En
tiempos aceleradamente revueltos, vuelvo a la Oda XI de Horacio.
El
sumidero del progreso desarraigante tiene todavía algunos grumos que anclan
presentes al filtro del desagüe y retienen algo su fluir raudo.
El
tiempo venidero, el mañana, ese complemento circunstancial fagocitador está
secuestrando el presente y, en su corriente, obliga a algunos (“reaccionarios”,
“conservadores” dirán los paladines de la innovacionitis) a atrincherarse en la
restauración de la duración consciente para no dejarse arrastrar.
“Pescar
el día” ha muerto; retener, gozándolo, el instante, obsolesció: quizás
iluminado por la inconsistencia física imposible del momento mismo. Y el mañana
(ese “cras”, adverbio o sustantivo neutro), en su inaprehensión, en su
posibilidad virtual, está más cerca del deseo que la realidad presente. Y el
perro ladra. Y hay que tener cuidado con él por si nos muerde. Que el instante,
caliente y violento, rompe a dentellear sobre los sueños y da miedo, incluso encadenado
a su “hic et nunc”.
El
"quam
minimum credula postero"
horaciano se hace en este ahora y este aquí efímeros y fugaces “quam minimum credula hoc die”. No
podemos fiarnos de este hoy de ahora porque nos precipitamos al abismo de aquel
mañana que hacemos este mañana para consolarnos del vacío presente minado por
el desprecio del ayer.
Pesca
el mañana, retén el tiempo venidero en este presente de perros. Adelántate,
hazles el amor a las sirenas. Virtualiza lo que todavía no puede ser,
impaciente del placer que espera, futuro perfecto, en su presente imperfecto y
tan de perros como este del que huyes. Porque esos perros, no te engañes, no
son tuyos ni domésticos: son cancerberos de la estigia del instante.
“Hodie
incertus semper est”: “Hodie anceps
semper est”: “Hodie dubius semper est”. Este
hoy “incertus” (impreciso,
indeterminado, desconocido, poco claro), este hoy “anceps” (dudoso, ambiguo, azaroso, de doble naturaleza), este hoy “dubius” (indeciso, equívoco, peligroso
si está amenazado en el combate de vivir) nos arroja al deseo de lo que no
tenemos. Como siempre ha sido, pero despreciando la raíz y alimentándose de la
carne de la vaca que comprará con el dinero que la lechera conseguirá cuando
llegue al mercado a vender la leche que ya ha derramado sobre el camino.
A Ángela Moriana Vico y
Esther Calopa Mars, mis lazarillos clásicos.
Cave
canem.
Carpe
postera:
Hodie
dubius semper est.
La sombra del tiempo adelanta (no en esta imagen, que atrasa todavía en su víspera de actualización) |
Com a mínim el temps desarrelat m'ha permés conèixer l'esplèndida Oda XI d'Horaci!!!!
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