jueves, 25 de mayo de 2017

Ósmosis XI




         



         Cuanto más le globalizaban el mundo, más le apetecía agazaparse en su rincón.

         Había llegado a ser poliédrico: de una poliedria fractal y camaleónica, forjada en infinitos reciclajes actualizadores. De crecimiento personal con “coach” escudero en una época de molinos de tiempo. De emprendimiento multimedia y automercadotecnia. De “mindfulness” holístico sinecdóquico. De paralenguaje en inglés. De retórica de la persuasión. De economía colaborativa. De sinergia cognitiva. De “influencer youtubero” pionero de las “flipped classrom” más competencializadoras. De “instagramer” monetizador  de instantes. De gestor cultural “online” de realidades aumentadas “offline”. De diseñador de aplicaciones mágicas. De macramé, abrazoterapia y basorexia virtuales…

         Pero el mundo era tan ancho y ajeno, de tan suyo como se lo habían vendido, que prefirió el compartimento estanco de su celda, la isla sin pájaros de su habitáculo. Desde ese espacio y tiempo concretos ha empezado a hacerse suyo, sin egoísmo, abierto al universo.

         Pero tampoco le bastaba para compensar tanto exceso y aceleración. Así que se ha hecho derviche, místico que yerra sobre su eje para centrar su alrededor.



domingo, 21 de mayo de 2017

Arquitrabes XXII: mecánica versus electrónica



 
Tatsuya Tanaka, "Miniature Calendar". Miniaturas maximizadoras de la realidad.

                             

Osadía del ignorante, claro. Pero, al verbalizar, actuamos. Incluso contemplando, mudos, un jardín japonés. Silencio performativo.

El progreso se engendra desde la armonía de contrarios. Es el diálogo entre lo que se puede y lo que se quiere, la fuente de su río. “Dia” (a través, mediante) fusionado a “logos” (palabra, razón, conocimiento)… O “diálogo” de “dialégomai” (yo discurro, converso, discuto) Diálogo diáfano: evolución a través de la transparencia del hablar para acordar los pasos del cambio de lugar mental. Gamificado y mis à la page: in & out. Síntesis del entrar y salir, del meter y sacar, fruto dialógico de la mecánica dialéctica.

Y como todo, parece, engendra su acicate evolutivo como “manigestación” (este neologismos es la evidencia viva de lo que digo) del cambio necesario, la mecánica clásica (llamémosla así) parió la newtoniana y esta, embarazada, fue madre de la electrónica y abuela de las gemelas Cuántica y Relatividad. Las poleas y las máquinas, los mecanismos visibles y tocables a escala humana, son evidencia de la obsolescencia física. Su vestigio más traumático, las persianas. Cambiar una cinta alimenta la duda binaria, obliga al empírico razonamiento científico doméstico. Si la persiana es automática, la lógica del botón y el cable es otra. O los teclados de los ordenadores… La mecánica de la máquina de escribir, un lujo en otro tiempo, tiene más inconvenientes que ventajas en un universo tecnológico. No hay teclado ahora: es un teclado sin teclas. El movimiento digital, la presión de los dedos sobre las letras, transfundía lenguaje al silencio de la hoja en blanco, prisionera de rodillos. Era un diálogo físico binario. No binario de bits: de diferencia de potencial visible desde los ojos de la cara.

Es como si necesitásemos una espiritualidad material, electrónica, invisible, de dígitos binarios sin espacio. El apagón analógico que ha sustituido los teclados por superficies táctiles y ha dado paso a la metamorfosis del aire modificado que es la palabra en texto potencialmente impreso, no ha podido, sin embargo, calmar la sed de luz mecánica. Pasearse, voyeur vacunado contra la vergüenza ajena, por un gimnasio, con sus elípticas y unas máquinas que hubiese querido tener el forzudo del circo o unos aparatos de esfuerzo pasivo o un moverse sin moverse, es todo un ejercicio de reconocimiento dialógico de la evolución humana. Un progreso con su espina, su espinning y su espinner.

Ciclismo indoor, esfuerzo aeróbico y grupal sobre una bicicleta que no se mueve coregrafiando, a ritmo mecánico de pedal analógico, la música digital que impele el movimiento circular que nos libera.

Fidget spinner: gamificación mecánica (con los mismos cojinetes que los niños tontos fabricaban los artefactos con los que se pelaban las rodillas en la calle), mercadotécnicamente implementada como lenitivo para paliar el estrés, que infesta las aulas en su proceso de desintegración. Un eje central con tres brazos (que serán más para, sobre la gilipollez primigenia, poder abastecer la demanda de novedad sobre el aburrimiento de lo conocido) coronados medularmente con aros de rodamiento sobre los que, fractales, seguir haciendo girar la nada. Saciar la inquietud con movimiento estático. “Peonza de mano” o “trompo de mano” los llaman los nostálgicos vendidos a la actualización sin duración. El trampantojo de engañarse al jugar al solitario con cartas compradas.

Para seguir siendo hoy, enteros y nuestros, debemos dialogar. Que lo analógico, sin lo mecánico, de suicida de desesencialización. Sin presencia, la realidad que nos venden se pierde en el sumidero de la adquisión de nada. Y la ansiedad que nos causa la virtualidad tecnificada tenemos que comprarla en dosis homeopáticas muy caras. Aunque quizás ese sea el axioma de este poscapitalismo magmático e invisible por omnipresente.

Como dice Blas de Otero, nos queda la palabra.






La mecánica analógica ha muerto: ¡viva la mecánica digital electrónica!






Lluís Ribas, con su realismo trascedente. Dos personas sobre y ante la representación de la tela de araña binaria de la realidad.
 



lunes, 15 de mayo de 2017

Ósmosis X




        

         Todo empezaba y acababa en ella. Todo menos ella, que pensaba lo mismo sobre él.

         Se encontraban siempre en su centro, fundando en cada acto la intersección perfecta, la fusión que les ofrecía, conquistado a contratiempo, ser en ese querer ser. Lo demás, naufragios de días ansiosos de sus noches.

         Habían inventado la duración que vencía al desasosiego del desacariciarse, que derrotaba a la claustrofobia del alrededor.



domingo, 14 de mayo de 2017

Morfología y sintaxis del gorrión




 
"Crucifixión" de Alberto García-Alix. Pero la del gorrión es sin martirio, difuminada en su desaparecer humilde como su presencia.



         En España, dicen los expertos de la Sociedad Española de Ornitología, en los últimos veinte años, han dejador de ser unos ocho millones de gorriones (entre 1980 y 2013 calculan que más de un sesenta por ciento ha desaparecido en Europa)

         Lo humilde solo se echa en falta cuando se hace añoranza y es ausencia. Tan cerca y tan ajenos. Tan humanos desde sus plumas color tierra y su pecho de ceniza, desde lo castaño y pardo de su mirar inquieto serenante.

         Como el poeta, el gorrión tiene que exiliarse del mundo. O es al revés: el destierro (con corazón de desaire y desmar) del poeta, extranjero ya hasta de la palabra, sigue la agonía del gorrión.



                                                                 

Ni mirlo blanco.
Ni cisne negro.
Ni trébol de cuatro hojas:
Gorrión:
realidad
en su imperfecta perfección posible.
Como el pavo real,
más bello que el impostor doméstico.

Ni paloma ni águila ni halcón
místicos:
gorrión.
Ni siquiera el albatros  de Baudelaire,
que la majestuosidad
solo se humilla cuando se pierde
la razón de ser
(en el aire o en el suelo)
Passer domesticus,
corazón y huesos de vuelo,
esternón quillado que abre el aire,
es alrededor humano,
escudero manso
de su azacaneo,
termómetro de su salud.

         La morfología del gorrión
necesita
la sintaxis del viento;
precisa
la sintaxis de hombre
en progreso
de abcisas que verticalicen
las ordenadas vigilantes
de la horizontalidad,
sin perder el rumbo
de su raíz.


Emulsión poesía-vida.

Caracolea el mar sobre la piedra
en convexidad de agua
que, cóncava, después
se sume en el todo amorfo y azul.
Lo ha hecho,
lo sigue haciendo en mil novecientos hoy
y lo seguirá haciendo
mientras el poeta,
idea hecha palabra
(como dios encarnó en hombre),
habite con su mirada un mundo
erosionado por la rutina de la novedad.

El poeta, ese ornitólogo
de la humanidad
con vocación de gorrión.



 
El gorrión hace atalaya de cualquier lugar. Humaniza el desamparo.