domingo, 16 de junio de 2019

La vida secreta de las palabras: el “ocio” hecho “negocio”


 
Tetsuya Ishida (1973-2005). "Repostando comida", 1996. Acrílico sobre tabla. Shizouza Prefectural Museum of Art.


                                      “-Está lloviendo.
                                                 -Lo sé.”


(Conversación a las siete de la mañana entre un padre que se va a trabajar y ha salido al balcón y una hija que se acaba de despertar con el móvil como corazón de su sabiduría)


                                   Solo lo efímero permanece y dura

                                                           Quevedo

Este prólogo llega tarde, aunque no demasiado tarde; ¿qué más da, a fin de cuentas, cinco años que seis? Un libro y un problema como estos no tienen prisa; además, tanto mi libro como yo somos amigos de la lentitud. No en vano he sido filólogo, y tal vez lo siga siendo. La palabra «filólogo» designa a quien domina tanto el arte de leer con lentitud que acaba escribiendo también con lentitud. No escribir más que lo que pueda desesperar a quienes se apresuran, es algo a lo que no solo me he acostumbrado, sino que me gusta, por un placer quizá no exento de malicia. La filología es un arte respetable, que exige a quienes la admiran que se mantengan al margen, que se tomen tiempo, que se vuelvan silenciosos y pausados; un arte de orfebrería, una pericia propia de un orfebre de la palabra, un arte que exige un trabajo sutil y delicado, en el que no se consigue nada si no se actúa con lentitud”.

NIETZSCHE, Friedrich. “Prólogo” de Aurora. Madrid: M.E. Editores, 1994, págs. 32-33.


Vísteme despacio, que tengo prisa


                       Saber popular apotégmico


Todo en el Estado. Nada fuera del Estado. Nada contra el Estado”.


                       Benito Mussolini


El novelista enseña al lector a aprehender el mundo como pregunta

                       Milan Kundera


“In otio de negotiis cogitare

                       Cicerón



Logomaquia. Simbiocibergénesis pasiva. Retórica de plasma huera. Apocalipsis del espóiler. Y Juego de tronos conquista como metonimia la entropía orquestada de las prioridades impuesta por el mercado. Un anuncio de helados es su fleco más triste: la onomatopeya silenciando la revelación. El argumento como secuencia de epifanías: como si lo inefable fuese una cápsula medular de la trama y al reventarla transustanciara la intriga en veneno. Ocio que se hace noticia: noticia que anuncia que no se lea la noticia para no destripar la sorpresa que compran quienes disfrutan la serie. Escribir para que no te lean como hipálage. El eslogan como filosofía de la impaciencia.
Entretenimiento y conocimiento se cruzan hasta la perversión. La industria del porno, magmática, es su hipérbole. Educación sexual. Goce sexual. Microfacnius cotidianas: no hay que confundir la diversión con cultura. Y los niños se educan sexualmente ante la ficción interpretada por Nacho Vidal o Mia Khalifa (retirados ya de ese omnipresente falso). Dispersión concentrada en la retroluz que vacía la mirada miope de veres más allá del horizonte de las manos como soportes de la prótesis redentora del pecado original de vivir al sol del conocimiento al aire.

Como un mercadillo. Todos gritan y nada se entiende. Pero has ido a comprar. Te acercas para distinguir la voz de la algarabía. Acabas saliendo del griterío y la greguería sin arte. Había mucho más de lo que necesitabas: sales, incólume, todo tú, sin complementos. Rico en pobreza, liberado de las zonas de confort de un espejismo disfrazado de marxismo neoliberal (sin funcionarios, azogado con becarios y subcontratas).

Frente al cortoplacismo impaciente, la virtud profana de la espera que engendra duración. Que el ocio hecho negocio y producto, caballo de Troya de la educación, vende una felicidad impostada y efímera con el “spoiler” como argumento de excomunión de la comunidad sinérgica del consumo. Frente al exhibicionismo, el inhibicionismo entendido como entrojamiento de semillas.

Perdidos en la traslación, en la ubicuidad imposible de tiempos y lugares. La impresión superficial ha desterrado a la huella. Para saber en qué pienso habría que compartir la experiencia de haber vivido Lost in Traslation  de Sofia Coppola (2003). Porque traducir engendra su merma y su desraíz. Y la tensión sexual siembra en la posibilidad sin concretar que el porno mitifica sin grandeza y animaliza sin erotismo.

En la etimología habita la esencia, la correspondencia baudeleriana, el eco fértil de la duración, la precisión imprecisa de la herencia, su adeenene vital alfabetizador que resiste a la usura de tiempos, modas y urgencias. Las subcontratas que atomizan la atención y multiplican el gasto apelando a un falso cooperativismo horizontal, buscan sucursales y becarios emprendedores que aspiren a ser centro sin saber que serán siempre alrededor. Deslocalizados, nos invitan a vivir en el parque temático de un universo global en inglés. Glocalizado, sí, pero siempre ajeno, impostado por importado y sin importancia real.

Heurística holística mainfulnésica (y algorítmica) gestionadora de talento instantáneo eficiente y eficaz para ser centros de autarquías colaborativas.
Monstruos sin suturas. Ansiosos de desasosiego inoculado. Intolerantes a la banda sonora de la vida (pájaros, viento, crecer de césped, libar de abejas, besar de amores), esperan el implante de artilugios para suplantar con música “Premium” de cara gratuidad (como la generosidad del hombre de los caramelos) la insaciable necesidad impostada de obviar la música celestial del universo. “Sin música no puedo vivir”: de música puedes morir. Los bots, aféresis del usupador “robot”, son los nuevos galeotes de la repetición que, sin cansarse, rastrean, localizan y clientelizan las pasiones inducidas. La saturación es rentable si se sabe vender: dopamina que anestesia la obsesión del atracón: arrellanados en el sofá, las pupilas-palomitas recorren el maratón estático y estético del “binge-watching”  (requeterretuiteado, instagramatizado, selfinmortalizado en el olvido de la cornucopia del desprecio) mientras los “raiders” de una sociedad de pantalla ecologista satisfacen la insatisfacción de os “binge racers”. Todo muy sostenible, vegano y animalista. Y altruista de ciudadano del mundo. Y feminista de guayoteo y jangueadores follamigos/as/@s/#s.

¡Nunca estropear la sorpresa! Picaresca de encarnados de secano virtuales. “¡La plataforma que me la vende me extorsiona: soy espabilado y sé cómo ver toda la temporada gratis!” (Sus faralaes del “merchandising” son coyuntura sin precio, claro. Y la esclavitud de los “spin-of”  un precio razonable a toro pasado. Como antídoto, series virales en bucle -Friends, La que se avecina, Big Bang Theory…-). “¡Es muy buena!–dice-. No me canso de ver siempre capítulos repetidos… ¿Leer? La letra nace muerta: la series son el presente y el futuro de la ficción”.

“Pop up stores”. Oportunidad y exclusividad. “Customización” de la mediocridad. Narcisimo de galeotes felices coregrafiados desde “Spotify Premium” (¡qué baratamente caro su precio!). Efímero. Obsolescencia. Pedagogía vital que da por masa madre la fórmula congelada de los días sin más pan que el de las gasolineras. Learnlife: inteligencia emocional para comulgar con la duración de la disrupción, en un mosaico de teselas como puertas en la película The Cube  o como un cubo de Rubik de infinitas posibilidades. Siempre atentos al cambio, a la movilidad tridimensional de la nueva oportunidad.

Seducción del caos (“by  Basilio Martín Patino, 1990, Siglo XX, para los neófitos petimetres). Seducción sin carne, binaria, autómata, ahora (aunque con impulsos en la retromemoria prepantallal).

Dios murió (en perfecto imperfecto) en el siglo XX. Nació de él una deidad sin lastre (imperfecta, de lascivia eficiente), toda nube sin clavos. Pero pervivió la usura y el sacrificio judeocristiano. En el XXI, el sionismo capitalista es la patria del mundo y poco queda ya de la vocación martirológica, que ha dejado de ser comercial y, por tanto, lucrativa. Expulsados del paraíso edénico de la infancia, la nostalgia de lo perdido no cotiza en bolsa: hay que vender paraíso fuera del paraíso perdido con el juego como sinécdoque del no-lugar glocal. Fuera de la zona de confort y muy cerca de las tiritas para los traumas. Para el dolor, guayeteo y síncopa a lo Rosalía (esa disruptiva talentosa en chándal y uñas de diosa oriental en nómina de una discográfica –sea esta lo que sea en este tiempo sin duración-).

Los nuevos “stalkers” nos convencen de forma envolvente de que La zona, la habitación de la satisfacción fáustica eterna, está en nosotros, en nuestra posibilidad y nuestro talento, que en nosotros habita el infinito eterno del yo unitivo total. 

Negar el “otium” es el negocio. El júbilo de la ociosidad libre debe exiliarse. Se niega la diletancia sin más producto que el beneficio sinestésico de la persona: está prohibida la negación de la producción: el individuo reo de la felicidad vallesilicianocaliforniana está obligado a exhibirse, ecuménico y mediático,  entre cojines, pantallas y alegrías de progreso integrador e inclusivo (¡que no se pueda decir!). Trabajar ya no es de esclavos: es liberación de amo explotador transgénico, “soft”, asertivo, “amigo”, dotador de posibilidades de progreso sistémicas. El látigo ha metamorfoseado en empoderamiento frustrante  autolesivo (sin sangre). El descanso es el mayor negocio. Cansarse es de pringados sin  ocio posible, de frustrados, de “outsiders” friquis sin “glamour” comercial. ¡Qué lejano el “otium” horaciano y frayluisiano! ¡Qué cerca el azar inseguro y sin destino de las casas de apuestas de cada esquina! Los nuevos “masters” (antiguos “magísteres”)  han de ser ilustrados en economía social y ciegos en cultura sin  lucro, por el bien del nuevo progreso iluminado (por “leds” de bajo coste). La gestión de progresos para nutrir el progreso es solo visual ya, ignorante de la fuerza analógica (= humana sin prótesis).

El sentido (humano) común queda arrumbado y sin tonicidad muscular por el monopolio de las prótesis que suponen el pensamiento secuencial y computacional que la prisa exige. Es la primera fase de la ciborguización. Abarcar más de lo que se puede apretar, que las tareas pendientes excedan a la memoria para ejecutarlas y la Siri clonada y sistémica  pasa a ser el secretario personal portátil, el asistente de memoria externa.

Dejemos que las palabras, símbolos de progreso desterrados por la eficiencia algorítmica, dialoguen para construir el sentido que somos capaces de negarles en la espuma voraz de superficie brillante, en  su intercambio de correspondencias sin usura. Palabrosofía de la palabrología frente a la aporía, ese paso cegado en colores tridimensionales del progreso sordo y analfabeto.
Por fin la escuela ha vuelto a su origen de ocio y diversión. Pero ha errado en el cálculo por exceso de aritmética y déficit de letra. No hay contemplación: hay prurito de evasión, de huida, de flores de plástico de un árbol de  la vida injertado, a contranatura arrebatada, en el árbol de una ciencia de asepsias calculadas por los bancos y las franquicias.

ociar
Del lat. otiāri 'estar ocioso'.
1. tr. desus. Apartar a alguien del trabajo en que está empleado, haciéndole que se entretenga en otra cosa que lo deleite.
2. intr. Dejar el trabajo, darse al ocio. U. t. c. prnl.

ocio
Del lat. otium.
1. m. Cesación del trabajo, inacción o total omisión de la actividad.
2. m. Tiempo libre de una persona.
3. m. Diversión u ocupación reposada, especialmente en obras de ingenio, porque estas se toman regularmente por descanso de otras tareas.
4. m. pl. Obras de ingenio que alguien forma en los ratos que le dejan libres sus principales ocupaciones.

negocio
Del lat. negotium.
1. m. Ocupación, quehacer o trabajo.
2. m. Dependencia, pretensión, tratado o agencia.
3. m. Aquello que es objeto o materia de una ocupación lucrativa o de interés.
4. m. Acción y efecto de negociar.
5. m. Utilidad o interés que se logra en lo que se trata, comercia o pretende.
6. m. Local en que se negocia o comercia.

escuela.
Del lat. schola, y este del gr. σχολή scholḗ; propiamente 'ocio', 'tiempo libre'.
1. f. Establecimiento público donde se da a los niños la instrucción primaria.
2. f. Establecimiento o institución donde se dan o se reciben ciertos tipos de instrucción.
3. f. Enseñanza que se da o que se adquiere.
4. f. Conjunto de profesores y alumnos de una misma enseñanza.
5. f. Método, estilo o gusto peculiar de cada maestro para enseñar.
6. f. Doctrina, principios y sistema de un autor o conjunto de autores.
7. f. Conjunto de discípulos y seguidores de una persona o de su doctrina, su arte, etc.
8. f. En literatura y en arte, conjunto de rasgos comunes y distintivos que caracterizan las obras de un grupo, de una época o de una región. Escuela manierista. Escuela holandesa.
9. f. Lugar real o ideal que puede modelar y enriquecer la experiencia. La escuela de la desgracia. La escuela del mundo.
10. f. pl. Sitio donde estaban los estudios generales.

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La “paciencia textual” de los clásicos de la que nos hablo Frank Kermode es ahora impaciencia visual, prurito de movilidad compulsiva que combina el desplazamiento real (viajar es ya una necesidad básica) y el virtual. Un romanticismo de “chatbot”. Un neobarroco en el que las correspondencias se traman fuera de la cáscara en la que hemos dejado que nos conviertan, y son negocio de subcontratas que con una mano, a lo “holi” impostado y pagano, tiñen de alegría la fiesta de vivir, y con la otra extorsionan con peajes vitales y dependencias disfrazadas de autonomías personales.

El “otium” clásico apartaba a las personas del “negotium”, las separaba de sus asuntos diarios de obligado cumplimiento para poder dedicarse a otras cuestiones fundamentales para su formación humana. El “otium negotiosum” de Ennio (en un contexto bélico) y el “cum dignitate otium” de Cicerón (en un contexto de salud pública civil) nos acercan con palabras lo que la realidad actual nos aleja. Las villas para el “otium” reservado a los patricios más ricos, son hoy “Marina d’Or, ciudad de vacaciones” o cruceros o puntascana con pulserita de todo incluido o “guayeteos” excitadores, accesibles a todo plebeyo que se pueda hipotecar. 

El negocio no niega ya el ocio: lo hace suyo para que obligación y diversión convivan, sinérgicas, en la fiesta de espalda a la vida más vital que la humanidad ha gozado nunca. A velocidad de “carpediempetaflops” tan de mañana que carece de ahora. Vivir como turistas y clientes, a ritmo de lucro, es incompatible con la oportunidad serena que ofrece la cultura. “Otium” vs. “nec” [no]-“otium”. Oposición clara hecha producto de consumo en una sociedad de comunismo capitalista. Y la escuela, tan lejos de la “schola” y la “skholé” que, pública, privada, concertada o asistemática, venden un mundo prefabricado como si fuese una responsabilidad de los alumnos crear, en libertad, el futuro. Ese mañana que está ya engendrando la tercera guerra mundial: sin más batalla que la de conquistar monopolio tecnológico-económico para subyugar la felicidad a sus intereses de nacionalismo universal. Frente a la contemplación, la diversión de la evasión.

El “banner” invasor de Spotify, metonimia de la trampa global de las necesidades básicas sobrevenidas, me recuerda como una sirena visible que seré muy tonto si no pago por hacer del ocio musical una anestesia prémium para soportar tanta alegría de vivir.

La vida como turista desfonda el mundo y lo hace superficie, cromo, imagen sin raíz. Negocio sin ocio. Analfabetismo con las galas del emperador de la cultura digital. ¿Educación antinatural, estandarizadora y despersonalizadora? ¿Fascismo de la libertad de buscadores de felicidad? ¿Autoexplotación de “selfie” para optar a llegar a ser en la sociedad global fagocitadora?


Kafka “updated”, “realoaded”, “rereaded”.
 




Paidocentrismo usurero: en el falso paraíso de la infancia está el mayor negocio.



2 comentarios:

  1. Las citas presagiaban un más allá de los titulares de este denso e interesante artículo. Esclavos de nuestras palabras pero liberados por un ocio que es el negocio de otros que nos esclaviza. Contradicciones que son nuestra única salida a realizar un ocio fuera de los parámetros estandarizados... En fin, todo sin solución...

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  2. Estimat Galderich, la solució ha de ser-hi. La resistència al canvi no és només un posat immobilista: és una garantia de que els canvis tenen més consens que els dels interessos dels mercats. Vendre facilitat i rapidesa li parla al animal protètic que ara som. Fer pensament crític a contramàrqueting té poca acceptació perquè li parla a la resposabilitat humana ecuménica. Com en d'latres ocasions, l'article està escrit en diferens moments, tal com raja, sense revisions. Així la contradicció que, en pensament, garanteix el progrés, pot dir també alguna cosa al respecte. Gràcies per la teva lectura.

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