La vida es, a veces, un gesto largamente preparado. Interpretación de una fotografía de Manuel Morales. |
Homo faber. Homo sapiens. Evolución desde el instinto a su conceptualización, hasta este conseguir (no siempre) llegar a materializar lo que previamente se ha pensado. En la frontera habita el homo escribens: la especie que verbaliza lo que piensa sin necesitar llegar a hacerlo para vivirlo. Pero la raíz siempre está en la vida: la leída o la vivida. En los días de dios se proyecta la sombra de la noche del hombre: la oscuridad de los días del hombre busca, a veces, el día eterno de Dios. El homo escribens también dice lo que la etimología dice en lo que él está diciendo, desde el fluir agolpado de lo que quiere decir y ya se ha verbalizado. ¿La palabra es siempre palabra revelada? Hay en todo discurso herencia y proyección hacia el futuro. Y un poco de inevitable y promiscuo presente.
La lengua puede ser una trinchera de enemigos: los que se parapetan en ella contra las ofensas de la vida, a lo Cesar Pavese; los que la tunean para enajenarse en ella y dejar de vivir fuera de su reino literario.
La palabra propala. Por eso estos destellos. Porque viviendo en literatura, una parte te la explica la vida y otra la obra en la que habitas mientras lees.
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Redes sociales: autoestima delegada. Expectativa de amor cósmico pendiente de una pantalla ante tu corazón.
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El “carpe diem” mal gestionado acumula las hipotecas de la felicidad.
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¿Es la vida una larga masturbación cuyo orgasmo es la muerte?
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El ganar siempre está preñado de pérdida. Que la pérdida geste victorias (y que estas no sean pírricas) ha de permitir al hombre progresar en la simbiosis sinérgica entre lo engendrador y lo engendrado.
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Viernes santo en la aldea global: pensar en el ayuno mientras se come en McDonals.
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Saber todos los idiomas para no a hablar en ninguna lengua y poder comunicarse.
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Mirar el horizonte petrificado para abolir el tiempo: en ese espacio es imposible la vida.
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Nada envejece más que la actualidad ahora.
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Llorar ante la ruina prevista permite ensayar el llanto, preparar la puesta en escena de la desgracia.
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En el fondo del silencio: la palabra.
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Sí, querido Ábradas: la palabra en el fondo del pozo del silencio, sepultada bajo toneladas de ruido mediático que finge decir. No se podía decir mejor. En mi Morir al día y La realidad reflejada quise cifrar esa obviedad en unos cientos de sonetos y sonetillos, que matizaban otros detalles sobre los que vuelven tus destellos.
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