martes, 9 de julio de 2019

Neuroposibilidad, amor y pedagogía

Neuropensamiento controlante del ser humano. Positivismo algorítmico de la felicidad ajena experimentada en el cuerpo propio (como un nicho de negocio)





         En un presente futuro no muy lejano (ese que estamos sembrando ahora con una educación lacaya de la incertidumbre segura de mañana) hay ecos del pasado. ¿Cómo imaginarnos sin el lastre estabilizador de la nostalgia por lo conocido?

         En esta ficción lírica, entre socarrona y distópica, una voz de ahora trasplantada al futuro exhorta al protagonista a ser en la cosa que es. En la segunda parte, en tercera persona, describe la situación de la cosa humana. Ni una mención al negocio que arma la trama de una vida tan de ficción y prótesis amplificadoras. La biotecnología y la ingeniaría genética, con una mercadotecnia liberal (plus ultra plus) tan nuestra y necesaria entonces, como el aire que respiramos ahora, tejerán la felicidad de nuestros días futuros inducidos y libres de pesares de homínidos humanistas, expandiendo las posibilidades de ser sin poder ser como nos conocemos.



A Antonio Rodríguez de las Heras, por la esperanza humana que pone en la voz del logos.


A Manuel Rivas, por la poesía que da voz a la voz de lo no bien visto.


A don Miguel de Unamuno, “reloaded”, por lo que sigue sabiendo, significativamente

                           

                                                                 
Entrena tus algoritmos,
pulimenta, bruñe
y estructura
con empatía
el azogue
de tus neuronas espejo
encapsuladas
en binaria lógica artificial.
Recarga tus “soft skills”,
biodescodifica
las piedras de tu talento.
Desemascarada
la paradoja de la felicidad
(la felicidad era esto
que tú vives,
pletórico,
aquí y ahora)
has hecho realidad
la ficción poética guilleniana
y eres, físicamente,
centro de tu alrededor

vacío

Autodidacta
como consecuencia
de la felicidad secuenciada
por el amor de la pedagogía
eres, biónicamente,
la mejor raza humana.



Neuroestimulado
en el neurotiempo;
programado neurolingüísticamente
en el pensamiento computacional,
neuroemotivo;
adiestrado
por la neurociencia cognitiva
mecanicista
de axiomas
medidos en “yotaflops”,
sinestésicamente eficiente
en tu fluir vital
categorizador
de posibilidades
de infinitas coordenadas
espacio-temporales;
visionario jánico
del todo más absoluto,
neuropsicobiológicamente testado;
neurofractal
en tu calidoscopio poliédrico
de tu mente-cerebro
que rinde, en su plasticidad sin límite,
todavía,
solo un mil quinientos por ciento;
electrofísicamente empoderado;
químicamente cultivado como biotopo
(con nuevos neurotransmisores
de laboratorio
para las nuevas fronteras sinápticas
-a la dopamina, la serotonina
y la noraderenalina
se suman neurohormonas
como la discriminafelicianfetamina
o la retroraízhuerfina) ;
neuroholísticamente diseñado;
neuromusicoterapéuticamente engendrado;
neuroecológicamente fabricado
con en neuroptimismo
positivista
más ecuménico
de vocación constructivista:

         así, fruto de tanta sinergia,
a veces, un breve magma de nostalgia
ensombrece tanta luz de progreso

feliz y proactivo.

Paralizado por la lírica no programada,
cierra los ojos, se ensimisma
en una leve brecha
de la evolución,
puerta de Tannhäuser,
y se deja llevar
contando corderos eléctricos soñados.
Su sistema nervioso central,
exógeno,
en una nube de Arizona
panóptica, triangular y lucrativa
(como una gran “tragabitcoins” 6.0)
detecta la osadía humanoide
y activa el “firewall” anestésico
(música mecánica
que activa la epidermis
y eriza su superficie).




“¡Pobre  RoyBattyKVenusland-r2d2!”
-neuropiensa
su padre ciberputativo –

(Traduce la “interface” el suspiro
de la nueva Forma
criogenizada
de Avito Carrascal,
que vaciaron de Materia:
“¡Pobre Luis Apolodoro!”).


La neuropedagogía había vencido al amor esta vez.



viernes, 5 de julio de 2019

Philotheos del logos y los iconos


 
Poeta y filósofo en la ósmosis de la filosofía del lenguaje, a 35 grados. Lógica y lírica, estoicas con vocación hedonista.

 

 

                          "Le génie c'est l'enfance retrouvée à volonté"

Baudelaire. “El artista, hombre de mundo, hombre de la multitud y niño  en El pintor de la vida moderna (1863).

“Der Zweck der Philosophie ist die logische Klärung der Gedanken
                  Wittgenstein.  Aforismo 4.112 del Tractatus Logico-Philosophicus (1921)




Quizá, en una realidad,
que es lo que acaece,
sobre lo que no se puede hablar
es preferible callar.
La ciencia ficción, entonces,
abre universos
de infante que sueña
y pone palabras
paralelas al silencio adulto.
Lo inefable se puebla
de maniobras orquestales en la oscuridad,
de llamadas de Cthulhu,
de manos de hombre invisible,
de horror cósmico,
de bits de Kraftwert
o Aviador Dro,
o de sonrisa de Ladilla rusa
(con olor a brea de calafate).
Tañedor de celemín
de sonido industrial,
convoca como palmeros
a Casto Sendra
y Luis Aguilé.

Filosofía, ciencia, ética y estética.
Vórtex silogístico metalógico
con tirantes
y “happy socks
y coleta  antena
de encuentros en la tercera frase.
(siempre previa a la antepenúltima
en el ágora académico).
Outfit” de peripatético sin pipa
(“Ceci n’est pas une pipe”),
de hedonista epicúreo
émulo, en cuerpo y alma,
de Jacques Tati
en su cian turquesa con ruedas
y polémica cromática.
Exquisito paladar tipográfico
que huye de arcadas no estoicas
cimentadas en Comic sans
y otras aberraciones
abigarrantes.


El paso del logos al algoritmo,
su paroxismo,
te va a pillar de jubileo juvenil,
en tu huerto,
después de tanto enseñar
el otro Rubicón del progreso
en los albores griegos
de la civilización
que tanto entiendes y recreas.

            Herencia dejas.
La alternativa incruenta
la toma la palabra poética.
En ella estará el cuarto de siglo
colmado
de experiencias,
amistad y roce
que marca en la vida
la huella indeleble
de la vivencia.

Sal de la bañera de miel.
Sobre un Alfa Romeo Mito,
sobre un patinete
o sobre tus pies diletantes,
                                               Leblansky,
tintinea a tus anchas 
entre los perfiles con perspectivas
deliciosamente equivocadas
y da luz lógica de expresionismo humano
al paradigma
en el que nos desparadigmamos.





                       Pascual Gálvez Ramírez, 4 de julio de 2019






lunes, 1 de julio de 2019

La vida secreta de las palabras: Palabras de plástico


 
La consciencia ecológica sería un paso de progreso si no tuviera más de reclamo publicitario que de compromiso. El anuncio de Damm es muy bello. "Alma I" viene con la intención de eliminar las anillas de plástico de sus latas, además. Las palabras sintonizan con un "buenrrollismo" que solo será valido mientras cotice en bolsa.

Psicología positiva desde el perfil tópico del filósofo. Maraña léxica generada por la aplicación que, fácil, nos hace felices.




Para Marta Gutiérrez Moya, por su compromiso humano.




MIRANDA-. O wonder!
How many goodly creatures are there here!
How beauteous mankind is! O brave new worl,
That has such people in’t.

PROSPERO-. ‘’Tis new to thee.”

    SHAKESPEARE, The Tempest, acto V, escena 1





         Hay una ecología de la que no se habla porque contamina con las palabras. Palabras como plástico en un mar de comunicación. Palabra-matrioska con su centro vacío: deflación del significado por inflación del significante. Cáscaras al pairo de su valor: continentes con rumbos de precio sin sospechar su destino de pecio semántico.

         Sobrepalabrerío de la sobrecomunicación sin demiurgia fértil. No se hace la luz ni cobra vida ningún Gólem. En la felicidad aséptica (de pasión mediatizada) la palabra abre un canal y la realidad va por otro. Y las palabras crean realidades virtuales y logomaquias. Y la realidad real, intacta, respira y vive ajena a la hipocresía. Lo que se dice y lo que se hace responde a una esquizofrenia sistémica y a independencias dependientes del mercado en el que cotizan. La retórica vacía es humo buenista y las acciones optimizan los recursos para alcanzar los objetivos, que nada tienen que ver con las palabras. O se hipercomunica tanto (un “se” de impersonal refleja en el que nos reconocemos todos como sujeto) que la palabra acaba poniéndonos las gafas para ver la realidad: entonces los matices crean matices y el boca oreja crece en progresión geométrica en juego de espejos digitales que son trampantojos. Pero hay una anorexia en la concepción de la percepción del mundo en sus pantallas negras. El trampantojo del espacio digital es más de palabras de lo que parece. Las imágenes, fijas o en movimiento aceleran la visión, pero las hacemos nuestras y las palabrizamos en pensamiento que hacemos viral. Teniéndolo todo tan  a dedo se nos va de las manos el universo, se hace evanescencia léxica y consumo concreto.

         Desfondados. No, que el fondo es la forma ya: no hay fondo, nuestra realidad es insondable y abisal. Pero ese infinito tiene una superficie táctil, una “interface” de ilusión óptica que concreta en simulación una realidad menos real que la digital de quinta generación.

         La palabra se hace una madeja sin Ariadna, un ovillo sin literatura en un laberinto con Minotauro hecho videojuego, realidad aumentada, realidad mejorada, mentira 3D inmersiva. Palabra sin raíz, sin etimología, falsamente trasversal, manipuladoramente horizontal. El nuevo salvaje habita en una selva de dígitos y no en el bosque símbolos de Baudelaire. La hipnopedia opera desde la vigilia y es droga legal y administrada por los centros docentes.  Y la libérrima nueva libertad poco tiene que ver con la del lema revolucionario francés (aunque desciende de sus consecuencias): esta libertad que nos venden delega la responsabilidad de quienes la controlan en quienes la pueden ejercer, esclavos de esa libertad. No es libertad: es neolibrealbedrío en las fauces amébicas de un dios postnietzscheano resucitado y volátil (con cuenta concreta en un paraíso fiscal).

         La sociedad global (con sus miserias locales) es un claustro convertido en patio de vecinos. La cháchara llena de ínfulas, la locuacidad de retórica hueca apuntalada con muletillas y trufada de palabras baúl y tópicos es establecida por los canecillos hieráticos. Hablan por no callar, para combatir el “horror vacui”: el vacío acaba llenándose de vacío léxico saturado de mantras en cápsulas.
         Pantallas de vigilancia en el nuevo mundo que, paradójicamente, sí es un mundo feliz. Tan feliz que cada persona se hace individuo y compra su propia cárcel abierta a un mundo sin límites. Y se preocupa de actualizar al segundo su estado, de conseguir el último terminal, de mantenerlo cargado para ser controlado desde la pantalla en la que ve mientras es visto. Machado nos lo advirtió: Juan de Mairena para los excesos verbales; sus proverbios y cantares para la evidencia ciega (“El ojo que ves no es / ojo porque tú lo veas / es ojo porque te ve”). Orwell y Huxley “reloaded”: la distopía hecha futuro que es presente. Y la palabra como camarera de la imagen y la imagen como eficiente eslogan del poder atomizado (un ramo gaseoso empuñado por los que ambientan de pseudolibertad la libertad).

         Para entendernos tendremos que volver a consensuar la definición de “ser humano” (en sus dos interpretaciones: como verbo predicado y como sustantivo adjetivado). Porque no es lo mismo ser humano ahora que hace medio siglo. También la palabra ha cambiado: de vínculo y compromiso ha pasado a ser entretenimiento para conseguir, por otros medios, prebendas facilitadoras de la nueva felicidad. También tenemos que negociar la definición de “felicidad” o “conocimiento”. Y quien gestione la discusión para llegar a la intersección no ha de ser un lingüista ni un filósofo. La nueva clave de bóveda de la humanidad está en manos de los “coach”, las nuevas sirenas, o centauros o quimeras, de la modernidad gaseosa. De su interpretación de la lengua nace la posibilidad de acción, por encima de la realidad. Porque es la palabra la que genera realidad. De la ficción realista de la picaresca del siglo XVI a la demiurgia de la eficiencia por el autoconocimiento que provoca, desde la imaginación, realidad. Las emociones (miedo, rabia, alegría, amor, asco, tristeza) se deben trenzar con los sentimientos (esos estados híbridos entre lo sentido y lo pensado). Y cada persona debe controlar sus fortalezas y sus debilidades para, evitando siempre lo negativo, somatizar la actitud ante la vida, con la respiración como válvula de control. No hay problemas: son oportunidades de crecimiento. Hay que focalizar el cambio, apuntar siempre qué hacer y nunca el dejar de hacer. Vemos en los demás lo que ya conocemos (o debiéramos conocer) en nosotros. La inteligencia emocional nos da herramientas actitudinales (competencias, destrezas, habilidades, talentos…): “soft skills” o “hard skills”. Palabras. Pero palabras que no pueden ser etiquetas porque determinan comportamientos, estigmatizan, cuelgan el sambenito. El amor infinito, en sus infinitas manifestaciones, es la solución. “Omnia vincit amor”, pero en formato telepredicador o misa evangelista o “ted talks” o tutorial. Palabras.

         Algoritmos. La “profesionalización” del “acompañamiento” empático, asertivo y dialogado. El paroxismo logopráctico, la lexicalización de la eficiencia “ad talentum”, la cuadriculación emocional de la pedagogía en logopedagogía, la poliedria inabarcable de las relaciones interpersonales está pidiendo hacer un Wittgenstein (de la primera época): en su filosofía del lenguaje en el Tractatus Logico-Philosophicus (1921) concluye diciendo que sobre aquello que no se puede hablar es mejor callar. Lo contrario que propone como terapia social la programación neurolingüística con su cosmética aparentemente científica de la palabra, en tiempos de hologramas, de dispersión de los criterios, de hiperrelativismo moral y de falsa autonomía (porque la autolegislación nos lleva a una anarquía irresponsable de ombligos sedientos de yo). Palabras maquilladas por quienes venden un futuro incierto, de profesiones que todavía no se han inventado, de perfiles personales por diseñar, pero que hacen del humo un producto final que los desorientados ciudadanos del futuro puede comprar ya en forma de cápsulas en cómodas dosis.

         Próspero es un duque obligado a ejercer de mago en una isla a la que llega tras un naufragio. Miranda en su hija. La belleza humana del nuevo mundo al que llegan está mediatizada por la magia, como en este mundo feliz lo está por las palabras de plástico que modelan unos perfiles requeridos por la industria global que es ya el mundo. Próspero controla a Calibán y a Ariel con su palabra. Eso hacer perder de vista el problema real: que ha sido desterrado. Cuando recupera su poder, abandona los libros y la magia. Cuando el mundo responda a los intereses comerciales a los que todos estamos contribuyendo con nuestro silencio, la palabra, tan útil ahora, pasará a mejor vida, después de su arrinconamiento universal en inglés políglota.