CHICO, Álex (2020 2ª). Un final para Benjamin Walter. Avinyonet del Penedés (Barcelona): Candaya, Candaya Narrativa, 47.
“Lo universal es lo particular sin fronteras”
Álex Chico cita a José Ángel Valente, pág. 161
“Un exiliado, para serlo, necesita una frontera"
RIPOL, Marc (2005). Las rutas del exilio. Barcelona: Alhena Media. Pág.13.
Citado por Chico en la pág 89.
“Es ist niemals ein dokument der kultur ohne zugleich ein solcher der barberei zu sein”
Epitafio sobre el simulacro de tumba de Walter Benjamin en el cementerio cristiano de Portbou, tomado de su Tesis de filosofía de la Historia.”No hay ningún documento de la cultura que no lo sea también de la barbarie”: lo cita Chico en la pág. 46.
“Desde los tiempos de Homero los grandes relatos han seguido las huellas de las grandes guerras y los grandes narradores han emergido de ciudades destruidas y de paisajes devastados”
Hannah Arendt
“Narrar acaba en sabiduría”
Álex Chico parafraseando a Walter Benjamin (pág. 133)
Angelus Novus de Paul Klee (1920) / Ángel de la Historia
Las alas del deseo sobre Berlín, sobre Varsovia, sobre cualquier frontera. El ángel de la Historia escucha y resiste los embates del progreso para fundar un mundo nuevo con los odres viejos; con los moldes antiguos impuestos, nuevas formas de libertad. La verdad literaria que cobija y da alas a la verdad factual.
En el hogar que alguna vez tuvo Walter Benjamin (Berlín, 1892-Portbou, frontera de fronteras, 1940), en una pared (ese muro doméstico) lucía el original del Angelus Novus de Paul Klee (1920) junto a una reproducción del trágico retablo de Isenheim de Mathias Grünewald (1512-1516). En la tesis IX del ensayo de Benjamin Tesis de filosofía de la Historia (Über den Begriff der Geschichte –Sobre el concepto de historia-, 1939-1940 –cuya copia, en tiempos del pacto germano-soviético, llegó a George Bataille, que pasó a Hannah Arendt, quien la hizo llegar a Adorno, primer editor en 1942, y que acabó en las Iluminaciones de 1968, editadas por Arendt) eterniza esa contigüidad a la que bautiza como Ángel de la Historia, ese progreso que necesita la interrupción del pasado, su revisión, para poder seguir siendo. En la tempestad que sopla desde el Paraíso hacia el futuro, acumulando ruinas, es la que arruina también la posibilidad que encarnaba Walter Benjamin y la Escuela de Frankfurt. Portbou (ese refugio de embarcaciones en las inclemencias de los vientos) era un trámite viajero hacia el Portugal que llevaría a Benjamin hasta la América en la que lo esperaban Max Horkheimer y Theodor W. Adorno en el Instituto de Estudios Sociales.
Álex Chico estuvo en Portbou: la imagen de la portada del pasaje de Karavan cuenta su estancia allí entonces (entre las fronteras entre el otoño y el invierno de 2014 y las del invierno y la primavera de 2015) como los “Alojamientos” de S[í]lvia Monferrer narran las suyas por el mundo dentro del mundo de la narración que vive encuadernada en el libro. Círculos densos multicentros que albergan semillas que serán centros de otros alrededores. Otras composiciones de lugar: lugares que serán habitados por protagonistas de las historias de la Historia. El narrador se fotografía en el cristal que ampara el punto de fuga del acero cortén entre las palabras de Benjamin y el azul del mar:
“Es una tarea más ardua honrar la memoria de los seres anónimos que la de las personas célebres. La construcción histórica se consagra a la memoria de los que no tienen nombre”.
CHICO Álex en la convención bibliográfica: Benjamin Walter en las fichas policiales. Una circunstancia que desjudaíza, paradójicamente, al sospechoso, aunque lo germano y lo hebreo siguen aliándose en la combinación. Benjamin Franklin como coartada: padre de Estados Unidos y creador del pararrayos. Nadie apellidado Walter como referencia. “Walter”: líder de ejército. Walter Benjamin Walter muere en la soledad dudosa del tránsito. El “señor Walter” como pseudónimo coyuntural. Narra el Álex Chico destilado en ficción realista, en enhebrador de posibilidades entre el ensayo, la épica, el análisis filosófico la reflexión lírica, el cuaderno de viaje y una especie de calendario de adviento cultural con ventanas que son pasajes, que son búnkeres, que son túneles que nos llevan, lectores, a otros paisajes desde otros nombres: Kafka, Arendt, Atget, Sebald, Centelles, Scholem, Machado, Karavan, Baudelaire, Gamoneda, Aub, Bartra, Eidenbenz (que quiso ser anónima en su presente y la historia la ha hecho histórica), Líster, Klee, Adorno, Calvino (Italo), Marés, Carrión, Gabriel y Galán, Monje, John Wayne, Lichtenberg, De Chirico, Aira, García-Alix, Levi, Kertéz, Goethe, Proust, Camus, Mann, Carpentier, Brecht, Rohmer, Wenders, Handke…; (también los intrahistóricos de Sílvia Monferrer, Vera Kéldysh, Teresa Puig, Xavier Jonama, la mujer de los amaneceres en Portbou o los cien mil concentrados en la playa de Argelès, el cura Andrés Freixa o los médicos Ramón Vila Moreno y Pedro Gargot, Dora Kellner, Juan Suñer o Lisa Fittko…). El juego de intertextualidades convierte la narración en un tejido de espejos que son hipervínculos:”Un tal Benjamin Walter” en Quimera (número 376, año 2015, págs. 49-51) del propio autor, prólogo del libro; Sobre la historia natural de la destrucción de W.G. Sebald; Walter Benjamin. La herida que se cierra de Carlos Taibo; Las ciudades invisibles de Italo Calvino; “Las claves de la maleta de Portbou” de Manel Martos (El País, 14 de septiembre de 2014); ¿Quién mató a Walter Benjamin? De David Mauas (documental de 2005:
https://www.youtube.com/watch?v=6S3iT2iwDOQ);
Las rutas del exilio de Marc Ripol; y, sobre todo, a la obra del protagonista ausente de este mar de rescates que es el libro de Chico. En mi biblioteca, desde mis tiempos universitarios, dormían L’obra d’art a la seva reproductibilitat tècnica, Haschisch, Poesía y capitalismo. Iluminaciones II (que tanto me reveló sobre Baudelaire) o Dirección única. Los fragmentos que son la obra de Benjamin, esa atinada provisionalidad desde la que escribe, esos libros-andadura sobre los que camina para vivir, viven en su estudio inacabado (el olvido es una maleta de sombra perdida) La obra de los pasajes y en la obra de Álex Chico que motiva esta reseña (pero con la dispersión muy bien tejida en la experiencia narrada, estancamente abierta entre las tapas de su libro).Pasajes, conexiones de dentro a afuera y de fuera a adentro, en ese movimiento estático de escribir y de leer. Flâneur baudelairiano Benjamin, Chico y los lectores: ante la ocasión creada por David Karavan en un cementerio marino, ante los libros que habitan los libros. Búnkeres de la memoria hechos paisaje para volar de la mano del Ángel de la Historia.
El “seguro azar” saliniano de la vida tiene en la demiurgia narrativa de Álex Chico un control literario que, aunque dependiente de la vida de su autor, vibra autónomo en la ficción ensayística (“Pensé en la suma de azares que se había sucedido para que yo estuviera en ese lugar. La cadena de casualidades que se habían ido añadiendo inesperadamente, o que quizás yo mismo había provocado, como un imán que ejerce su magnetismo y nos atrae hacia él sin darnos cuenta”, pág. 223). La estructura de Una final para Benjamin Walter se rige por las leyes de la dinámica dialógica del arte. Tres partes y muchos estuarios como nuevas castalias: una “Composición de lugar” con setenta y cinco estaciones; una “Densidad del círculo” con cuatro secuencias que concentran la diana en su epítome de realidad; y una coda-estrambote, la “Nota final”, con el testimonio de la deudas contraídas en el viaje hacia un punto del pasado (finales de septiembre de 1940) en un lugar recóndito del mundo como metonimia (Portbou) y un espacio infinito de ficción y de historia. Benjamin y la pintora Sílvia Monferrer: los exilios que acaban (para radicar en la historia) en Portbou y los desarraigos que arraigan en Portbou. Sílvia como contrapunto a Benjamin: su viaje recala en esa frontera en la que ahora se ordenan todos sus “Alojamientos”; la maleta que se pierde en el limbo de la historia con los pensamientos benjaminianos. Cuando Sílvia aparece en la narración, la secuencia de vórtices se altera y se hace largo remanso. Si el narrador agrupaba los asuntos en manojos de unos cuantos capítulos, al llegar al LX Sílvia nos acoge como alquilados (al Chico narrador y a nosotros) en una de sus habitaciones de su piso de la Pujada del Mirador, muy cerca del memorial de Karavan, durante trece capítulos con algunas interpolaciones (la culpabilidad de los supervivientes al holocausto, la resignificación de las palabras y la necesidad de seguir hablando del horror después de Auschwitz a contraAdorno –el LXI-; el valor de los lugares olvidados –el LXIII-; el valor baudelairiano del poeta como coleccionista de fragmentos desechados o el goethiano de los universos de lo minúsculo –el LXIV-). Silvia pasa a ser Sílvia para no quedarse fuera del espacio el tiempo que quiere habitar en Portbou. Walter Benjamin había perdido su identidad al ver su nombre hecho pseudónimo: Benjamin Walter. Lo suicidaron. El capítulo final de “Composición de lugar”, el LXXV, como en el poema que cierra esta reseña, nos pone en la fuga de sin puntos fijos del memorial de Karavan, como una cicatriz sin restañadura en la geografía del alma.
La estructura de esta crónica de viaje, estático en el espacio y dinámico en tiempos y protagonistas, es de vaivén marino. Los temas, como olas, van conformando el mar del argumento. Un mar que oculta más que enseña. La historia y sus huecos dan el argumento y la literatura la trama y la urdimbre. Como en El Lazarillo, novela pionera del falso realismo autobiográfico, la obra de Chico parte de una posible mentira fundadora de la narración. Es el “caso” que Lázaro González Pérez intenta rebatir sin éxito ante “Vuestra Merced”: cuanto más argumenta, irónicamente, menos razón tiene en su defensa. La carta desaparecida de Benjamin a Adorno (pág. 123): “En una situación sin salida no tengo más opción que ponerle fin. Será en un pequeño pueblo de los Pirineos en el que nadie me conoce donde mi vida se acabará”. Portbou como culo de saco y una muerte (buscada o encontrada) como salida abren un excelente argumento. Un lugar en despoblación, centro neurálgico de la política de estrategias fronterizas –una estación que pare un pueblo- en el que lo fantasmal y el abandono pueblan sus calles de ambiente deshabitado. Porque el sentido de la vida de un hombre es una retroproyección desde su muerte que es la que ilumina su pasado para poder ser futuro. Las fechas del ensayo se diluyen para construir la realidad narrativa. Las fronteras de la luz dan mayor sentido al monumento que Dani Karavan, judío, pudo construir en la memoria del olvido en 1994. Como la oralidad se lo da a la historia narrada. En el acantilado sobre el mar el cementerio marino puede incitar a un suicidio por imitación que nunca se dio. Transición entre la vida y la muerte. Transición entre el olvido y la memoria. Entre la luz y la oscuridad. Teje Álex Chico con esos mimbres un palimpsesto que da historia a la Historia. Un exilio: todos los exilios. La ruina física nadando en la ruina moral que brota de la cornucopia de la apariencia. Walter Benjamin volando de la mano del Ángel de la Historia sobre la metonimia de Porbou: eso narra el libro de Álex Chico con su crónica de una itinerancia estática desde el lirismo de su testimonio de testimonios. Benjamin buscaba en el arraigo material de su coleccionismo el antídoto de su desarraigo vital, era un coleccionista nómada. El narrador fotografía con palabras la paradoja.
Álex Chico y Benjamin Walter Benjamin revisan la historia, ángeles paganos, no en una dirección única sino en un bifrotismo literario y filosófico que funda progreso futuro en el pasado.
Ese “realismo expandido” del que habla Bachelard, además de nombres, referencias culturales y experiencias personales de su autor está poblado de lugares. Un libro, crónica de investigador, que es un lugar de lugares, un viaje con Portbou como estación de todos los enlaces, sea cual sea la naturaleza de sus vías. La narración de Chico es un ventilador fértil. Un ventilador de aspas de helecho, entrojado en libro, que esparce sus esporas en una diáspora de semillas que trascienden los géneros desde la imprecisión precisa de a ficción.
Walter Benjamin es un pensador, no un filósofo. Álex Chico es un narrador, no un novelista. Los dos reflexionan sobre el espacio y el tiempo, sobre cómo habitamos el mundo en su metamorfosis y la nuestra, desde la orografía de la memoria.
El narrador y la persona que es Álex Chico fueron a Portbou una tarde de octubre y Portbou los retuvo hasta mediados de marzo. Seis meses con paréntesis de bajadas a Barcelona para guardar la distancia de la perspectiva. Fueron a buscar un misterio, a intentar resolver el enigma del efímero paso de Walter Benjamin por ese enclave costero fronterizo y espacio y el tiempo condensados en la incógnita los atraparon. El viaje-visita fue un viaje-estancia. “Solamente lo fugitivo permanece y dura”, dice Quevedo: lo efímero funda permanencias. El peregrino busca Roma en Roma y en Roma no hallará más que su ruina. Álex Chico busca la muerte de un hombre y halla la vida muerta de un lugar lleno de pasado y vestigios. Pasa la vida: queda la muerte y esta crónica novelada de una permanencia. Para hacerse una composición de lugar no hay mejor guía de viaje ni mejor portulano ni mapa que la vivencia sin prisas ni usuras:
“Fui en busca de un escritor y acabé encontrando un pueblo. Más aún: acudí al pasado sin saber que solo me estaba desplazando hacia el presente. Este tipo de presente que nos asalta de improviso, en un instante y en un lugar concretos, y sobre el que planteamos su propia memoria, como un aura”
Así acaba el artículo de Álex Chico de Quimera (reproducido en la página 55 de la novela). Es el germen de la narración de Un final para Benjamin Walter. El aura, ese “hic et nunc” de la teoría estética walterbenjaminiana, ya lo tenía el hombre Álex Chico inoculado. Portbou es el aura de una huella.
“Lo más extraño del viaje
es no saber hacia dónde se regresa.
Acaso diría Walter Benjamin
que en esos lugares parece haber pasado todo
lo que aún nos espera”
CHICO, Álex (1998-1999?-2008). “Primer momento”. La tristeza del eco.
(Esta reseña de un libro de 2017, como el Ángel de la Historia que vence la presión de un futuro memoricida, a redrotiempo, tiene una precuela que es secuela en otra reseña a un libro posterior, de 2019, leído antes, Los cuerpos partidos, que habita en esta grieta digital).