La realidad es una construcción social. Y la sociedad un magma orquestado de posibilidades. Cada persona es responsable de sus actos pero los actos nunca son islas flotantes sino eslabones de una cadena cuyos extremos de tracción nunca empiezan ni acaban en su voluntad . El progreso pide inercias que no siempre deben ser ciegas. También pide lastres y cuestionamientos. La antigua fe ha mutado en una nueva fe preñada de esperanza laica buenista. “Todo va a salir bien”: “es complicado pero lo sabremos hacer”… Algoritmizamos el mundo, algoritmizamos el pensamiento en nombre de la eficiencia más eficaz y ciframos la humanidad para que viva desde la dependencia a un ritmo y una memoria externa que solo cabe en un dispositivo extramental.
Globaliza la posibilidad: se diluye en el todo la pequeña nada trascendente que somos.
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La humanidad algoritmiza.
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Clienteliza la sonrisa asertiva la posibilidad de ser en sociedad.
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Toda su experiencia laboral acreditada, con treinta años, era la de tener experiencia en tener experiencia en demostrar que no ha podido experimentar la experiencia. O, en positivo, es un becario de la posibilidad, todo promesa.
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En paisaje biometrizantes, algoritmos líricos para industrias épicas entre holísticas holográficas. Y todo muy empático.
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Laberinto catártico. Dilema paradójico:
De pescadores a pescados. Las marcas marineras visibles han sido fagocitadas por el triangular digital invisible.
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Mimetizar vs. empatizar. Alinear como alienar. Ser centro de un alrededor ajeno y enajenante mientras se finge fraternidad en la impostura.
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Rutinas de pensamiento fuera de la zona de confort.
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Dijo el emprendedor: “Te lo hace todo la nube”
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Eslogan.
(Humo del opio capitalista): “Preparamos para una profesión que no sabemos cómo será”
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