En la cima, crece el paisaje en tu mirada. |
Ahora está
sonando Daphnis et Chloé de Maurice
Ravel (1909-1912, aunque viene del siglo III antes de nuestro cero, de la
imaginación de Longus), pero ayer a esta hora era otro el paisaje sonoro que me
vestía. Otra era la sinfonía coreográfica: la pastora era la estribación
aguileña que va del Nido del Cuervo al Pico de l’Aguilica y el caballero, yo.
Un dragón seductor como una pastora. Un pastor de palabras en bañador disfrazado
de caballero.
Una cigarra
cosía con largos pespuntes el horizonte. A veces no se acordaba y el hilo se le
hacía infinito antes de otra pasada. El sol, alto todavía, daba alas al canto
del grillo, todavía mudo. Era la cigarra timbalera dueña del aire.
El primer
haiku, a lo Matsuo Basho, retiene un retrato del presente. El segundo, para
compensar el calor estridulante, adelanta, como aire acondicionado lírico, el
frescor de la noche que ya habita en la torridez contumaz y abrumadora.
Es una lección
de vida. La insatisfacción se satisface si se quiere fluir por ósmosis: en cada
acto vive su contrario en simbiosis. Por eso la cigarra del día corteja al
grillo de cada noche.
Este día de
cigarras y grillos me va a durar todo el invierno.
Bajo
continuo,
la cigarra achicharra
plomo en agosto.
*
Jazmín sonoro,
grillean las estrellas
paz de rescoldo.