lunes, 13 de julio de 2015

Romance sonámbulo: el placer de la geometría del caos.



Amoraguados, para rendir culto, por fuera y por dentro, al agua que somos al fluir.




                           
A Pilar, como torpe lenitivo a las noches que la vida le ha robado al amor.
A Pilar, por lo que sabe y por lo que calla.


         También la vida tiene su retórica. La pide para expresar lo que siente. Ósmosis de farallón y mar, por ejemplo. Sexo: “memento mori”. Golondrinas que, átomos de gas loco, ocupan el máximo espacio de su vuelo, tricotando el aire en azar medido.

 En el papel cabe todo: en la realidad, no. Por eso se buscan en la poesía.






Maraña de alambre oscuro
en la fragua del deseo
ordena sus cabos locos
que son guía de destellos.

         El caos halla su sur
en la luz de su desfuego:
alambique ovillador
que quintaesencia el deshielo.

         Es preciso desquererse
para destilar viveros
que adanicen el cultivo
sobre el que volver enhiestos.

         Es todo agua su canto,
entroja la vida vuelos
de noria multicentrada
que se exilian en besos.

Busca espíritu la boca,
se deja ir desde adentro.
La piel contiene a la carne,
permite los escarceos

         que una plétora difusa,
faro cegado de puerto,
negaría a la ósmosis
necesaria del encuentro.

         Cicatriz de la raíz,
herida abierta a su peso:
dulce lucha que nos hace
dos pecios sobre un lecho.
                               

                               

martes, 30 de junio de 2015

Voluptas I




                            A  Gabriela Amorós Seller, por tanto.


                                               salí sin ser notada,
                                                estando ya mi casa sosegada

                                               San Juan de la Cruz. “La noche oscura”




                                               “Ven
                                               corporízame como yo te almo”


Gabriela Amorós Seller. “Una carta enviada al cuerpo”, “Destellos 32” en La Fragua Cero. Madrid: Izana editores, 2014.
                                     

         Platonismo carnal. Cuando el alma y el amor se encuentran destilan placer: “hedoné”, “voluptas”. Goce en su sentido más trascendente, casto y bello. Sus rosas rojas anuncian a Venus. Y todo lo contiene la gracia del cuerpo almado, del alma corpórea de la mujer en la eclipse de luz de su ser también desde fuera. Psique y Eros se trenzan para florecer en el sexo de pétalos dobles.

       Erotismo, mística del sexo en la frontera íntima, en el querer encontrarse en el dentro desde el afuera. La gavilla de vida que se desgavilla, solidez que se licua para ungir. Invitación a sorber la caña de los huesos dulces, sin tocar: ver es epifanía.



      Marcar la entrada, dar voz, contornear los labios para dejar franca la salida.




        Buscar los vértices romos, ensanchar el paso de la ósmosis, entretenerse en las esdrújulas.




         Ir más al fondo, no conformase con el portal, explorar lo interior.



     Ya dentro, entrar y salir, emborronar palabras, confundirlas para mezclarlas, crear acrónimos que cifren lo inefable, cantar onomatopeyas.



        Querer tocarse por dentro, compulsivamente, ser toda dedos curiosos e ingenuos amantes del caos que provocan, desparramar sinalefas como fuegos artificiales, gozar los hiatos.



         Desmadejarse, finalmente, agarrarse el libro del sentir que todo lo ha sabido decir: haber sido alma abonada, sinécdoque sensual, creatividad de la repetición de estimulantes matices. Haber sido isla del instante en el mar del momento, en el cosmos de la nada; vértice pleno que vuelve al valle cóncavo de querer volver a ser deseo saciado.


 *

        Marte, vencido por la emoción, voyeur, como un animal herido, se recoge al amparo de la contemplación sublime y humana, uncido a su belleza, en acción pasiva pletórica de actividad espiritual.




         Alma de papel, letras que buscan en lo digital y encarnado la luz que les de cuerpo, aire, vida. Carta urgente sin prisa que ha remitido un castillo de naipes al deseo, volutas y arabescos a la emoción desbocada que han dejado su casa sosegada.







Todas las imágenes son de la artista  Jen Mazza (Washington, 1972), de su serie de cuadros “Red letter”. He alterado el orden para secuenciar otra narratividad. En estos enlaces la podéis encontrar: