domingo, 21 de mayo de 2017

Arquitrabes XXII: mecánica versus electrónica



 
Tatsuya Tanaka, "Miniature Calendar". Miniaturas maximizadoras de la realidad.

                             

Osadía del ignorante, claro. Pero, al verbalizar, actuamos. Incluso contemplando, mudos, un jardín japonés. Silencio performativo.

El progreso se engendra desde la armonía de contrarios. Es el diálogo entre lo que se puede y lo que se quiere, la fuente de su río. “Dia” (a través, mediante) fusionado a “logos” (palabra, razón, conocimiento)… O “diálogo” de “dialégomai” (yo discurro, converso, discuto) Diálogo diáfano: evolución a través de la transparencia del hablar para acordar los pasos del cambio de lugar mental. Gamificado y mis à la page: in & out. Síntesis del entrar y salir, del meter y sacar, fruto dialógico de la mecánica dialéctica.

Y como todo, parece, engendra su acicate evolutivo como “manigestación” (este neologismos es la evidencia viva de lo que digo) del cambio necesario, la mecánica clásica (llamémosla así) parió la newtoniana y esta, embarazada, fue madre de la electrónica y abuela de las gemelas Cuántica y Relatividad. Las poleas y las máquinas, los mecanismos visibles y tocables a escala humana, son evidencia de la obsolescencia física. Su vestigio más traumático, las persianas. Cambiar una cinta alimenta la duda binaria, obliga al empírico razonamiento científico doméstico. Si la persiana es automática, la lógica del botón y el cable es otra. O los teclados de los ordenadores… La mecánica de la máquina de escribir, un lujo en otro tiempo, tiene más inconvenientes que ventajas en un universo tecnológico. No hay teclado ahora: es un teclado sin teclas. El movimiento digital, la presión de los dedos sobre las letras, transfundía lenguaje al silencio de la hoja en blanco, prisionera de rodillos. Era un diálogo físico binario. No binario de bits: de diferencia de potencial visible desde los ojos de la cara.

Es como si necesitásemos una espiritualidad material, electrónica, invisible, de dígitos binarios sin espacio. El apagón analógico que ha sustituido los teclados por superficies táctiles y ha dado paso a la metamorfosis del aire modificado que es la palabra en texto potencialmente impreso, no ha podido, sin embargo, calmar la sed de luz mecánica. Pasearse, voyeur vacunado contra la vergüenza ajena, por un gimnasio, con sus elípticas y unas máquinas que hubiese querido tener el forzudo del circo o unos aparatos de esfuerzo pasivo o un moverse sin moverse, es todo un ejercicio de reconocimiento dialógico de la evolución humana. Un progreso con su espina, su espinning y su espinner.

Ciclismo indoor, esfuerzo aeróbico y grupal sobre una bicicleta que no se mueve coregrafiando, a ritmo mecánico de pedal analógico, la música digital que impele el movimiento circular que nos libera.

Fidget spinner: gamificación mecánica (con los mismos cojinetes que los niños tontos fabricaban los artefactos con los que se pelaban las rodillas en la calle), mercadotécnicamente implementada como lenitivo para paliar el estrés, que infesta las aulas en su proceso de desintegración. Un eje central con tres brazos (que serán más para, sobre la gilipollez primigenia, poder abastecer la demanda de novedad sobre el aburrimiento de lo conocido) coronados medularmente con aros de rodamiento sobre los que, fractales, seguir haciendo girar la nada. Saciar la inquietud con movimiento estático. “Peonza de mano” o “trompo de mano” los llaman los nostálgicos vendidos a la actualización sin duración. El trampantojo de engañarse al jugar al solitario con cartas compradas.

Para seguir siendo hoy, enteros y nuestros, debemos dialogar. Que lo analógico, sin lo mecánico, de suicida de desesencialización. Sin presencia, la realidad que nos venden se pierde en el sumidero de la adquisión de nada. Y la ansiedad que nos causa la virtualidad tecnificada tenemos que comprarla en dosis homeopáticas muy caras. Aunque quizás ese sea el axioma de este poscapitalismo magmático e invisible por omnipresente.

Como dice Blas de Otero, nos queda la palabra.






La mecánica analógica ha muerto: ¡viva la mecánica digital electrónica!






Lluís Ribas, con su realismo trascedente. Dos personas sobre y ante la representación de la tela de araña binaria de la realidad.
 



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