Francisco Serrano Robles puede ver ahora, desde su bote de la luz en su noche eterna, los pecios de su descendencia. |
A Francisco Serrano
Buendía (Paco el Zumbío), centauro
motorizado en tierra, sireno a pulmón en el mar.
A Francisco Serrano
Gálvez, que huyó del naufragio del secano para volver a vivir con raíces de
madera abonadas por agua salada y escata.
A la cuarta generación de Los Sables, que ya no vivirá de, para,
en, desde, sobre y con la mar
A la flota pesquera
aguileña, por sinécdoque, en su agonía.
El Hermanos Serrano volando. Montaje de Miguel Morata Gabarrón |
El Hermanos Serrano entrando en el puerto de Águilas, ajeno a su destino, pletórico en su presente. |
Hermanos
Serrano (Peñón del Roncaor, Águilas, prematuro 4 / I / 1984; Calabardina,
Águilas, 29 / X / 2008) Matrícula: 3ª CT-2- 1081. Pesquero de cerco, eterno y
mar.
Fue ave
fénix marina, como tantos otros barcos: nació de las 19,70 toneladas del
desguace del José y Paco. Tenía prisa por navegar y se liberó de las cadenas
que lo anclaban en tierra. En los astilleros Carrasco, ruina ya de lo que
fueron, los calafates que le dieron la vida durante 1983 no pudieron
bautizarlo: se escapó. Y con ese nombre se nombró él mismo el 4 de enero de
1984: El Escapao. No esperó a los
Reyes Magos para ser regalo: la rampa que custodia el Peñón del Roncaor le
facilitó la fuerza para tensar la cadena que lo unía a su cuna y no hubo
cabrestante que retuviera sus ansias marinas. No hubo botadura: ha sido un
barco “morito”, como dicen por
aquellas tierras de secano.
El futuro patrón, embarcado en la mutación de esqueleto, ingenuo ante la fuerza de los genes todavía |
Ha
navegado casi veinticinco años. Sus patrones, el Zumbi y Francisco Serrano Gálvez (sin apodo ya) y sus marineros
saben lo que eso quiere decir, el contenido de aventuras, tristezas y alegrías
que ese pecio de la memoria contiene. Cuántos bailes compulsivos y agónicos de
sardinas y jureles, de ojos desencajados y estridentes gritos sordos, han
sepultado en nieve. Cuántas estrellas fugaces han enhebrado el humo de sus
cigarrillos en ese túnel abierto de la noche. Cuántos recaos en las cofas han acompañado las velas a la espera. Cuánto sueño entre tintinear de
anillas y sueños se han evaporado en su cubierta. Cuántas decisiones en el puente, al compás de penumbra e instrumentos, han llenado jarcias o han roto el arte…
Lo
jubilaron el 14 de octubre de 2008. Su entierro marino, íntimo y solemne, fue
quince días después. No hay contrasentido en un entierro en el mar: la tierra y
las piedras son necesarias para hundir lo que está construido para flotar. Esa
materia terrestre es la que ayuda a invertir el sentido de los imbornales. Si
no hubiese querido morir de su herida, no sería pecio sino escollo: sus
veintisiete metros de eslora lo haría visible desde la superficie si se
esforzase en ser vertical y respirar el cielo aguileño. Pero quiere reposar,
ser mar sin más tierra que lecho y lastre, con los que acabará confundiéndose
por voluntad propia.
Última navegación, despojado ya de sus atributos laborales, con la panza llena del lastre necesario para dormir brizado por la mar del cabo de Cope. |
Desde el 20 de octubre de 2008 puebla los
fondos del cabo de Cope entre una veintena de pecios más: el Ana María, el Nuevo
Cano, el Hermanos Pajel, el Mi Nueva Teresa, el Domingo e Isabel, el San Francisco
de Asís, el Fontanet, el Miguel y Teresa, el Montoya, el Andrés y Teresa, el
Rabal, el Hermanos Mayor, el Los Antonios, el Gudel, el Santa Creu, el Bienvenida, el Mindanao…
Allí, más profundo (a 33 metros), cerca del Covacho, le esperaba su hermano El
Sable desde el 8 de junio de 1993, de cuyas 42,09 toneladas nacería el Nuevo
Sable ese mismo año. Este cementerio marino subacuático, a las faldas del
Cabezo de Cope, es invisible desde la piel del mar. Un juego de contraluces
verdes y azules, de termoclinas y nubes de castañuelas, obladas y sargos van
haciendo olvidar el ruido de su turbodiésel Scania DSI-14 de 500 CV: el
silencio más plácido le canta a su sueño submarino, con sus pulmones llenos del
agua que desplazaba para flotar.
Ese mar
que se lo traga todo, que lo hace suyo bajo su heterogénea unidad. Allí se
ensancha el Hermanos Serrano, hecho ya mar cerca de la Cueva de la Virgen y la
cueva de la Holandesa, en la Calabardina en la que fuera orgulloso chinchorrero
el fundador de los Sables, Francisco Serrano Robles. A veintisiete metros de profundidad,
descansando de estribor sobre un lecho de arena, dejándose desamurar por las
artes del agua. Arrecife que, con mar de fondo, todavía bandea sobre su carga
de lastre desplazada. Corvinas, morenas, meros y congrios habitan sus literas
de popa, sus pañoles, sus rincones reinventados por el agua.
Ha dejado
vestigios marineros en tierra: un puente que atalaya la marina de Cope y la
custodia roja de la luz de banda de babor que ahora ilumina una librería. Y
estos Limbos.
La madera
del Hermanos Serrano vive en la memoria de sus marineros y en la mar que lo
meció, acarició, arañó y tiñó de noche. Traíña cerquera, toda ella obra viva
bajo la línea de flotación del viento, bajo las alas de las olas, descansa abrazada
por las aguas que abrazó, siendo isla de vida enraizada en los fondos, estanca
al aire. La columna vertebral de su quilla espera a la noche para ir
desmaderándose, para ir fundiéndose en su esencia líquida. Como pez en el agua.
Como pecio en el agua.
Documentación:
Centro de buceo la Almadraba
(Calabardina) [en línea]
[Consulta: 25.07.2014]
GALVEZ RAMÍREZ, Pascual. Archivo
fotográfico particular.
Inmersiones.es. Blog de buceo [en
línea]
[Consulta: 25.07.2014]
Inmersiones.es. Blog de buceo [en
línea]
[Consulta: 25.07.2014]
MORATA GABARRÓN, Miguel. Hermanos Serrano. “El Escapao”. 1984-2008.
PIANELO MELENCHÓN, Luis. Flota pesquera de Águilas (1939-2011). Una
singladura fotográfica por la historia de la pesca en Águilas. Murcia: FG
Graf, S. L, 2012.
SERRANO-BUENDÍA-GÁLVEZ. Archivo
fotográfico particular.