beber viento seco.
En Águilas halla el hueco
del tiempo más oportuno
y, disfrazado de tuno,
llega hasta nuestra Glorieta
que se hace pandereta.
Por el pico de la Pava
canta la cuerva su brava
y endiosadora receta.






                                                         2

     Metamorfosis del tiempo


Hace el invierno verano
de ebriedad carnavalera
con su danza colmenera
este maná tan humano.
Faralarea profano
el cascarón de la noche,
da brillo y pone el broche
para centrar la alegría
este elixir que nos guía
felices y sin reproche.


                        3

        Cuervizando la fiesta


En un cáliz de alegrías
vertemos los ingredientes
que libados por las gentes
dictarán coreografías,
chirigotas y porfías
de doña Cuaresma afrenta.
La marmita alimenta
con la fórmula del druida
la ebriedad de la vida
con la cuerva de placenta.