miércoles, 21 de diciembre de 2016

Soneto (genésico) del instante fértil utilizado





"Obra social", diorama del pesebrista Enric Benavent (2016)




         En estos días tenemos licencia social para ser ñoños y ramplones. Para ser cursis. Hay una anestesia “candy” que confita la realidad y la ofrece en un universo onírico de centro comercial sin arrabales. Prevalece el principio de economía.

         Pero hay otros universos en esta película. La estrella porteadora de regaladores tiene cabeza y tiene cola: su luz alumbra desde el origen también, es su raíz la que impulsa futuro y se abre camino en la sombra. La distancia entre Aquiles y la tortuga alimenta el progreso: y es la tortuga quien va delante.

         ¿Momentos náufragos en el caos tecnológico en que consumimos incandescencias de precipicio? Esa puede ser la mónada leibniziana en la cascada: el niño dios en que converge el absoluto de un presente sin deudas ni hipotecas. Sería ingenuo no ver las cadenas de esta zona wifi que es el mundo, que sigue siendo un corral. La esperanza exógena es futuro ajeno, fuera de la zona de confort, perdidos en un relativismo que aliena a quien no se alinea en la dispersión de riendas con cabo. La poliedria vendida como esfera tiene aristas que cortan.

         El cambio como valor absoluto. Quizás la novedad radique en saber volver.

Quizás el nuevo niño dios se comprometa con  la realidad. Con la realidad real. Quizás su inteligencia emocional alimente su coeficiente intelectual y sea capaz de lidiar la adversidad y ser dueño de su destino. Quizás su inteligencia múltiple haga renacer a la persona del cliente que ahora quieren que sea. Quizás reencarne en él el capitalismo de Diógenes o la pedagogía de Sócrates (y la ignorancia competencial sea redimida por la memoria como competencia)

La posverdad (propia de una sociedad enferma de hiperactividad, más -y mal- centrada en un yo selfiecentrista que en el yo común) es una verdad paralítica asistida por una cohorte aduladora de individuos que se disfrazan de “personal shopper” o “coach” para “customizar” las oportunidades o “tunear” los perfiles del mundo que no se quiere ancho y ajeno sino propio, abarcable y bailador de nuestra agua. Los “black friday”, los “ciber monday” (así, con minúscula) se confunden con el “adventus redemptoris” o la “nativitas” y la virtualidad de nuestra bondad asume su potencial desamparo fingiendo una solidaridad y empatía que tranquilizan una mala conciencia tan pasajera como las fiestas que goza. Los que quedan fuera de la fiesta seguirán a la intemperie como los embalajes de los regalos desvelados.

Quizás el nuevo mesías nazca en el hueco de un cajero automático, ungido para desuncirnos, para regalarnos la felicidad de renunciar a la felicidad comprada, para enseñarnos a saber atender a la diversidad de los que nos necesitan de verdad.




Kilómetro cero globalizado,
motivación y esperanza en pañal
al amparo de una sucursal
que vende calor de hogar exiliado.

       Desahuciado, sin raíz, de prestado,
hace del cajero la catedral
pobre del montepío original
mientras es por el mundo idolatrado.

       Mil naufragios en desierto salado,
mil desalientos en el lodazal
han parido entre aristas de metal
el débito anual plusvaluado.

       El niño instante, ajeno a su uso,

cierra los ojos y llora confuso.



Enric Benavent trabaja vinculado al Grup pessebrista de Castellar del Vallès.










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