Sin cámara, queda esta fotografía de palabras del amanecer de este viernes santo. Como dentro del huevo que volverá a recordarnos la vida tras la muerte, el paisaje se hace centro. Entre cabo Cope y el freo de la isla del Fraile, superpuestos en el horizonte, sobre el punto de mira del cigarro, emerge el sol, levanta el día, incandescente y progresivo hacia su transparente oficio iluminador.
Buenos días: Cristo vuelve con su cruz a su Calvario.
Yema del día:
Todo lo aclara.
Parto de la bahía.
Sintético y apasionado, tal como debe ser un haiku.
ResponderEliminarEn este caso, querido Eduard, la pasión es literal. Mientas componía este haiku, sobre la marcha, a las 7:30 de la mañana, mecido por el vaivén del mar, mi corazón y el resplandor anaranjado del amanecer, las callejuelas de Águilas rememoraban el vía crucis.
EliminarSé que la introducción al haiku es excesivamente local: lo que experimenté sí es universal. Ese sol, como media esfera ígnea, naciendo del horizonte marino, entre dos verticalidades reconocibles: la estribación del cabo de Cope y el istmo sumergido de la isla del Fraile, manifestado, sutilmente, en el “cigarro”, una roca, cilíndrica por la erosión marina que parece el punto de mira de la escopeta de la mirada.
Cristo volvía para volver a morir y el sol, como la yema rodeada de su clara, volvía a nacer. Esa es la esencia de este sintético fogonazo lírico: una nueva promesa de vida, como el huevo de pascua (no digo “huevo pascual” porque, en este contexto, puede inducir a pensar en a otra cosa -que ya he potenciado-)
Sugerente, por condensado, esta destilación lírica, Ábradas. Requiere un tiempo que cuesta dedicarle en los tiempos que corren (literalmente). Como decías en uno de tus “Destellos”, no queda tiempo para abrir los cauces para que pueda fluir el pensamiento: parece que se quiere ir deprisa sin trabajar previamente las vías por las que circular a toda leche. Y eso significa atropellarse, no moverse de puro querer no estar quieto.
ResponderEliminarEsa fotografía léxica que nos regalas te ha servido para anclar a tu memoria una visión condenada al olvido: cuando lo leas, sea primavera, invierno, otoño o invierno, el sol en Águilas siempre saldrá por ese punto. Quizás puedas repetir la experiencia en las diferentes estaciones. Claro que no siempre sorprenderás, como ese viernes 18 de abril, a las 7:30, en el mirador de la bahía de El Hornillo, desde el balcón sobre los Cocedores, con el embarcadero a tu izquierda, ese prodigio, esa epifanía. Recuerda que un primero de enero esperaste a que el sol te saludara desde el perfil del Pico de l’Aguilica y que no fue lo mismo. Quizás porque lo esperabas y a este amanecer te lo encontraste.
Me gusta la intención de la tipografía: esa yema que da claridad al “todo lo aclara” (y que, demás, juega con el contraste entre la oscuridad de la “o” de “todo” y la claridad de la “a” de “aclara”). Mucho en muy poco
Sigue pensando, líricamente, en haikus.
Es un lujo tenerle, admirado don José María, al otro lado de mis palabras: me lee como quiero ser leído, interpretando como pensé lo que digo. Es un placer contar con usted en estos Limbos.
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