Una isla.
Un solo árbol, frondoso por la hibridación entre el de la Vida y el de la
Ciencia.
Tras la
algarabía de la zambra, el pájaro más anciano y el más joven de entre los que
ya aprendieron a hablar centran el silencio. Cada rama es la terminación de un
inicio, atalayada por un centro de inteligencia al servicio del alrededor que
lo hace posible. Habla el anciano. Habla el joven. Dialoga la comunidad
callada. Todo está acordado y estas treguas alimentan la acción. Solo la
novedad no provocada requiere cambios. La felicidad no es horizonte sino goce
cooperativo.
El
socialismo utópico y el científico tienen en ese árbol su lugar desde siempre.
Falangsterios, icarias y comunas son su civilización literaria, el intento
frustrado de imitación. Los centros comerciales, la sombra del sol necesario
para que el árbol y sus habitantes sigan arraigados en su isla.
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