Nadie lo ha dicho con más claridad que Matsuo Basho (1644-1694): “Haiku es, simplemente, lo que está ocurriendo en este lugar, en este momento”. Quintaesencia del instante, pues; fotografía lingüística impresionista de lo que se vive en cualquier aquí y ahora: salvavidas del presente. Minimalismo oriental para compensar el abigarramiento occidental (enfermo de pragmatismo y del nulo ritual de la impaciencia)
La serie de haikus que se inicia aquí no pretende aprehender de sus mayores más que la esencia temporal y el condicionamiento de la forma. Son, en todo caso, haikus occidentales, abradeños: un objeto poético entre los Destellos y los Destellos domados, una miniatura lírica. Más que de los Sogi, Sokan, Moritake, Teitoku, Soin, Teishitsu, Saikaku, Sodo, Kiorai, Onitsura, Buson, Shiki, Kyooshi, Ozaki Hoosai o el propio Basho, hay ecos en ellos de Mario Benedetti, Antonio Machado, García Lorca, Juan Ramón Jiménez o Julio Cortázar. El budismo Zen, su espíritu transculturalizado, rapta imágenes para transformarlas en su traducción léxica y su monumento emotivo.
No puedo ser un haijin, pero sí disfrazarme para fingir serlo momentáneamente. La mayoría de estos haikus respetan la adaptación convencional occidental de la métrica japonesa; en algunos casos solo me acerco en ziamaris que frontalizan la imperfección. Para acercarmos a nuestra musicalidad, tiendo a buscar la rima de los pentasílabos. Tampoco hay referencias conscientes a estaciones del año determinadas (lo que los haijin denominan kigo), aunque los que hasta ahora he compuesto parten todos de un lazo con el paisaje y la naturaleza, como se verá. La búsqueda del ser en ella se reduce a su capacidad de activar mi consciencia de ser ante ella. La propia mirada inventa esa realidad que contempla y provoca comparaciones internas y levanta algunas palabras-clave (los llamados kireji) en su musealización literaria.
Veamos esta poesía entendida como participación en la realidad, como comunión en diferido. Hay algún guiño muy local que el lector implicado sabrá interpretar.
La isla del oso
vigila la bahía
como un coloso.
Calle del aire,
entre el mar y la vía:
el viento sabe.
Puente de hierro,
horizonte metálico
que briza el sueño.
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Cercan el mar
paréntesis de espuma,
raya falaz.
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Geometría de acera:
chía el vencejo.
Anarquía de vuelo.
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Inexistentes,
las sombras de los árboles
siembran su luz.
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Vello en la orilla.
Transformación del verde:
las algas muertas
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