“Quasi
nanos gigantum humeris insidentes”
Tópico de la escolástica medieval
puesto en boca de Bernad de Chartres (siglo XII)
La
música de Johann Sebastian Bach tiñe de oxígeno el aire.
La pasión como la más bella forma de entregarse, de ser
hacia afuera cuando se ha sabido cultivar el huerto íntimo. Desde la serena
compulsión constructivista en la duración, entrojando la luz de la inquietud
para hacerla intuición. Siempre se ha movido todo, pero las dinámicas eran ojos
de aguja ensartadas por el hilo embastador de la certeza provisional. Incluso
la anarquía derribaba muros reconocibles y atacables. Ahora el relativismo es
el único axioma: puntal de un horizonte y un cielo que nos han vendido como
nuestro y que sigue siendo horizonte y cielo, utopía de colores y esperanza.
La luz fría de los leds
compite con la calidez de la llama de vela y son compatibles: pueden colaborar,
metonimias de la claridad, en iluminar el camino. Las luciérnagas pueden
competir con los faros también en compartir rumbos.
El alumno es el centro del aprendizaje: su posibilidad,
no el animal que lo habita. El sistema es el garante del progreso, pero
sin personas no hay sistema humano, hay
sistema. Y rendir pleitesía fagocitadora al futuro parece “carpe diem”
alienante.
Tejen el aire Bach, Mertens y Nyman: enriquecen el
oxígeno que alientan.
Una vela aromatiza es el espacio de este tiempo. Una
brújula diseña objetivos. Un ancla lastrada de llaves da hogar al naufragio.
No estamos solos: somos en lo que sabemos y en lo que
ignoramos y queremos saber. Nos necesitamos. Somos limitados: al sur con lo que
fuimos; al norte con lo que seremos; al este con nuestros alumnos; al oeste con
nuestros maestros. Somos lo que hemos sido y lo que queremos llegar a ser en el
excipiente de un nadar histórico.
¿Somos enanos aupados a hombros de gigantes o ingenuos
pretenciosos sastrecillos valientes alentados y alienados por el poder de
nuestros gadgets, falsamente
autodidactas liberados? Una conferencia de cualquier gurú transmoderno capta el
instante: somos suricatas digitales (los móviles periscopio –los mismos en los
que, entre las piernas, “wasapeamos”, paralelos al presente presente- se elevan
sobre nuestras cabezas para inmortalizar la presentación ignorada por los ojos)
La técnica tiene una ética que ignora.
La música de Johann Sebastian Bach tiñe de oxígeno el
aire como Homero, Ovidio, Garcilaso o Mallarmé convergen y dan vida y
correspondencia a mi palabra en este aquí y ahora cercados de futuro,
numantinos ante el imperialismo candy
y palomitero.
Rousseau y Maquiavelo discuten mientras John Stuart
Mill, depresivo, remonta el vuelo, ancla y brújula, leyendo a los poetas lakistas.