martes, 29 de marzo de 2011

Destellos I

Embriones de ideas o abortos del pensamiento fuerzan, ovíparos, su parto: tienen prisa por dejar de ser una parte para ser, autónomos, independientes y libres, totales; tienen miedo de quedar en entelequia que se pudre en la claustrofobia del cerebro sin ver más luz que la de sus sombras. Exiliados del seno materno, se transforman en fulgores que buscan fulgores para crear haces de luz, sin conseguirlo. En el azul del azar son ya causa y consecuencia, causalidad y casualidad. Pero lejos del cántico guilleniano. “El mundo está bien hecho”, en otro lugar.
No hay sentido: hay sentidos. Caleidoscopios: fragmentos que se reflejan para generar constelaciones, islas de luz conectadas por los hilos invisibles de intuiciones domadas.”Los ojos no ven: saben”, porque para llegar a destilar el significado hemos paseado por un bosque de símbolos que nadie puede talar porque los hemos sembrado, regado y cuidado en nuestra mente. Esos árboles somos nosotros.

●En la plácida seguridad del amor estable habitan los incautos arrebatos y misterios que lo consolidad con sus túneles y toboganes hacia nosotros.
●Quererte para tocarte, que para amarte sin verte ya está la muerte.
●Relajada, la carne al pairo de su peso, bañada en sombra y sueño, pareces estar esperando siempre un beso.
●Soy lo que doy. Tú me das todo lo que tengo.
●La vida es la solución de un conflicto perpetuo, mi zurcidora de vacíos sobre la piel del tiempo.
●Abismo concéntrico de todos los ahora que nos catapulta: caer hacia adentro y verterse hacia afuera. Suicidarse de crecimiento.

domingo, 27 de marzo de 2011

Fogonazo sinestésico

Música para ver: la cuadrícula pentagramática que se comba ante los ágiles dedos. Habrá más...


Destellos

“Raíces y alas. Pero que las alas arraiguen y las raíces vuelen”
Juan Ramón Jiménez, un 17 de enero de 1916 en Madrid, en tránsito hacia el New York de Zenobia Camprubí: Diario de un poeta reciencasado (1917)


No es posible ya abolir la realidad, gongorina o mallarmeanamente, para edificar en su solar la poesía. Juan Ramón Jiménez, constructor de artificios, lo vio claro y refundó la arquitectura de la palabra: Diario de un poeta reciencasado da cuenta de ello desde la escuela que inventa. El cambalache de nuestro tiempo acentúa más todavía la prisa por pensar y leer lo pensado. La poesía habita en las iluminaciones de Rimbaud; en las greguerías de Ramón Gómez de la Serna y los anaglifos de los vanguardista del “Veintisiete”; en los aerolitos de Carlos Edmundo de Ory; en las historia de Cronopios y de Famas de Julio Cortázar; en los haikús publicitarios y los aforismos de las autoayudas (lejos de lo machadiano); en las crónicas-relámpago del Andrés Neuman de Cómo viajar sin ver; en los grafitis, las pintadas de los lavabos y los SMS; en los microrrelatos que buscan premios en las radios; en los telegramas que ya no se escriben... Augusto Monterroso acuñó el sello de su visado por el mundo, vencedor de las fronteras de todos los géneros: las miniaturas líricas (con anclas clásicas en el naufragio del exilio del José María Quiroga Plá de La realidad reflejada en 1955), los bonsáis literarios, las constelaciones de ideas  jibarizadas, los “textículos”, ponen a prueba el ingenio que se juega la vida en cada palabra.
Pero lo fragmentario, la secuencia, no debe degradar su pretensión de universo concentrado en un punto. Los lectores de solapas no abren los libros, enhebran sus contraportadas, consumen las ideas, como clientes de la vida, porque siempre están de paso hacia ninguna parte. Se piensa desde la totalidad, desde la eternidad de la duración fugaz: ese relámpago necesita un ojo denso,  ávido y atento en el que impactar. La instantaneidad, orgasmo conceptual, es fértil si viene de buena semilla y cae en campo abonado. La ocurrencia invade los campos, a veces como la mala hierba: otras, simplemente, lo espontáneo nace de una intuición muy profunda y cincelada desde siempre para ese ahora.
Destellos: centelleos, brillo de noctilucas en la oscuridad del mar nocturno, fulgores, claridades fugaces; resplandores, ráfagas de luz que nace y muere, intensa como un escalofrío, efímera, en el pulso del instante. No llegan a encandilar porque también son vislumbres, simultáneamente. Como una gota que cae, herida por la luz que la lleva hasta nuestros ojos, la idea destila poesía.
El sol “no relumbra en vano”: para estas epifanías no podemos abolir la realidad. Los destellos son hijos de nuestros pasos por el mundo, bajo sus días y sus noches, desde el alambique luminoso de nuestro pensamiento.
Aquí van los primeros Destellos:

Construir una casa hacia adentro con un balcón desde el que mirarnos  mirándonos.

La novedad superpone sus capas y construye el conocimiento: en esa urdimbre se teje nuestro amor: arrebato y plácida seguridad, que nos proyecta, vaivén prodigioso, de lo que fuimos a lo que seremos con lo que somos.

No basta con estar: hay que desear querer ser mientras se está.

Vives el momento perfecto: quieres que sea unidad vital y lo clonas. Ya tienes un aborto de felicidad.

No soy relámpago, ni centella, ni estrella fugaz. Debes amarme como se quiere al mar: siempre estoy mientras voy y vengo, contenido y continente.

Se gana lo que se tiene, que lo que se ha perdido o se espera solo se puede cantar y eso es literatura, humo del fuego que ahora nos enraíza en la vida.

Tiempo de tocarnos. Tú y yo: isla ensimismada en la mar del nosotros.

Aquello que ves cada día es lo que debes fotografiar antes de que sea su ausencia.


jueves, 24 de marzo de 2011

Racimos de nacimientos del año

Como el árbol,
raíz fractal con vocación de fruto,
damos a luz la luz que somos
y no vemos.
Cada navidad nos hace ser     
ese    seguir  siendo      que    somos.
Como el árbol,
pulmón descarnado del mundo,
tráquea, bronquios, alveolos enhiestos al aire,
respiramos la luz que damos.

La luz de la epifanía.
 La epifanía de la palabra.

martes, 22 de marzo de 2011

Correlato objetivo del desarraigo


                                                                              Para Montse Figuera, dueña de este poema



Memoria bella de lo que fue,
sin las aristas ya que le daban la vida,
el erizo nos recuerda
                              la nostalgia de los presentes
                              vividos
                              y de los que nos quedan por vivir.
El espacio de su cúpula
alimenta la magia de lo posible:

           ser equinodermo y cadáver,
           dermoesqueleto estático
           contemplador del vaivén marino,
nos hace más humanos y vivientes,
nadadores en el aire que nos sustenta,
buceadores en busca
de una verdad
                              siempre
                                                 provisional.
Su corazón de sombra
guarda el secreto.

sábado, 19 de marzo de 2011

Elogio a la profundidad de la superficie

“Interface”: superficie de contacto, conexión informática, física y funcional, entre dos sistemas independientes. Bajo la piel del mar, el universo.
Pixelación de la realidad ¡Qué paradoja cervantina! ¡Qué platonismo postanalógico! : los libros son la realidad y su presencia en este limbo una representación, una mera ilusión binaria que creemos real. La idea y su materialización quedan en un circuito que late al otro lado de este universo. Más universo que nunca: la unidad de lo diverso lizaniana.
El hueco de lo que no sabes, su abismo, está más cerca que nunca. Ese vértigo pascaliano se abre, infinito y recurrente, ante nuestros ojos.


Pero hay personas, hombres vitruvianos, que armonizan el continente y el contenido porque lo que hacen contener en la piel virtual de este océano pide una atención antigua, de librería de viejo, de polvo y páginas. Son los héroes de lo postcontemporáneo, los que nos han de salvar de las lecturas en diagonal y del espejismo de las imágenes. El amigo Galderich y su blog &piscolabis librorum son el mejor ejemplo de esta redención cultural: una superficie que remite a la materia tangible de los libros y sus placeres físicos; una ventana a la substancia misma de la cultura en esta Babel de los excesos.
Como una edición rediviva de un “cortegiano” en un neorrenacimiento, anuncia este espécimen humano la posibilidad de que nos encontremos, la suerte de sabernos encontrar en los túneles luminosos entre tanta desinformación y el simulacro. Hay que agradecerle el esfuerzo por hacer nuevos los viejos libros, por reinventar la lectura ante esa página infinita que es la pantalla del ordenador.
Así, con las pantallas y los libros en simbiosis, somos más fuertes para volar en el caos y estar más cerca de encontrarnos entre tanto ruido e interferencia.  Se podrá despixelizar esta nueva realidad que se impone, mediática, que los libros solo desaparecen cuando alguien los quema. Y el amigo Galderich los atesora entre sus manos mientras los comparte en los limbos. Y no es pirómano, sino bibliófilo y bloguero.

martes, 8 de marzo de 2011

Caballo de Troya en el corazón de la humanidad

Los griegos conquistaron Troya desde dentro para recuperar la belleza de Helena secuestrada y devolverla al mundo.Somos sus deudores: ahora, desde el corazón mismo del mundo, debemos alimentar la belleza panhelénica que nos quiere habitar. Vivimos un tiempo de silencio locuaz. Una sociedad de zapping que busca el orgasmo sin saber cuándo lo encuentra, insatisfecha, que niega el erotismo cegada de pornografía. Levantamos la cabeza y hay más esperanza en una sublevación estética y moral del universo Tron que en la justicia de la lluvia de Blade Runner: desde la fertilidad silenciosa de las personas se podrá levantar de nuevo un mundo apuntalado de hombres y mujeres que se citan el el ágora para tocarse y hablarse mientras se hacen crecer.
La experiencia de la modernidad (que no del modernismo, anclado para siempre en lo decimonónico, estetizante y huero) pasa por hacer de los vértices metropolitanos, a los que cantó Lorca con dolor impostado, un paraíso posible y real (frente a los artificiales que buscaba Baudelaire). "Todo lo sólido se desvanece en el aire", pero son las ideas, que son aire, las que construyen la vida, que no se desvanece, que se reinventa en cada insuflo. "De lo que no se puede hablar hay que callar", dice Wittgenstein en su Tractatus Logico-Philosophicus: callar con los silencios explícitos que nos impulsan a hablar mejor y más alto. Es el aire que se hace viento, que va del cerebro a los órganos articulatorios (cuerdas vocales, yemas de los dedos) y ayuda a salvar a Helena de las manos de los troyanos como un eco reivindicador de lo que ya se hizo y hay que recordar eternamente.
La imagen de millones de seres como venas de un solo cuerpo, como latigazos sanguíneos hacia un solo corazón, bajo la capa visible de las calles y sus edificios, el universo tron de la vida, concierta los pulsos de un caos con vocación entrópica, una anarquía hacia la armonía de los individuos transmutados en personas.
Las imágenes nos hechizan como espejismos en una sociedad que goza más el carnaval que la semana santa: una sociedad que hace del ojo el pie de rey de las ideas y se pierde en la autocomplaciente satisfacción de lo inmediato y efímero.
Salvemos de Ilión la belleza de Helena, que no sea solo para Paris. Traduzcámosla  a Braille, universalicémosla en sinestesias. Estamos en el inicio de la era postcontemporánea (que sean nuestros nietos quienes les pongan la etiqueta taxonomizadora): desde la Revolución Francesa no ha habido una subversión del orden igual. La libertad, la igualdad y la fraternidad puede tener su espacio y su tiempo verdadero en esta dimensión humana que estamos creando. Cayó el nuevo antiguo régimen: los estamentos enquistados en una única clase social (con muchas gradaciones, siempre con el dinero como rasero) se diluyen, confraternizan libremente en la igualdad de medios que debemos exportar a todos los rincones del mundo. Ilión será testigo de la revolución.

Las imágenes de la palabra

"Una imagen vale más que mil palabras": ese lugar común acaba siendo axioma de una falsedad sobre la que cimentamos nuestra cultura. Las imágenes hay que entenderlas, nos las tenemos que explicar para entenderlas. Imaginamos: esto es: representamos mentalmente, remedamos con los ojos lo que las palabras nos explican desde dentro del magín. Somos imagineros más que captadores de fotografías retinianas: damos formas a las ideas, las vestimos con el ajuar de nuestro bagaje cultural y las damos al mundo. Para verlas sin haberlas creado debemos hacernos de la cofradía o inventar un proceso análogo.

Una imagen contiene mil palabras sin las cuales vale muy poco: una emoción, una impresión... Que también hay que explicar para transformarla en inteligencia emocional. No es iconoclastia: es el "fiat lux" de la esencia humana. "En el principio era el verbo", que se hizo carne: excelente alegoría de nuestra naturaleza. Primero fue la palabra (sin espacio, sin tiempo: proceso mental); luego se hizo presencia física, se tridimensionalizó en el espacio y el tiempo.

¿Una fotografía o una declaración?

Una estantería con un fondo de libros sobre el exilio cultural español del 1939 y la guerra civil. Una luz de posición de una barco descontextualizada. El barco ya no lo es: se ha transformado en pecio. Sus imbornales inútiles y su amura invadida por el agua sueñan a treinta metros de la superficie, frente a la orografía subacuática de Cabo de Cope, en Calabardina. Su babor queda ahora a mi estribor, mi derecha en secano. Sin puente, que vive atalayando la Marina de Cope, entre pimientos y calabacines, sin la señalización de costado, nos ignora en su tumba de vida. Esa luz de posición, en la que aún quedan restos de la pintura azul con la que algún marinero protegió su metal protector en uno de sus varamientos, es ahora el ojo desde el que mira el sueño de su barco. Sin jarcias ya, acoge a los mismos peces que lo alimentaban: él es su cobijo y su alimento. Un barco sin babor porque es ya infinito.


Destierro la luz de babor del territorio del exilio y la pongo, faro y sombra roja, entre don Perlimplín y Marcolfa; ante Federico García Lorca, custodiado por La lírica de una Atlántida juanjamoniana y el Juan de Mairena machadiano. El obispo leproso de Gabriel Miró yace enhiesto, codo con codo, con Diario de un poeta recién casado. Mientras, el pecio, arrullado por el vaivén de un mar de invierno, nos ve desde su lecho de arena, enrojecida la realidad por la óptica de su luz de posición de babor (o de ababol, nos recuerda la cabina del puente de mando que preside la huerta). No puede ver el awelé sustentado por las obras completas de Garcilaso de la Vega porque, horizontales, salen del radio de su mirar.

Como don Estrafalario le dice a don Manolito en el prólogo del esperpento Los cuernos de don Friolera (en un "Marte de carnaval" de hoy hace ochenta y un carnavales), la redención nos vendrá de un tabanque de marionetas, de un retablo valleinclanesco, de una mirada deformadora que armonice contrarios desde una visón de altura sublimadora de bajezas, degradadora de mitos. ¿Con qué ojos nos pensarán don Perlimplín y Marcolfa desde su mirada de cartón? Un barco nos espera en el fondo del océano de nuestra mente.

Son las palabras que contiene la imagen. No son mil, pero sí su aproximación.








domingo, 6 de marzo de 2011

Faro herido de sombra

Echo la jarcia para pescar redes que arrían agua ¿Dónde estás, José María Quiroga Plá? ¿En qué limbo habitas?
¿Alguien te ha visto viviendo en tus libros? Valses de la memoria nos espera en algún cajón ignorado como murió en la oscuridad muda Baladas para acordeón...
Somos náufragos en el mar impuesto de la historia que no pudimos elegir.
A este lado del tiempo, amigo José María, te seguimos esperando. Quien sepa algo, que hable.