Los hijos pueden, a veces, ser su propio reflejo de padres: no se miran porque no se pueden ver (estan ahí, pero en un tiempo que todavía no ha llegado) |
A
Gabriel Navarro, Sebi Moltalbán y, esencialmente,
a
Paula Navarro Montalbán, destello.
Tiene la vida sus coyunturas y de
esa intersección de caminos sacamos los destellos para iluminarnos y aprender a
ser en el estar.
El texto que sigue no quiere decir
más de lo que les dijo a los que estaban allí. “Allí”: deíctico de la
circunstancia que nos permitió ser porque pudimos estar y transferir esa
sustancia que es la vida cuando se puede compartir. Es la potencia épica que
vive en el centro de toda lírica.
No digo más: que lo de menos es lo
que se dijo y lo más lo que se hizo y lo que se gestó en el decir y el hacer.
Esto es un eco de lo vivido en Los Estrechos: una voz que sobrevive a la luz
cegadora de un tiempo que todo lo iguala a la más clara nada.
Una transferencia para los elegidos:
ungidos por la relación que nos regala la encrucijada.
Epitalamio
marino
(desde
dentro del mar)
¡Buenas
tardes!
Soy
Paula y os hablo desde donde os siento sin que me veáis, todavía. Cuando podáis
verme ya no recordaré nada de lo que os voy a decir, pero ese olvido será mi
esencia. Rodeada de agua, en este mar interior que habito, celebro vuestra
celebración al ritmo de esta bomba peristáltica que es vuestro corazón. Sí,
Paula: la que no soy por lo que todavía no sé. Aunque ahora cultive esta rosa
del corazón, campesina en el otro lado de la fachada del mar. Soy Paula:
semilla de una narración, columna vertebral del agua.
En
este mar amniótico busco sin prisa el bautizo de la luz: mi naturaleza anfibia
tiene aquí las raíces que me darán alas. Soy la mejor buceadora, me preparo
para pasar del claustro materno al claustro marino. Sé que mi padre, maestro en
vaivenes, reeducará mi respirar: sé que necesitaré llenar mi boca de agua
salada cuando visite con él lo que el mar oculta, que tendré que aprender a ser
aire también desde el cordón umbilical de agua que seguiré siendo.
Ser vaivén de mar y amor: cultivar el
tiempo para florecer y ser centro de vuestro alrededor. Estamos gestando una
trenza de tres cabos hacia un futuro muy nuestro. Sebi, Paula, Gaby: paralelos
que convergen por la torsión amable del amor que siempre se estrena en cada
nudo de besos y abrazos. Soy ese centro trenzado por vuestro alrededor; imán de
amor que os quiere encontrar también en los polos opuestos, precisamente.
El
mar esconde más que enseña. Como el amor. Hay que saber darle la vuelta para
aprender a ser en él: vivir su fondo como una superficie invertida que nos
acuna.
Dice
Vinicius de Moraes que el amor es eterno mientras dura. No habla de tiempo:
habla de la duración del tiempo, de su calidad, que no admite cronómetros. El
amor es agua, no llama. Es el fluido sanguíneo el que tatúa en la piel los
dictados del corazón, no su lumbre: la capilaridad varicosa dibuja el amor en
su frontera, pero solo los ojos de la intimidad pueden disfrutar de ese cuadro
epidérmico, largamente contemplado, degustado en el dejarse ser. El mapa de los
sentidos abre caminos que siempre os llevan a vuestro centro. Yo seré su herencia
sentimental.
Que
este seguir siendo que sois hoy quiera seguir siendo en su duración. Que la
usura de la costumbre no corrompa la epifanía de cada encuentro, siempre por
inaugurar, orlado siempre por la ingenuidad del darse para ser más rico en cada
entrega. Os espero al otro lado de este yo hilvanado, en la comunión de ser.
Un
lazo de aire se detiene en estas tierras de agua fagocitadoras de luz. Ha
pasado: os queréis. Está pasando: os amáis.
Vosotros,
zahorís, me esperáis afuera: yo os espero
desde dentro, mecida en este sueño de promesa, desde estas aguas de mi vuelo
hacia vosotros.
Águilas,
sábado 28 de septiembre de 2013
Ummmmm, ¡esto es un canto al futuro desde el presente más recóndito!
ResponderEliminarLástima que, como dice Paula, no podamos recordar las sensaciones prenatales porque sería otra historia. A pesar de ello y de que no podemos recordar los primeros 3 años de nuestras vidas es curioso como este periodo nos forma como personas futuras...
Que la celebració de l’amor, estimat Galderich, pugui fer-se des de l’interior de la panxa d’una mare és, pròpiament, una declaració poética. Que aixó pugui ser un “discurs” dins un acte on, oficialment, dues vides prenen un mateix camí, encara ho fa més intens. Perquè el compromís entre ells era anterior al ritus social… Paula té ara una paraula que, esperem, no perdi amb el suposat seny que atorga la vida fora del claustre matern: diu el que sap i sap que serà el que ara sent i diu, encara que no ho recordi després. Era un recurs literari per celebrar el nódul seminal de l’amor: amarar de poesia la vida hauria de ser l’ofici de totes les Paules. Era poesía que ha esdevingut desig vital.
EliminarGràcies per ser-hi a l’altra banda d’aquesta pantalla i ben aprop, a la vida, sempre.
Curioso discurso, Ábradas. Texto “ad hoc” que, sin embargo, no precisa de contexto para poder ser asumido. Podría parecer un merengue, leído desde una espartana eficiencia comunicativa, pero un merengue denso, en todo caso. Yo como diabético que he sido (ahora puedo permitirme el lujo de decir que no lo soy) he satisfecho mi hambre lírica con él. Fue una transferencia y ahora, lejos ya de la realidad que lo motivo, es mucho más: una oda en prosa poética a lo que todos hemos sido: promesa de los que seríamos. La cita bíblica queda corregida: del agua venimos, en el agua habitamos y hacia el agua navegamos.
ResponderEliminarPor cierto, has vuelto a coincidir con tu querido poeta Carlos Marzal: la imagen que centra tu texto es la misma que vertebra el poema “Nasciturus” de su libro Metales Pesados. Tómatelo como un cumplido, una vez más (y espero que te siga pasando en esa convergencia que te demuestra, con cada coincidencia, que puedes leerte sin escribirte porque Marzal ya estuvo allí antes). Claro que, después de Homero o Baudelaire, ¿qué nos queda por decir a los poetas? Pues eso, transferir, modestamente, vida a la vida gracias a la palabra, reinventándola en cada cruce vital que ellos ya no puede vivir, pero nosotros sí.
Tiene, don José María, como siempre, mucha razón en lo que ve. Me fastidia y me enorgullece, a partes iguales, esa coincidencia con Carlos Marzal. En el fondo, formular una experiencia vital en clave poética es, casi siempre, una forma de asumir el mundo, no de contarlo. Pero cuando uno da el paso, entre lo recatado y lo exhibicionista, y lo fija por escrito y lo comparte, da no sé qué sentir que alguien ya lo dijo. Y es absurdo venirse abajo: todo se ha dicho ya. Si no hay usura en la coincidencia, esta ensancha la idea como correlato objetivo. En fin…
EliminarSer de agua, querido don José María: esa es la clave para, desde su adaptabilidad, fluir por todos los cauces que la vida abre. Lo del “merengue”, aunque no lo crea, lo he pensado muchas veces, pero no me resigno a leer las experiencias desde la sensibilidad que la lengua me ofrece y la prisa comunicativa me quiere arrebatar. Caer en la afectación meliflua es un riesgo que quiero correr, sin dejarme nunca arrastrar (eso intento) por el canto de sirenas de una retórica vacía. Iba a hablar de Lorca, pero me lo callo, que ya estoy haciendo oposiciones para hacerme eterno.
Gracias por seguirme desde donde quiera que esté.
Gran entrada, aunque me temo que no he sido capaz de percibirla en toda su amplitud. Sin embargo, entiendo el grueso del mensaje ;)
ResponderEliminarLa “amplitud del mensaje”, querido Eduard, siempre queda al pairo de la interpretación. Y eso justifica siempre la escritura. Una ráfaga de destellos como la que recoge esta entrada (con su correspondiente salida, desde la que cada uno de los lectores la recibe) se pierde, necesariamente en la distancia que va desde que se vivió hasta que la lectura la restaura. Yo, que la he escrito, quizá la entienda de otra forma cuando la lea lejos del personaje distinto y distante que ya seré.
EliminarLo que hayas hecho tuyo, tuyo será. Lo que quise decir importa menos.
Gracias por seguir paseando por estos Limbos.