Un Todo dio
a luz la Nada. Y esa Nada parió la Realidad. Desde su útero infinito de cero
luminoso, desde su forma de nombrar lo que todavía no es, se hace haz y envés
de lo que hoy hay. Es el big-bang cotidiano de cada ahora, sin más científicos
que lo estudien que los poetas.
El espejo
temporal del 0 centra el alrededor imposible que siempre queremos ser. No hay
eterno retorno: somos fluir hacia derecha o izquierda, sin posibilidad de
tropezar con el otro yo que pudimos ser. No hay tiempo circular: nos alejamos
inexorablemente del amor del origen hacia el olvido.
No hay
catarsis en esta tragedia grotesca. No hay catarsis en esta comedia
transcendente. Del revés o del derecho, el cero siempre se cobra la vida que
da. Te devuelve a su Nada primigenia y medular de la existencia.
Yo es que aún creo que la Tierra es plana...
ResponderEliminarYo descubrí que la tierra no era plana al mirar el horizonte marino y sorprenderme con su curvatura. Entender que las vías no se cruzaban me llevó más tiempo: no podía estar “aquí” y “allí” al mismo tiempo (y alguien que estuviese “allí” y no en mi “aquí” me podía engañar). Y, necesariamente, las vías acaban cruzándose en el horizonte. Pero los trenes circulaban y llegaban… La luz del cero, su parto apocalíptico solo se entienden pervirtiendo la razón racional y haciéndola razón poética. El nombre de la Nada engendra un exterminio, una devastación fértil de la realidad que conocemos. Es, exactamente, una apocatástasis fractal de la Nada.
EliminarLa Tierra no es plana. Las vías no se cruzan más que en los cambios de aguja. El cero existe, como un huevo, y todo nace de él.
Yo habito ese cero iluminador y luminoso...
ResponderEliminarUsted, don José María, vive en su mismo vórtice. Mejor dicho: habita su ojo mismo. El ojo del cero genésico. Nosotros habitamos su alrededor: en su alrededor, en su contorno, en su aura. La llave para entrar y salir es la poesía. El cero es una casa.
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