A Mariam Guerreiro y Andrés García
por la portuguesización de una noche de verano en
la bahía de Águilas, en la anchura de la poesía.
Hay letras que vienen mucho
después de la música que las sustenta. Casi siempre es así: la música ahoga con
su mensaje inmediato lo que las palabras nos quieren decir, a una velocidad no
epidérmica.
Hay
una hipérbole amorosa en este texto de Amália Rodrigues que nos viene desde las
jarchas. No hay que leerlo desde la sumisión femenina, que le hacer perder la
fuerza con que la voz portuguesa lo viste. Pensemos que quien reclama esa
lágrima es un hombre, una persona despreciada que ama sin ser amada, que quiere
querer sabiéndose no querida y perseverando en su amor. Hasta sor Juana Inés de
la Cruz (1651-1695), en su juego poético, lo vio al plantear la paradoja en su
romance “Que resuelve con ingenuidad
sobre problemas entre las instancias ente la obligación y el afecto”:
“Quien ama porque es querida,
sin otro impulso más noble,
desprecia al amante y ama
sus propias adoraciones”
Amar ya conduce al deseo de ser amado, aunque este
horizonte esté lejos: está presente en el acto mismo de amar. Amar es el todo:
ser amado la propina. Queremos para querer, no para ser amados. Es el egoísmo
más altruista que existe. Pero la esperanza de ser amados se planta en el
querer amar. No queremos que nos quieran sin querer antes: el motor de esa
fuerza está en un yo que ama y espera el regalo de la correspondencia, siempre
después.
Todo
puede ser más físico, también (y no menos trascendente): un deseo que se clava
y duele en su insatisfacción y una agonía sexual, sobre el chal extendido, que
reclama la lágrima seminal como daga de la muerte más dulce. Lágrima cóncava o
convexa.
Intensidad en menos de cinco
minutos: toda una historia concentrada en una voz que repite los versos para
hacer de su eco una tregua a la urgencia. El corazón del fado nos hiere con su
tristeza dulce: explica con su oxímoron lo que las palabras no saben trasladar
desde la vida. Puede hacerse y sentirse: si quiere decirse, esta es una buena
fórmula.
Ahora cierra los ojos
(búscate desde dentro) y déjate llevar
por lo que vas a oír. Tres universos de un mismo universo, a redrotiempo, como
buscamos la fuente de los ríos en los mapas.
Lídia Pujol, Mayte Martín y Dulce Pontes secuencian la lágrima "in crescendo"
Dulce Pontes, ya en solitario, nos regala su versión de 1995
Y, para acabar, la autora, Amália Rodriguez, desde al portada del disco de 1983.
Cheia de penas me deito
E com mais penas me levanto
Já me ficou no meu peito
O jeito de te querer tanto
Tenho por meu desespero
Dentro de mim o castigo
Eu digo que não te quero
E de noite sonho contigo
Se considero que um dia hei-de morrer
No desespero que tenho de te não ver
Estendo o meu xaile no chão
E deixo-me adormecer
Se eu soubesse que morrendo
Tu me havias de chorar
Por uma lágrima tua
Que alegria me deixaria matar
E com mais penas me levanto
Já me ficou no meu peito
O jeito de te querer tanto
Tenho por meu desespero
Dentro de mim o castigo
Eu digo que não te quero
E de noite sonho contigo
Se considero que um dia hei-de morrer
No desespero que tenho de te não ver
Estendo o meu xaile no chão
E deixo-me adormecer
Se eu soubesse que morrendo
Tu me havias de chorar
Por uma lágrima tua
Que alegria me deixaria matar
Letra: Amália
Rodrigues / Música: Carlos Gonçalves (1983)
Llena de penas me acuesto
y con más penas me levanto.
Ya se me clavó en el pecho
esta manera de querer tanto.
Siento para mi desespero
dentro de mí el castigo:
yo digo que no te quiero
y de noche sueño contigo.
Si considero que un día he de morir
no desespero por dejarte de ver.
Extiendo mi chal en el suelo
y me dejo adormecer.
Si yo supiera que muriendo
tú me habrías de llorar…
Por una lágrima tuya
(¡qué alegría!), me dejaría matar.
(¡qué alegría!), me dejaría matar.
(traducción
de Pascual Gálvez)
¿Has
llorado? Entonces has amado…