Discurso del callar frente a tanto silencio mediático de pantallas táctiles en las que solo se toca la nada. Alzamos la vista y la bóveda de azogue infinito, ¡qué agobiante desde el reflejo metálico de sus añicos! De nada sirve un adjetivo si no tiene un nombre que lo sustente y lo substancie: el espacio sublime no cabe en una pantalla, fin ya que eclipsa su camino de puente hacia nosotros. Paisaje sin olor. Cuarto estado de la materia: ni sólido, ni líquido, ni gaseoso: virtual, como espuma o burbuja.
Dos horizontes: el de la realidad y el de la pantalla.
“Lo mejor siempre está por hacer”-pensó el agónico poeta en su lecho de muerte.
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Buscas un yo de recambio para este yo. Pero no puede ser un tú.
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Frente a la obsolescencia programada, la resilencia improvisada como un “carpe diem” sisífico.
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La intuición no es más que conocimiento infuso: la vía iluminativa del destello implosivo.
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Miro a tu hija en tu cama, plácida repetición de tu pasado proyectado hacia una promesa de futuro, y me sorprende, una vez más, la vida que somos.
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Así, cebolla de gabardinas, exhibes lo que ocultas: ¡Inhibicionista!
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Transmutación ortográfica; operación de cambio de sentido:
“Banal”, “vanal”: vacío a fuerza de ser común. La banalidad se alimenta de muchos espíritus vanos que convergen, en masa, a anular a las personas para transformarlas en individuos que se vanaglorian en su hueco: su vanidad y devaneos ensanchan la banalidad.
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Intermitencias cordiales: despojos del amor del pálpito, derroche vital en el sumidero de la soledad.
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Adolescencia: prisión de la libertad del querer ser libre.
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Encuentro realmente brillantes el de la cebolla y el de los adolescentes. También está muy bien construido el de "banal" y "vanal".
ResponderEliminarSu brillo, querido Eduard, es un pálido chispazo de poesía entre los resplandores de oropoel del prosaísmo frenético en que vivimos. Detenerse en la duración de estos destellos requiere aquello que no se tiene (o no queremos tener porque lo urgente,como se dice, fagocita lo importante: tiempo para pensar y vivir, también, en ese pensamiento. La fórmula de este género poético (si me lo permites),quiere dar pie a lo que no concluye: pretende esbozar lo que el lector (si lo hubiere)puede crear sobre su sugerencia. Como un espejo, estos brillos esperan su reflexión (que la refracción es cosa de críticos y ya es demasiado pedir al lector)
EliminarGracias por detenerte en estos limbos.
Sí que se ha complicado la comunicación, querido Ábradas, desde que no estoy entre vosotros: permitir que el horizonte miope de la pantalla no os deje vivir el horizonte que esta oculta me parece, desde mi visión de altura, un error.
ResponderEliminarTu literatura, por otra parte, muere en la propia coyuntura que la propicia: el medio que te estimula a escribir anega tu palabra de silencio. No te desamines: lo importante es escribir, aunque muchas veces tengas que impostar la arrogancia de pensar que tienes algo que decir.
Estos destellos, como los otros que nos has regalado hasta ahora son, creo, una llave para entender algo mejor el mundo porque iluminan zonas en sombra o demasiado iluminadas y, por ello, ignoradas por conocidas.
controviertes el sentido común,
ResponderEliminareso me gusta
saludos
Contravenir el sentido común es siempre, querido masletrasarte, un ejercicio de sentido: lo común no es negativo por sistema, pero tiende a adocenarse, a transformarse en inercia y con ello en distracción. La poesía puede devolverle a la mirada lo adánico: y cuando ya no se es un niño, el esfuerzo de reencontrar esos ojos ingenuo puede devolvernos la ilusión de mirar.
EliminarGracias por pasarte por estos limbos.