miércoles, 17 de julio de 2013

Haikus X

L'oeuf et la coquille (1920) de Man Ray.
La técnica de la solarización permite, como la mente dinámica hacia lo que quiere, hacer de las zonas oscuras de la imagen claridades y de las luces, sombras.
El huevo y la caracola, cadáveres, son promesas de vida en unas manos.


Dice Salvador Dalí algo así como que le gusta el verano en invierno y el invierno en verano. Eso no es ni la primavera ni el otoño: es querer lo que no se puede tener, ni con ayuda de la calefacción  ni del aire acondicionado. Esa dialéctica vital, tan machadiana, la sintetiza así Friedrich Engels en su Anti-Dühring:
“La vida consiste ante todo en que un ser, en cada instante, es el mismo y no obstante es otro”
Ser y no ser es lógicamente imposible, pero da alas de fundamento a la poesía y al deseo, prostituido por la comercialización que lo cosifica. El pensamiento binario nos mueve a querer seguir siendo para volver a vivir como nuevo lo que ya conocemos. Vivimos en el desfase de un “carpe diem” nostálgico (de pasado o de futuro) henchido de presente.
Solo dura lo efímero (cortazarianamente): lo más seguro es el azar (salinianamente)
Así lo capta esta intuición instantánea y enraizada en la experiencia universal:
      

Latir de hojas
en su ausencia de invierno:
amor eterno.


Es julio y este haiku lo dicta la sombra densa de un tipuana, alfombrada de los cadáveres amarillos de sus flores, germen de nuevas sombras para veranos venideros que nos hagan añorar el invierno.
“Se canta lo que se pierde”, dice Machado. La afirmación en querer lo que no se tiene genera el movimiento que nos proyecta hacia lo que seremos. Es un juego mental que, conocido, complica la vida y la alimenta de ganas de vivir: la coherencia de ser el yo más completo cuando me contradigo, como también dice Machado (Antonio, que Manuel era más de “carpe diem” coyuntural)

8 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Es lo que tiene el molde: poca superficie para una masa densa y vivencial, fruto en sazón de la contemplación, punta visible de una gran mole de vida.
      El haikú (o haiku, o jaiku) es un género falsamente moderno: parece, en su brevedad, una píldora fácil de tragar, pero para que su contendio haga efecto el lector debe ser consciente de la digestión: lenta, reconstructora de situaciones, paisajes y sensaciones, suele abandonarse antes de que el milagro de la lectura comprensiva y su bálsamo curen de la prisa.
      Malos tiempos para los haijin, si no están en nómima como "copy" de una agencia de publicidad.

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  2. Un haiku precioso, bien presentado a tus lectores; un poco como estos platos de cocina minimalista que con una cantidad ínfima consiguen desbordar los sentidos del comensal.

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    1. Gracias, Eduard. "Mis lectores" sois unos pocos buenos amigos, que, fieles, seguís visitando estos Limbos.
      Un haiku es, así lo veo yo también, una propuesta minimalista en su forma, pero poderosa en su fondo. Los diecisiete golpes de voz deben ser un puente para que el lector-oyente pueda reconstruir el universo particular que lo habita.
      Ese fue su origen como género (vuelvo a hacer de profesor): en su nacimiento, allá por el siglo XVI, el haiku era el hokku, los tres primeros versos del haikai, una extensa composición (de hasta 100 versos) creada en grupo. El que iniciaba el haikai proponia los tres versos de hokku y el resto de poetas lo glosaban y enriquecían haciéndolo crecer en dos en dos versos.
      Ya ves: ahora el iniciador de la revelación natural condensada en el haiku es el poeta (llamarlo haijin, en estos tiempos, parece excesivo) y los glosadores los lectores, que escriben sin escribir sobre el silencio de su mente.

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  3. Un paso interesante en la destilación lírica, este haikú, querido Ábradas. Con sus tripas al aire. Es, de hecho, una guía de lectura para el género. Tan lejano y tan cercano a la vez a nuestra sensibilidad occidental. Creo, además, que haces de los comentarios a los comentarios de las entradas un nuevo género: frente a los “me gusta” compulsivos, la valoración, en lo que vale, de los que te leen. Es muy de agradecer, en estos tiempos de velocidades (las vuestras) sin paisaje.
    No seré pedante y no entraré a leer a letra abierta tu haikú (ese” latir de hojas” que condensa el zumbido y le da el movimiento infinitivo diastólico y sistólico, de haz y envés exponiendo sus caras inexistentes al viento....)
    Me interesa más cómo has trabajado el “kigo”: ¿es “fuyu” (invierno) o “natsu” (verano)? ¿O es “natsukododachi” (arboleda de verano)? ¿O “kogarashi” (viento de invierno)? Has conseguido, como buen poeta, hablar de lo que no está en lo que sí está...
    Sigue regalándonos islas para centrar la dispersión de las percepciones.

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    1. Gracias, don José María. Aunque podía intuirlo por su habilidad para la miniatura lírica de su Realidad reflejada, no era consciente de su control de experto sobre el haiku. Ha sabido, como siempre, leerlo desde las coordenadas de mi escritura (que no necesariamente son los mejores siempre)
      Seguiré transformando lo que vivo en lo que escribo.

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  4. Hivern-Estiu, Estiu-Hivern.. sempre volem el que no toca.
    Molt interessant l’entrada, sempre aprenc alguna cosa nova, i sinó, em fas recordar conceptes que vaig aprendre fa uns quants anys i que al rellegir-los, em sonen familiars.

    Abraçades!

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    1. "¡El mundo es una controversia!", que deia Pica Lagartos en finalitzar Luces de bohemia. I l'art, estimada Clara, cada vegada, des de les avanguardas, s'ha fet més conceptual, necessita més discurs per donar forma i fons a la seva expressió. Els artesans han estat substituits pels artistas. Però el públic, gran part d'ell, encara busca el llenguate artesanal fet amb temps que es veu a l'obra. El haiku és un pont entre les dues concepcions i, també, entre orient i occident. Si aprenem a veure des de l'absència de pressa, diset sílabes mètriques poden ser molt enriquidores.
      Me'n alegro molt de que sempre estiguis actualitzant el que ja sabies per tornar-lo a fer teu: aquest és el veritable aprenentatge.Que com l'aigua, necessita el moviment del pensament per no estancar-se i podrir-se.

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