Sugerente hendidura en la playa de los Genoveses del Cabo de Gata. |
En estos
tiempos de transversalidades que abarcan mucho y enhebran poco, me propongo
crear, a contracorriente de lo que se exhibe tras un breve tecleo (o toqueteo
de la pantalla), una pornografía lírica. Pietro Aretino, san Juan de la Cruz,
Quevedo, Baudelaire, Aleister Crowley y otros lo probaron: claro que en sus
presentes las carnes ocultas se proyectaban con más esplendor en la imaginación
de sus lectores que en estos de sexo explícito y desdeñable por accesible. El
amor oscuro de Lorca ilumina desde sus sonetos escritos sobre papeles
reciclados.
Estos
sonetos huyen de lo obsceno para hacer erótica la pornografía. Lejos de la
etimología que nos lleva hasta la “prostituta” de su raíz (y la usura en el dar
placer), busco la plasticidad iconográfica y sensual de lo sexual; los paisajes
de carne gozada y gozable que nos liberen, mentalmente, de la esclavitud física
del gozar, sin despreciar el juego placentero de la carne deseable. Deseo
animal domado por la sofisticación simbólica de la palabra y sus alrededores.
Todas las formas del amor acaban y empiezan en la palabra, incluso el
onomatopéyico falso gozar del porno, al que llegamos tras haber escrito
“porno”.
Lengua
de agua lamiendo la playa
que entre tus
cálidos muslos anida.
Contrasunami
invisible de vida
que abona y
hace germinar mi baya.
Carne
obediente hecha atalaya
que entre tus
labios se hace avenida.
Contorsión de
nueva ola suicida
que sobre tus
arenas se desmaya.
Río
que desemboca en mi boca;
nervio que
busca nutrir su raíz;
mano que funda,
febril, lo que toca.
Entre
los mil matices del matiz
de la
convulsión que el amor invoca
buscamos a
qué sabe ser feliz.
Bien este soneto consonante, Ábradas. Veo que, al final, te has atrevido, a pesar de sus peligros. Esa “baya”, aunque significativa, está algo forzada, exigida, malévolamente, por “playa”, que es la palabra que tiraniza la composición. Me gusta este picoteo sexual, ese cambio de posición de quien parece que busca por diferentes medios unos instantes de felicidad animal humanizada. Bien la búsqueda del matiz en lo que podría parecer, simplemente, un “recorta y pega”, una yuxtaposición de imágenes de película porno. Sigue destilando deseo carnal en sonetos.
ResponderEliminarEl reto del soneto es, querido don José María (usted lo sabe bien), que la rima no estorbe en el fluir de lo que se quiere decir. Por eso huyo de la consonancia, que hace pirotécnico en exceso el texto. Pero también es un aliciente: darle vueltas a esas palabras que, sin estridencias, acaban llevándote a donde querías. Si la situación fuerza mucho el mensaje, hago de la asonancia el vehículo expresivo.
EliminarEn este soneto, como bien ha visto, se alternan posiciones e interacciones de los dos amantes con el objetivo común de cultivar algo de esa felicidad que, entre imágenes marinas o fluviales, hacen del sabor y sus matices sensitivos, un pacto efímero con ella.