viernes, 3 de julio de 2020

Nación Vacuna: ucronía distópica en la elipsis








A Fernanda García Lao en su venir e irse para volver a venir y quedarse, en ese vaivén transatlántico tan argentinamente europeo



“Si quieren venir que vengan, les presentaremos batalla. Si es necesario este pueblo, que yo trato de interpretar, está dispuesto a escarmentar a quien se atreva a tocar un metro cuadrado del territorio argentino”


Desde el balcón Casa Rosada, Leopoldo Fortunato Galtieri, miembro de la Junta Militar argentina, declara la guerra a Gran Bretaña el 2 de abril de 1982





Argentina es una nación vacuna, un país carnívoro de kermeses con olor a asados y parrilladas. Un lugar donde la porción de vaca cortada es metonimia de fiesta: tiras, bifes de chorizo, bifes angostos, palomitas de paleta, matambres, entrañas, vacíos, colitas de cuadril, chorizos criollos… La identidad nacional pivota sobre la esencia vacuna. Por eso el héroe de esta novela es un segundón burócrata vegetariano: Jacinto Cifuentes es el funcionario de una patria en crisis.

Recuerdo que supe de la Guerra de las Malvinas por mi profesora de Historia de primero de BUP. Fue una epifanía en esos años de desconcierto adolescente: era preferible vivir en una democracia como la inglesa que bajo una dictadura como la argentina. Eso dijo. Minimizando la tragedia del conflicto. Fernanda García Lao, la autora de la novela, estaba entonces exiliada en Europa y conoció el hecho, en francés e incrédula, mientras hacía cola para entrar en un museo.

Los setenta y cuatro días de duró la guerra (del 2 de abril al 14 de junio de 1982) no nos importan mucho para disfrutar de la lectura. Ni ser unos apasionados del asado argentino. Basta lo dicho para contextualizar en la historia y en la realidad un argumento que desborda en fondo y forma esas circunstancias para ser literatura. En el enfrentamiento salvapatrias de la junta cívico-militar argentina gana pérdidas. En el enfrentamiento entre el lector y la novela pierde el conflicto y gana el arte. Nación vacuna nos lleva a un naufragio como el de Próspero en La Tormenta desde el fracaso en el éxito de la propaganda de guerra para intentar salvar una dictadura gracias a la Falksland War. La dictadura cayó y el arte se salvó. La operación mediática de la Argentina militar tiene su reverso en esta novela de Fernanda García Lao treinta y ocho años después.

En la ficción, Argentina gana la guerra. Es una nación mostrada en una distopía del pasado (como la de Juan Soto Ivars en Crímenes del futuro). El enemigo envenena el agua de las islas M y la vida es insostenible. La Junta civil, sin militares tras la guerra, emprende una campaña de repoblación en la que argentinas continentales seleccionadas deben asegurar con sus vientres que los soldados de las islas se perpetúan y pueden dar vida a la victoria contra el enemigo. Es una operación para reconquistar la victoria. Una victoria pírrica en un ambiente de apocalipsis de precariedades, difuminado en un paisaje de posguerra en el que el animalismo sexual busca, sin conseguirlo, tapar las grietas de la frustración de los personajes. Libido femenina que somete a los hombres. Hembras fálicas que usan a los machos, que los engañan incluso en una política de subsistencia y promiscuidades. Con el orden natural y social alterado todo pasa por válido. Es la pesadilla que nos hace vivir Nación vacuna describiendo un ambiente kafkiano (por esa lógica del absurdo burocrático impuesta por el punto de partida argumental, por la ironía macabra de un estilo cortante, lleno de elipsis, fragmentario). Los personajes parecen vacas colgando de sus ganchos, sin cabeza, en el matadero de sus vidas, regidos por las órdenes de un poder central y centralizador. Una dictadura desvaída con muchas zonas de sombra desde las que nos iluminan los personajes, libres y prisioneros en esas grietas del control. Grietas llenas de sexo furtivo como moneda de cambio.

La dualidad tensiona todo el relato. Padre carnicero con hijo vegetariano. Padre activo y militante ante una madre sin maternidad: sus dos hijos, Jacinto y Leopoldo, son, a su vez, el haz y el envés del emprendimiento (gris y fracasado el primero, protagonista de la acción; triunfador y brillante el segundo, agente de los acontecimientos narrados pero en un segundo plano). Una mujer en disputa “amorosa” entre los dos hermanos, Mona (la seleccionada 1789, la elegida por el pueblo), que medra y se sacrifica por la causa. Planes contra Jacinto con Erizo y sus axilas como intersección. Jacinto contra Rubén el camionero con Mona, la cuñada, en la discordia de la fertilidad salvadora de la mentira. Las mujeres “Lesbianas Re-evolucionarias en Contra” contra La mujeres del proyecto original para  combatir el heteropatriarcado de la regeneración. Violencia de la carne y la sangre. Disyuntivas trascendentes: “¿Coger o suicidarme?” (dice Cifuentes en el dilema que va del follar estéril a la muerte fértil). Como Fernando de Rojas dice traer de Heráclito a su prólogo de La Celestina: “Todas las cosas ser criadas a manera de contienda o batalla”. En ese caos sobrevenido por una guerra, la prostitución es un arma patriótica y la degradación se diluye en la tragedia general que la justifica una supervivencia con connotaciones raciales.

Novela proléptica. Novela ucrónica. Novela nave sobre un pasado que dosifica la acción anticipando la ficción que recrea una historia que nunca pasó. Fernanda García Lao inventa unos personajes que de estoicos acaban siendo hedonistas en el naufragio impuesto con párrafos breves como olas de un mar entrecortado. Novela de realismo simbólico cortante desde la voz de un burócrata aséptico, distante, desapasionado, pero en una orgía vital sin más placer que el frustrante y animal del sexo. Los espacios en que se mueven los personajes contribuyen a la sordidez: el matadero (ese que nos lleva a la novela homónima del argentino Esteban Echevarría, crítica también a un despotismo dictatorial del siglo XIX); Rawson (hijo crudo en inglés –hijo vegetariano afilador de cuchillos de un padre carnicero-), ciudad desde la que fletar hacia las islas M la salvación en el barco Nación Vacuna; el limbo con cementerio y almacén de la espera para el embarque tras el anuncio del aborto de la misión; esas isas M no holladas durante el argumento como destino de la derrota… Las cápsulas de carne, una especie de “Avecrem” que concentra todo el simbolismo de la novela, condensan la metáfora de las vacas abiertas en canal, el alimento de subsistencia, la gragea libidinosa, viagra pansexual de carne para compensar ausencias de apetito sexual. Carne de vaca para provocar la causa de la recuperación tras la catástrofe bélica. Cápsulas como vacunas contra la pandemia provocada. Vacunas hembra. Edward Jenner descubrió que la viruela bovina inmunizaba de la viruela humana. Era inglés, de Gloucester. Los ingleses emponzoñan la potabilidad de las islas M y las mujeres “triadas”  consumidoras de cápsulas cárnicas llevan en su cuerpo la vacuna. Su cuerpo es la vacuna que llega por mar en el Nación vacuna desde el continente al  archipiélago patagónico. Como en tantas leyendas (la de Sant Jordi entre ellas) la mujer es el agente (paciente) sacrificado por la causa general. Pero las mujeres de Fernanda García Lao, en la manipulación nacional, son quienes dominan sexualmente. También son utilizadas pero tienen espacios de poder sobre los hombres.

En una frecuencia de tono que nos puede recordar 1984 de George Orwell, perlada de atracciones como la del sudor de las axilas que se mezclan con las cuadrículas burocráticas de un encargado del registro, los personajes de Nación vacuna son ganadores de un Proyecto que los humilla pero que deben aceptar como un privilegio por su valor salvapatrias. Una revolución farmacéutica desde la única corbeta en el puerto de Rawson que la victoria contra el enemigo ha podido conservar en condiciones de navegar. “Hembras por la Patria” que no embarcan en loor de multitudes en la corbeta, que tienen que intentar cumplir su misión en un precario barco pesquero, el Quisquilla I, rebautizado como Nación Vacuna, en un trozo de costa sin puerto, anónimamente. Cuerpos procesados, de vacas, de mujeres, para salvar a los militares confinados en cuarentena, aislados, literal y metafóricamente. No hay vacunación inocua. La redención puede habitar en la vagina.

Toda la novela presenta unos espacios fantasmagóricos, entre kafkianos y beckettianos, con un Jacinto Cifuentes transparente, responsable pero pasivo entre onanismos oníricos potenciados por la lascivia de las cápsulas vacunas. Vulvas inflamadas. Mejillones que se abren como plantas carnívoras para que Jacinto mordisquee su carne naranja del sexo y entierre los cadáveres de sus valvas negras. Jacinto Cifuentes invisibilizado por la máquina burocrática, muerto oficialmente y vivo de facto. Responsable de engendrar en coitos programados el heredero, fingir un éxito militar con un fracaso administrativo que el funcionario va a remediar. La mentira como cimiento social.

Más allá y más acá de las coincidencias con coyunturas pandémicas presentes, Nación vacuna es una excelente ficción de una brevedad (140 páginas) que engaña porque entre los huecos de los párrafos hay mucha historia contada en silencio. Es la historia de un burócrata sometido al sistema en toda su contradicción de épicas de serie B explicada desde el estilo telegráfico de la administración y sus asepsias con el que frontalizar la putrefacción de lo narrado, para que los trámites de carne amortigüen su olor a sangre, para que los populismos de cloacas se confundan con los trasiegos nutricios de un matadero en su orgía cárnica.

Hemos empezado con las palabras reales de Galtieri con las que quiso vestir de gesta nacional una bravuconada militarista. Acabamos con las palabras reales de la ficción que son eco literario de su sustrato histórico (pág. 116). La maniobra populista busca efectos y no verdad: el Nación vacuna no había zarpado, pero tenía que estar en las islas M y cumplir su misión:


La Junta ya logró su objetivo: levantar el perfil en las encuestas. La realidad es carísima, dice Erizo. Prefieren hacer como que nos fuimos

         Las dos juntas, la militar de la dictadura y la civil de Fernanda García Lao, fracasan en su objetivo: una pierde la guerra a pesar de la propaganda; la otra va a ser engañada por las “misioneras” pero pierden el rumbo y son llevadas al destino que querían evitar y la solución se pierde en la costa negra ante las banderas de los que perdieron.



GARCÍA LAO, Fernanda (2020). Nación Vacuna. Barcelona: Candaya, Candaya Narrativa, 65.



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