Cuanto más le globalizaban el mundo, más le
apetecía agazaparse en su rincón.
Había llegado a ser poliédrico: de una
poliedria fractal y camaleónica, forjada en infinitos reciclajes actualizadores.
De crecimiento personal con “coach”
escudero en una época de molinos de tiempo. De emprendimiento multimedia y
automercadotecnia. De “mindfulness”
holístico sinecdóquico. De paralenguaje en inglés. De retórica de la persuasión.
De economía colaborativa. De sinergia cognitiva. De “influencer youtubero” pionero de las “flipped classrom” más competencializadoras. De “instagramer” monetizador de instantes. De gestor cultural “online” de realidades aumentadas “offline”. De diseñador de aplicaciones
mágicas. De macramé, abrazoterapia y basorexia virtuales…
Pero el mundo era tan ancho y ajeno, de
tan suyo como se lo habían vendido, que prefirió el compartimento estanco de su
celda, la isla sin pájaros de su habitáculo. Desde ese espacio y tiempo
concretos ha empezado a hacerse suyo, sin egoísmo, abierto al universo.
Pero tampoco le bastaba para compensar
tanto exceso y aceleración. Así que se ha hecho derviche, místico que yerra
sobre su eje para centrar su alrededor.
Touché... i perdona el galicisme -un luxe entre els anglicismes-... ;-)
ResponderEliminarTouché... i perdona el galicisme -un luxe entre els anglicismes-... ;-)
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