San Valentín, médico romano metido a
sacerdote casamentero a contraley, lupercálico, visita cada catorce de febrero
los parques sobre una nube de cupidillos armados.
Ella había salido de casa con su animal
de compañía domado. Él había hecho lo propio. No se conocían. Y coincidieron en
los jardines. Sus mascotas, sin ataduras, se encontraron.
Solos en el parque, él y ella, se dieron rienda suelta, heridos y gozosos.
Sus animales domésticos intimaron hasta conocerse bíblicamente, tras un seto, asaeteados.