El gallo, metalizado por Manuel Coronado, seguía cantando, con el pez de su orgullo en el pico, al mediodía. |
Despierta el
sol. Es necesario correr hacia poniente para perseguir tu sombra. Jazmín,
saladares, salitre y algas rescatan ausencias de
aromas, otras sombras que te persiguen como estelas de tu esencia, sobre las
que navegas hacia el que quieres seguir siendo. Callan grillos y cigarras en la
frontera de su cambio de guardia: un gallo perfora la sinestesia del tiempo y
trae entreverada en su melodía la sirena de la estación.
Con la
globalización lo importante se hace más pequeño, se diluye hasta dejar de ser.
Pero el gallo insiste en reivindicar su poder desde la atalaya sonora de aroma
a recuerdo.
Aria
del gallo.
Un
tiempo amortajado
vela
su canto.
En un país sin nubes, ahora nublado, la torreta de focos de la estación ya no canta la luz que cantaba |
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