Neuropensamiento controlante del ser humano. Positivismo algorítmico de la felicidad ajena experimentada en el cuerpo propio (como un nicho de negocio) |
En
un presente futuro no muy lejano (ese que estamos sembrando ahora con una
educación lacaya de la incertidumbre segura de mañana) hay ecos del pasado.
¿Cómo imaginarnos sin el lastre estabilizador de la nostalgia por lo conocido?
En
esta ficción lírica, entre socarrona y distópica, una voz de ahora trasplantada
al futuro exhorta al protagonista a ser en la cosa que es. En la segunda parte,
en tercera persona, describe la situación de la cosa humana. Ni una mención al
negocio que arma la trama de una vida tan de ficción y prótesis amplificadoras.
La biotecnología y la ingeniaría genética, con una mercadotecnia liberal (plus
ultra plus) tan nuestra y necesaria entonces, como el aire que respiramos ahora,
tejerán la felicidad de nuestros días futuros inducidos y libres de pesares de
homínidos humanistas, expandiendo las posibilidades de ser sin poder ser como
nos conocemos.
A
Antonio Rodríguez de las Heras, por la esperanza humana que pone en la voz del
logos.
A
Manuel Rivas, por la poesía que da voz a la voz de lo no bien visto.
A
don Miguel de Unamuno, “reloaded”,
por lo que sigue sabiendo, significativamente
Entrena tus
algoritmos,
pulimenta, bruñe
y estructura
con empatía
el azogue
de tus neuronas espejo
encapsuladas
en binaria lógica
artificial.
Recarga tus “soft skills”,
biodescodifica
las piedras de tu
talento.
Desemascarada
la paradoja de la felicidad
(la felicidad era esto
que tú vives,
pletórico,
aquí
y ahora)
has hecho realidad
la ficción poética
guilleniana
y eres, físicamente,
centro de tu alrededor
vacío
Autodidacta
como consecuencia
de la felicidad
secuenciada
por el amor de la pedagogía
eres, biónicamente,
la mejor raza humana.
Neuroestimulado
en
el neurotiempo;
programado
neurolingüísticamente
en
el pensamiento computacional,
neuroemotivo;
adiestrado
por
la neurociencia cognitiva
mecanicista
de
axiomas
medidos
en “yotaflops”,
sinestésicamente
eficiente
en
tu fluir vital
categorizador
de
posibilidades
de
infinitas coordenadas
espacio-temporales;
visionario
jánico
del
todo más absoluto,
neuropsicobiológicamente
testado;
neurofractal
en
tu calidoscopio poliédrico
de
tu mente-cerebro
que
rinde, en su plasticidad sin límite,
todavía,
solo
un mil quinientos por ciento;
electrofísicamente
empoderado;
químicamente
cultivado como biotopo
(con
nuevos neurotransmisores
de
laboratorio
para
las nuevas fronteras sinápticas
-a
la dopamina, la serotonina
y
la noraderenalina
se
suman neurohormonas
como
la discriminafelicianfetamina
o
la retroraízhuerfina) ;
neuroholísticamente
diseñado;
neuromusicoterapéuticamente
engendrado;
neuroecológicamente
fabricado
con
en neuroptimismo
positivista
más
ecuménico
de
vocación constructivista:
así,
fruto de tanta sinergia,
a veces, un breve magma de nostalgia
ensombrece tanta luz de progreso
feliz y proactivo.
Paralizado por la lírica no
programada,
cierra los ojos, se ensimisma
en una leve brecha
de la evolución,
puerta de Tannhäuser,
y se deja llevar
contando corderos eléctricos
soñados.
Su sistema nervioso central,
exógeno,
en una nube de Arizona
panóptica, triangular y lucrativa
(como una gran “tragabitcoins” 6.0)
detecta la osadía humanoide
y activa el “firewall” anestésico
(música mecánica
que activa la epidermis
y eriza su superficie).
“¡Pobre RoyBattyKVenusland-r2d2!”
-neuropiensa
su padre ciberputativo –
(Traduce la “interface” el suspiro
de la nueva Forma
criogenizada
de Avito Carrascal,
que vaciaron de Materia:
“¡Pobre Luis Apolodoro!”).
La neuropedagogía había vencido al
amor esta vez.