Cadáver de cardizo. |
A Ana Gálvez Navarro, por regalarnos su mirada de un 20 de julio de 2013
(la de las 20:21:16 h.)
Sin
aparente trascendencia, los átomos juegan con nosotros. Lo mismo que todo lo
compone da lugar a materias muy diferentes: y lo diferente puede parecerse
hasta el asombro.
Una
marina, ese terreno de transición entre el monte y el mar, puede exhibir su
crisálida: un cardo, realidad equidistante entre la flor y el erizo. Capítulos
púrpura o enhiestas púas negras o rojas: cardizo. Mutación por superposición
imposible de agua y tierra; posible en el terreno fértil del pensamiento lírico.
Esta imagen obra el milagro gracias a los ojos de una niña y a la cámara de un
hombre. Rescata el fenómeno, sirena o anfibio; lo fija a este aquí. Ojo de
cíclope espinado: iris verde que concentra su pupila negra y se corona
cristológicamente con brácteas como soles verdes y morados. Como al mirar bajo
el mar, la realidad se difumina: solo vemos con nitidez lo que llevamos dentro,
que es lo que tenemos cerca. Un ojo que fotografía un ojo que es un erizo varado
en tierra, o un cardo que añora su mar.
¿Qué
quedará de la fotografía debajo de su imagen? ¿En qué formas subsistirá esta
contundencia visual ahora allí, en su origen? El espíritu de Dorian Gray solo
habita en la mente de los hombres, no en la de los cardos ni en la de los
erizos que, simplemente, son. Ese prodigio volverá a ser aunque lo ignoremos:
de su ruina agostada surgirá, orlado de indiferencia cada verano, esta estrella
de pirotecnia dosificada que antes de ser penacho escarlata es equinodermo
terrestre, dermoesqueleto vegetal, florilegio de una posibilidad siempre en
ciernes. Una ofrenda del mar al sol, absorta en su silencio, ajena al aire y al
tiempo, nos está mirando, nos habla desde su etimología. “Abrojo”: Planta
armada de espinas, disciplinante de la espalda del viento; también peña aguda
que germina a flor de agua, periscopio de equinodermos. Abrojos submarinos le
quitaba Gabriel García Márquez a su ahogado más hermoso del mundo.
Envidia
sutil de chumberas, esa mirada ya vive para siempre, enfocada y difuminando con
desprecio su contexto, en las pantallas.
Nadir, ojo
abierto que nos mira y que miramos, cenitales, arrobados por su humilde
trascendencia.
Abrojo:
flor erizada; erizo floreciente.
Monet pintó sus nenúfares con los mismos ojos de inocencia como Ana fotografia -buscando un ángula geomètrico fractal- sus cardos-abrojos dándonos una nueva mirada.
ResponderEliminarFelicitats!
La paradoxa está servida, estimat Galderich: la nena Ana, des de la seva ingenuïtat en mirar a través de l’objectiu, no n’és conscient del prodigi. Els nens no gaudeixen del seu privilegi infantil perquè no en són conscients fins que no deixan de ser-ho. Monet, com Baudelaire, sabien que el geni rau a la infancia recobrada a voluntat, però des de la consciencia adulta de la pérdua. Sempre ens queda ser espectadors dels records que hem generar en ser nens per gaudir del que ja no podrá ser. Una mirada sobre una humil planta, des d’una filosofía zen (i més si es un nena qui ens la fa mirar amb els seus ulls) ens fa millors, malgrat la mirem des de dalt.
EliminarUna fotografia extraordinaria ;) Coincido con Galderich en que tiene un tono inocente, pero estoy convencido de que ni se ha elegido al azar, ni está ausente de un proceso de meditación.
ResponderEliminarMis felicitaciones para la ganadora!!
En cuanto al texto, es de una fluidez extraordinaria, sobre todo apra ser eminentemente descriptivo.
La fluidez de la descripción, querido Eduard, la dan las alas de las gafas de graduación lírica. Las analogías que esa realidad revela en lo aparentemente distante, fusionado por la fuerza del querer ver, son la lectura que da duración a la mirada. Frente al deslizar desatento de los dedos por las pantallas, la fijación y excavación conceptual de lo que se quiere ver. Describir es, aquí, un ejercicio de demora en lo que solemos ignorar. Debe ser la inocencia (a lo Lizano) que nos lleva a ese entretenernos con la nada más profunda de nuestras primeras investigaciones.
EliminarQuerido Ábradas:
ResponderEliminarGracias por volver a estos Limbos después de ese barbecho que has comentado. Me gusta la fotografía de tu hija y la recreación que de ella has hecho tú. Son dos imágenes diferentes: el cardo, ajeno a la expectación que ha causado, sigue su ciclo de soles y lluvias; el erizo sigue soñado sombras como adorno descontextualizado; tu texto los reconcilia y los hermana a parte de lo que son sin ser (ojo, abrojo marino…) El acrónimo los fusiona: cardizo que puede seguir mutando hasta cardizojo o cardojizo, incluso abrojerizo. La lectura de la imagen nos ancla, mentalmente, al río que nos lleva.
Felicita a tu hija Ana por esta estupenda fotografía y a su tío Desi por darle la oportunidad de vivir la aventura de poder hacerla en el Foto-Rally.
Ya sabe, querido don José María, que es usted quien más me anima a seguir escribiendo: por lo que me dice aquí o lo que me hace sentir cuando le leo, o por lo que intuyo que piensa sobre mi escritura.
EliminarLa lectura de la imagen siempre me ha parecido, desde que era un ejercicio de mi libro de texto de Anaya de séptimo de EGB (bajo la mirada atenta de ese maño que me daba francés y castellano, Octavio Sierra Sangüesa, el Pipa), una forma interesante de cultivar la duración. Frente al zapingueo compulsivo, consecuencia epiléptica del interés mal ajustado, la contemplación, la recreación mental de lo que se deja mirar sin moverse.
Que, además, esa recreación lingüística de lo que se ve le lleve a la fluidez creativa por acronimia, ya me parece de vacuna contra ese aburrimiento que, por inercia inducida, es ya epidemia entre nosotros.
Mi hija queda felicitada de su parte. Y el abrojerizo, o como lo quiera llamar, permanece mutante e ignorado fuera de esta entrada de blog (¡que ya es ser ignorado!)