“[…] Como lo único que hago es pensar, pude pensar mucho en él. Se me ocurre que al principio continuamos comunicados, que él se sentía más que nunca unido al misterio que lo obsesionaba. Pero los puentes están cortados entre él y yo, porque lo que era su obsesión es ahora un axolotl, ajeno a su vida de hombre. Creo que al principio yo era capaz de volver en cierto modo –ah, solo en cierto modo- y mantener alerta su deseo de conocernos mejor. Ahora soy definitivamente un axolotl, y pienso como un hombre solo porque todo axolotl piensa como un hombre dentro de su imagen de piedra rosa. Me parece que de todo esto alcancé a comunicarle algo en los primeros días, cuando yo era todavía él […]”
CORTÁZAR, Julio. “Axolotl” en Final de juego. Madrid: Alfaguara, Alfaguara Bolsillo, 19944ª, página 157.
“Escucha, cielo; atiende, tierra,
que habla Yahvéh:
Hijos crié y eduqué,
y ellos se rebelaron contra mí.
Conoce el buey a su dueño
y el asno el pesebre de su amo;
Israel no conoce a su Creador,
mi pueblo no entiende”
            La Biblia. Isaías, 1:2-3. 
“¡Armen el Pesebre con la mula y el buey y sepan lo que significa! El Papa dice que hay que seguir con esa preciosa iconografía”.
Monseñor Juan Antonio Martínez Camino, vocero de la Conferencia Episcopal Española. Agencia Informativa Católica Argentina, 28 / XI / 2012
“Hic iacet  Arthurus, rex  quondam  rexque futurus”
                                               Anónima y legendaria inscripción sobre la tumba del rey Arturo
Tras los ojos cerrados,
                                       ante el beso:
reminiscencia,
                              correspondencias 
de ese gesto repetido 
desde su punto cero.
Jesús, ingenuo, nació presa de su estrella
y quiso huir de ser cristo, el ungido
(uncido para siempre al dolor redimidor):
Miró las miradas
                               (bravura castrada,
                              maternidad virginal,
                              putativa paternidad,
                              hibridez estéril)
en un portal de Belén transgresor
                               y alternativo,
                              transversal a la vida.
Allí y entonces,
el lirismo épico del niño dios 
se hizo vórtice del tiempo:
                     Edipo arrancándose los ojos,
                     derrotada su voluntad por el destino.
Mercaderes expulsados del templo
(que hacen del mundo su mercado)
El sexo y el llanto de María Magdalena,
viuda de su amor.
Su bautizo tres años antes de morir en la cruz.
José de Arimatea recogiendo su sangre
en el Gólgota 
en el grial 
del cuenco calavérico 
de su padre terrenal.
Se vio a sí mismo quintaesenciado 
en reliquia 
y enterrado 
en Avalón, junto a Arturo.
                            Jesús, volatilizado en la pupila de la mula,
se hizo neurona:
                   el hijo de una idea en el ojo de una mula.
Viaje del logos genésico: 
dios-idea-carne-idea…
(el logos hecho carne: 
la vida encarnada en idea)
Somos hoy la idea de lo que pensó
mientras huía mirando cómo veía que le miraban
en aquel portal de internet abductor.
Como una luminaria muerta,
su luz, espumillón y guirnalda luminosa,
nos baña póstuma.
Todo eso cabe en el beso
desde el que Jesús nos piensa 
dentro del ojo de una mula 
que nunca estuvo.
Ante los ojos cerrados,
la boca abierta de una herida
                                               en el tiempo:
perspectiva del beso:
dejar de ver tan cerca
                                      para poder mirar tan lejos;
entornar los ojos
                                      para abrirnos a la mirada adánica
                                      de unos limbos abolidos.


