sábado, 6 de septiembre de 2014

Arquitrabes IV: los extremos del amor









El roce hace el cariño



                                y las excoriaciones.








6 comentarios:

  1. Esta especialización de los Destellos, ¿es un inicio de su organización por pretensiones, temas o tonos? Ya explicaste en su presentación que se emparentaban, entre otras prácticas, con los anaglifos y que el bautizo del “género” era un homenaje a la ironía de Jaime Gil de Biedma. Ironía trágica y muy densa en este caso. La idea de los matices antagónicos que puede contener una misma realidad nos ayuda a situarla en su dimensión más habitual, que suele ser la intermedia. Hay una paradoja en el “Omnia vincit amor”: el amor todo lo puede, incluso vencer al amor y transformarlo en odio. Como la distancia, que puede ser el olvido o un buen abono para el cultivo del amor más pasional, sin objeto.
    Seguiremos techando el mundo con tus “Arquitrabes”

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    1. En principio los “Destellos” siguen siendo un cajón de sastre… Lo cierto es que los “Arquitrabes” se especializan en la visión irónica del mundo. Entendiendo ironía y su acepción más amplia.
      La imagen del roce me parece muy potente. Por un lado, la constancia del cariño, bien gestionada, lleva al amor perenne, al que todo lo sobrevive porque es la misma permanencia la que lo consolida. Por otro, la pasión sin control, abre brechas que dejan al aire la carne que protegía la piel: es la consecuencia del roce reiterado en muy poco espacio y menos tiempo. El roce puede hacer el cariño y este acabar siendo amor; pero, directamente, también puede provocar una herida irrestañable. La intención y el tiempo determinan en qué acaba el amor.

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  2. És curioso que en unos destellos donde la palabra tiene un peso más importante que nunca veamos una entrada donde las imágenes valen más que mil palabras...

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    1. El tópico contemporáneo de que una imagen vale más que mil palabras es solo un atajo para el falso conocimiento. Una imagen ilustra mejor que las palabras, pero su poder desde dentro es menor: quien ve se esfuerza menos que quien lee. Hay miradas y miradas sobre las imágenes: quien mira y sabe ver es porque es capaz de explicarse lo que ha visto. Y para entender la visión de la mirada es necesario haberla cultivado lingüísticamente.
      En este Arquitrabe las palabras son mínimas, pero buscan un significado máximo. Las imágenes son el peaje de estos canales, la contribución visual que hay que pagar para merecer ser leído. Incluso un buen fotógrafo o un cineasta estarán de acurdo conmigo. No lo estarán los que se pasan el día jibarizando su realidad con su móvil para exhibirse, sin consciencia, en el universo del mundo virtual, que todavía está en su fase más adolescente.
      También hay una incapacidad de este emisor. Quizás si pudiese ser un buen creador de imágenes (de las meditadas, de las que viene después de su conceptualización verbal), no me enredaría en las palabras.

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  3. Coincido con Galderich. Por cierto, muchas gracias por enseñarme una palabra nueva; no conocía el significada de excoriación.

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    1. Esa es una de las misiones de los poetas (¡qué pretencioso suena!): poner las palabras al servicio de las ideas (que, a su vez, hemos creados con palabras en otra dimensión menos tangible): “excoriar” (quitar la piel, etimológicamente) me ha parecido la forma más gráfica (imagen mental, interpretable por cada unos de los lectores) de hacer ver (mentalmente) cómo queda al aire la carne al desaparecer la piel que la protege. La herida, como la violencia machista (que no de género, el género no tiene sexo), la provoca en ocasiones el exceso de roce, la contundencia del amor mal calibrado y dictado desde las riendas de los celos o la dictadura del egoísmo.
      A mí me enseñó la palabra, creo recordar que junto a “calcañar”, Carmen Martín Gaite.

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