martes, 13 de octubre de 2020

Bitácora pedagógica. Pedagogías, conocimiento, saber y competencias

 

                            Tiempo mecánico de reloj. Tiempo fluido de agua.             
                 Tiempo de espacio.Tiempo de dios. Tiempo fractal cuántico.                                       Naufragio en la placidez procelosa de las pantallas.

 

 

El objetivo de la educación es el conocimiento. El conocimiento es la conciencia de ser en sociedad, en un tiempo y un espacio, con una historia y unas posibilidades de futuro que hacen necesario para cada persona la voluntad de saber.

¿Evidencia neurosicocientífica de la necesidad de matar al padre? La retórica de la pedagogía “mainstream” de hoy documenta sus acciones con argumentos de mayoría de edad mercenaria. La autonomía moral personalizada cae en el relativismo moral y la “inoculación programada” de pensamiento crítico (esa tautología tan del estilo de su retórica) es, en realidad, heterónoma. La evaluación criterial que busca evidenciar la personalización de los progresos frente a la normativa selectiva y propedéutica es, en realidad, una atomización de los criterios para hacerlos clientelares. No hay crecimiento sin afirmación contra algo, contra alguien. Atender las necesidades egoístas del que está creciendo enquista su pequeñez y la clona y reproduce en el tiempo. Es como programar el ocio, los tiempos de descanso. ¡Qué presente vive el Unamuno de Amor y pedagogía un siglo después!

La profesión de profesor (que no ya maestro, del que cada vez está más lejos por acercarse cada vez más a la de “youtuber”, “instagramer”, “tuitero” o “tictoquero” –nótese la dependencia de la plataforma comercial desde la que se “pontifica”, que equivaldría al antiguo “librero”) deja lastre y vuela en los vientos sin rumbo del recorta y pega (perdón, del “copy&paste”). Los profesores deben reconvertirse, si quieren seguir a sueldo de su antigua pasión, en programadores neurolingüísticos (sin haberse formado de verdad -¿qué querrá decir “de verdad” en este ahora posverdadero?- en neurociencia ni en lingüística), en programadores informáticos de “interfaces” (sin el más mínimo conocimiento de la cocina binaria que sustenta las superficies por las que navegan y hacen navegar); en psicopedagogos que no han estudiado ni psicología ni pedagogía y siguen los dictados (como muchos psicopedagogos graduados, masterizados y doctorados) de los protocolos (basados en evidencias científicas pero clonados por las prisas y la complejidad y trascendencia-económica y psicológica- de su implementación). El “zapping” mental lo fagocita todo y las autoridades piden rastro objetivado de las evidencias del caos. Los alumnos aprenden como pollos sin cabeza. Los profesores aprenden a enseñar en contextos cognitivos descognitivizados: su antigua pasión (incruenta) por, pongamos, Lorca (Federico García) deben travestirla por una pasión (más sacrificada) por algo que debe saber que apasiona (con efímero amor de cliente que pasa por ahí o le hacen pasar) a cada uno de sus alumnos (que ya no son “tribu urbana” sino suma de personas): café descafeinado, hamburguesa de tofu: suplantación alumnocéntrica que precipita hacia un mañana vacío de referencias del pasado, ahíto de autorreferencias abigarradas y monetizables.

Pedagogías de cooperativismo solipsista, que hacen creer en la importancia de cada persona como centro de un sistema solar en un universo copernicano en el que son piezas de repuesto, son prescindibles en su importancia. Es una paradoja de los paradigmas ideológicos: un socialismo neoliberalibérrimo. Un paseo por las pantallas de grandes corporaciones bancarias con “obra social” nos puede abrir los ojos. Cambia en formato, pero la estética es la de los libros propagandísticos de los testigos de Jehová o las campañas de Benetton. Pueden pasar por sus “cátedras” ante público asentidor, con un montaje de planos estudiados, deportistas, pensadores, empresarios, profesores… La misma empresa contrata a Gregorio Luri y a Àlex Rovira o a Antonio Marina o a Pedro García Aguado. Y aunque sus discursos en otros ámbitos discurran por terrenos filosóficos, analíticos y críticos, el magma mediático (“inmediático”, podemos decir) los acaba igualando y todo acaba teniendo un tono de “el poder del ahora” (Eckhart Tolle), “el secreto” (de Rhonda Byrne o la filosofía capsular y aguada de Paulo Coelho o la “autoayudística” y trascendente de Jorge Bucay. La vida no pide la medicina de las frasecitas que apuntala la ruina: pide la cimentación en una educación basada en el conocimiento y no en las tiritas. “Tu mirada puede trasformar a las personas” (Àlex Rovira) Esas personas que miran y son miradas son, simultáneamente, miradas por un sistema que los utiliza. El ojo panóptico de dios, algoritmizado, regalador del sagrado derecho a la libertad de expresión, ha abolido el pecado como criterio y vive y se lucra (con nombres, apellidos y fortunas concretas) de la virtud general de sus pupilos que piensan que son centro sus pupilas.

Como si Platón y su idealismo tuviera sentido en una sociedad utilitarista y materialista, la pedagogía, como la teología o cualquier ideología, diseña sistemas con coartadas científicas y buenismo rusoniano que, siendo políticamente correcto en intenciones y formas, está al servicio de un sistema más poderoso al que rinde pleitesía en lo íntimo y declara el bien común y el progreso en sus congresos, “TED talkianos” o “Webinarios”. Conocimiento y provecho se alían y la barbarie regulada por el mercado de mercados, con sus nichos y sus “targets”, compa a sus anchas disponiendo y gobernando (guiño: La vida es sueño de Calderón). Lo material acaba regulando lo espiritual, como siempre, pero con argumentos como nunca se han vendido. Servir al poder cuando tú no eres poder te posiciona. Hacerte creer que tú eres tu propio jefe, que eres libre en tus decisiones y que eliges tu destino desde el “empoderamiento” es la mayor perversión de la historia de las relaciones entre las personas y el poder. Y la escuela está entrando en ese juego. El mundo como negocio con la libertad como acicate, objetivo y procedimiento. Hay planes programados, con tiempos como los de dios, en los que mostrar batallas perdidas conduce a una victoria lucrativa para los vencedores de verdad y pírrica para los que se creen también vencedores. Educar para servicio de las personas o educar al servicio de los poderes económicos para hacer creer que todos ganamos. La educación llena de contingencias sistémicas (inteligencia emocional, pragmatismo, vitalismo, “conflictos cognitivos”…) y vacía de conocimiento; llena de retórica hueca y taxonomías que fingen despreciar las etiquetas y la selección y vacía de atención personal al crecimiento intelectual y la consciencia cultural para entender y cambiar el mundo que han heredado. OCDE: CEOE: UNESCO. Las siglas son metonimia de cómo centramos en la persona el interés usurero del sistema con todas las garantías legales y los beneplácitos internacionales. Siempre, en un mundo globalizado más, cada persona necesita ocupar un espacio y un tiempo. Puede pensar en global y actuar el local. Tiene que ser en su lugar y su tiempo. Contra el hedonismo consumista, el estoicismo. La familia y los amigos son el lugar y el tiempo que necesitamos para ser. Personas que siempre pueden estar a este lado de la pantalla. Glocalizarnos resume el esperpento de una intención que podría ser la solución y es el “jingle” del problema.

El postureo “mainstream” está eclipsando el progreso con su luz led de pantallas. Y la educación es cómplice del humanicidio en este antropoceno antropocida disfrazado de felicidad cifrada en algoritmos facilitadores. Humanismo digital lo llaman. Antonio Rodríguez de las Heras, transformado en dato para los que no fueron familia o amigos, murió el 4 de junio de 2020. Su mirada sí que era humanistamente tecnológica. Ahora es la de los cachorros de Silicon Valley (no la de sus hijos, despantallizados, o la de los gurús disidentes oportunistas como Jaron Lanier) y la de Mark Zuckerberg, Elon Musk, Jack Dorsey, Evan Spiegel, Steve Jobs, Bill Gates o Jeff Bezos la que “regala” las gafas de mirar para ver los productos de nuestra felicidad y los caminos para conseguirla.

Axioma innovolátrico: la sociedad vive en la resistencia al cambio. Los principales agentes de progreso, los profesores, se enquistan en su seguridad, en su “zona de confort”. Por eso están siendo substituidos por catalizadores de futuro más eficientes y rentables: los youtubers, los instagramers, los tiktokers, los talkteders, los twiteros…: cualquier emprendedor ocurrente con gracia y técnica para promocionarse y monetizar su presencia pantallal es un supuesto educador al servicio de los valores utilitaristas, efímeros y mercenarios. Para combatir la resistencia al cambio que, parece ser, frena el progreso, imponemos el cambio por el cambio, la actualización como modo de vida. Una actualización que no es la de la sangre pasando por corazón y pulmones: una actualización que pasa por caja y obsolesce la duración. El profesor que educaba para el presente desde el retrovisor ha muerto: están haciendo nacer el dinamizador de contexto cognitivos motivadores y motivantes fundador de presentes al servicio del poder inalámbrico de tecnólogos y emprendedores millorarios de filantropía egoísta. Una ideología disfrazada de filosofías y lenitivos orientalistas que aprovecha todas las coyunturas y crisis para reivindicar su valor terapéutico de panacea humanista. Los profesores se ven obligados a reciclarse como comerciales de la cultura: deben vender un producto y, además, van a ser responsables del rendimiento y del uso que le den sus alumnos. Captar clientes, cuando los alumnos pueden elegir, es ya, además, una cruzada contra la desculturización, contra el arrinconamiento de saberes tan útiles para crecer como la literatura o las lenguas clásicas. Los cantos de sirena educacionales, supeditados a los dictados del mercado, salen de la flauta de un músico de Hamelin contratado por una multinacional que fabrica y vende humo de risa. La tragedia está servida: todos somos dueños de nuestro destino: el destino es una franquicia americana. Como hámsters, hacemos rodar la dinamo en que, felices, damos energía en forma de datos al carcelero de nuestra libertad.

Mesianismo científico. De una ciencia usada como se utilizaban los mitos. Una ciencia como una ideología disfrazada de posibilidad fundada en evidencias para construir  (“forjar” suena a una épica de otros tiempos) la ciudadanía de personas libres, competenciales, con criterio, y con tolerancia empática del futuro. En esa odisea mesiánica, los profesores son “riders” de la franquicia internacional del Timo envaselinado y teleológico. La gamificación bromea primero y pervierte después. La anécdota en forma de aplicación amable, pongamos, por ejemplo, el jijijajajá de las “deep fakes”, pasa a categoría. Si no lo veo no lo creo: te lo enseñan, lo ves, te lo crees y articulas tu ética desde la evidencia perceptiva. Porque la realidad osmótica de pantallas y vida forma parte del mismo panóptico. Y la cultura es vista desde los ojos digitales como un síndrome de Diógenes sobre el que los gabinetes psicopedagógicos deben actuar con protocolos como el de la dislexia, la discalculia, la disgrafía, disortografía, los transtornos obsesivo-compulsivos, las sutilidades del espectro autista o las infinitas concreciones del déficit de atención, con o sin impulsividad. Hay un umami cognitivo, un talento agazapado en cada disrupción que el buen profesor altruista debe saber guiar por la senda socrática, sorteando los talenticidios de lo sofista. La panacea de todas las encrucijadas cognitivas es el algoritmo, ese glutamato de todos los sabores. Esplendor geométrico: cuadratura del círculo de la vida, manual de instrucciones trascendente que asocia sinapsis a actos de progreso ecuménico. Mecanicismo pedagógico, sistema algorítmico de la nueva glándula pineal cartesiana que centra el alma y el cuerpo en un biobot trascendente y cuántico.

Especialización en la poliedria. Todo son ya subcontratas. La subcontrata como grado universitario, como máster, como doctorado. La más demandada en pedagogía, diseñador de conflictos cognitivos (ese desequilibrio entre los conocimientos significativos de base y los nuevos retos competenciales). Los programadores del fogonazo que enciende el motor motivador del conocimiento deben articular el repertorio científico preparador para la vida desde el simulacro más real de vida posible, con todos sus afluentes y estuarios vitales. El monstruo que la pedagogía al servicio de la economía ha gestado está fagocitando a sus agentes, enseñantes y aprendices, en un magma de evidencias de agua, humo o lava. La vida como simulacro está fagocitando a la vida como realidad. La estadística y los objetivos corporativos suplantan, torticeramente, la esencia humana.

Presente: matriarcado adolescente dinamizado por la pedagogía, tutelada-monitorizada por la empresa que es el mundo. En las sinapsis, cabe la posibilidad de fertilizar los saltos de trapecio entre neuronas con la asistencia de las más innovadoras técnicas basadas en evidencias científicas  no invasivas, respetuosas con el medio ambiente y con el talento amniótico de cada ciudadano del mundo.

La pedagogía innovalátrica es una “app” que le lleva al cliente lo este que quiere y lo que este cree que necesita, empoderado y emprendedor, siempre en penitencia cognitiva por salir de su zona de confort. Una pedagogía aplicada que garantiza la consecución competencial de los objetivos de aprendizaje dependientes en las finalidades educativas y diseccionados en las evidencias de los indicadores de aprendizaje que avalan el conocimiento significativo y competencial, lleno de sentido y realidad en su autenticidad pedagógica.

Colapsa la humanidad. La esperanza es un algoritmo de algoritmos en el fondo de la caja de Pandora (que es, realmente Casandra tras el filtro de realidad del “deep fake”). El árbol de una vida monetizada florece y arraiga sobre las ramas del árbol de la ciencia. El bien y el mal se relativizan tanto que son frutos fractales y vilanos en el vórtice “soft” de un abismo alegre. La libertad clava su bandera en la fraternidad y la igualdad. La fraternidad habita en espacios de “coworking” de colaboracionismo vendido como cooperativismo solidario globalizador y globalizante de glocalismos sin mapas. Y la igualdad, hecha equidad por aquello de la corrección política para poder colocar el producto a los clientes, es el estribillo social de una canción de moda. Colapsa la humanidad porque cada una de las personas de este universo debe creerse el ónfalos del mundo para que el progreso pueda seguir comprándose. Dejarse ser en la anestesia de Circe, que ha convertido a los semejantes en pequeños dioses y no en cerdos. Colapsar en la dulce placidez de la seducción. Una distopía vendida como utopía (con la  ingenuidad de la revolución cultural de mayo del 68 pero desde el adamesmithismo taylorista estanojanovista).

El “coaching” ha substituido a la maestría. La acumulación de datos para marionetizar la felicidad ha centrifugado la memoria. Las estadísticas dan razones científicas para ordenar el mundo y encarar el progreso ante tanta incertidumbre tan cierta (como siempre ha sido la tarjeta de visita del futuro). La inteligencia artificial es un magma en que todos sus componentes, los del otro lado de la pantalla, están perfectamente coordinados. A este lado, una sola persona se deja llevar por un ejército que tiene dedicación exclusiva en un tiempo de dios digital. Quien navega cree que decide el rumbo: la derrota es, en realidad, un diseño de empresas aliadas para vivir de la felicidad ingenua del navegante. La libertad de expresión desoye la paradoja de la tolerancia de Popper. El “blockchain”, esa tecnología de redundancias descentralizadora, asegura una seguridad sospechosa ya en su propia concepción de nube privada con el “machine learning” como Cancerbero.

Pedagogías, conocimiento, saber y competencias. Campaña de mercadotecnia desde la falta de empatía y exceso de prejuicios de la supuesta resistencia al cambio. La educación como laboratorio desde el que construir el futuro que les interesa a las empresas internacionales que, en un tiempo no humano, a una escala estratégica de implementación muy estudiada, van regulando la normalización sin resistencia, con la máxima complicidad que ha tenido una dictadura “democrática” en toda la historia. La coartada es de libro (dicho con adagio antiguo intemporal): cambio de siglo, crisis, expectativas por encima de las posibilidades conocidas, creación de una posibilidad en la que concretar los deseos y mucha base bibliográfica interpretada para la ocasión.  Aprendizaje activo, frene a la supuesta pasividad del tradicional selectivo, trasmisor y memorístico. Rousseau (con su descendencia en Pestolazzi y Fröebel) y la Ilustración como faro hacia el progreso: una propuesta con pedrigrí, personalizada, basada en evidencias científicas, enraizada en la realidad, práctica, colaborativa, democrática, motivadora, empoderante, constructora de conocimiento para hacer más habitable y sostenible el universo, reguladora de las potencias cognitivas y el talento de cada ciudadano bonsái, promotora de derechos y convivencias universalizadoras… Maria Montessori, Ovide Decroly, Célestin Freinet, Pere Vergés, Rosa Sensat o Angeleta Ferrer teorizaron y llevaron a la práctica, en una sociedad que poco tiene que ver con la actual, su proyecto pedagógico para cambiar el mundo desde la educación. Pero concreción pedagógica que ahora dogmatiza con su criterialidad, su relativismo y su taxonomixación burocrática y su fácilofelizocracia motivante y “esponsorizada” lo empieza a ocupar todo, aulas, despachos, agendas oficiales del poder. El aprendizaje servicio, el conocimiento utilitarista (¿para quién la utilidad?) es la consigna trasversal de una dependencia sistémica con carátula atractiva y sin más fondo que el de una retórica hueca e interesada.

Dos documentos audiovisuales para amenizar la chapa, si alguien ha llegado hasta aquí.  El primero es un sarcasmo que hiperboliza los excesos de la pedagogía misionera tan pseudocientífica como cientifista, una parodia del paidocentrocretinismo. El segundo, más trágicamente troyano, es la evidencia del discurso impregnado en la normalidad mediática que nos hemos dejado imponer: Kai-Fu Lee, experto en inteligencia artificial (auspiciado por el BBVA y el grupo Prisa –Promotora de informaciones, S.A.-), se hace el revolucionario desde la involución progresista tecnodependiente. Comentar lo que dice me llevaría a otro texto como el que se acaba aquí. Enlazo un tercer documento: un publirreportaje de TV3 sobre Escola Nova 21 que, performativo, se explica por él mismo. Por si el amable lector (léase también “veedor escuchante”) pierde comba, tiene después una glosa de la propaganda pedagógica oficial. Y, finalmente, una doble recomendación (desde el síndrome de Estocolmo de una realidad que nos envuelve como líquido amniótico): ved, si podéis y queréis, el documental El dilema de las redes sociales (The Social Dilemma, de Jeff Orlowski, exclusivo de Netflix) y leed, por favor, el ensayo de Marta Peirano El enemigo conoce el sistema. Como esto me está quedando como una pseudobibliografía, añado lecturas de Gregorio Luri (La escuela no es un parque de atracciones. Una defensa del conocimiento poderoso, La escuela contra el mundo: el optimismo es posible…), Andreu Navarra (Devaluación continua), o Jorge Larrosa (Esperando no se sabe qué).

Pedagogía demagógica para un mundo de avatares.

 

                         Matemàticas alternativas: el absurdo del relativismo educativo
 

 

                    Los tópicos al servicio del negocio. Kai-Fu Lee, experto.

  

https://www.ccma.cat/tv3/alacarta/sense-ficcio/la-nova-escola/video/6061523/

 

http://unestelalalba.blogspot.com/ 





3 comentarios:

  1. 2+2 és 22. El vídeo de la parodia matemática és un bon resum de certa deriva dels gurús que a base de frases concretes intenten establir tot un sistema, a vegades com una secta. Que el món ha canviat no ho dubta ningú però pensar que encara ensenyem la llista dels reis gods -ja ni els gods ensenyem!- vol dir que no hi ha preocupació pel que es fa a l'aula...

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    1. Ai, estimat Galderich: gairebé tot comença a semblar ja una broma tràgica. Com si el esperpento de Valle-Inclán estigués prenen cos real al món d'aquest costat de la ficció. Amb l'evidència científica com a dogma, embolica que fa fort... Ciència sectària, al servei d'interesos de transparència ben opaca. Amb la fal.làcia com a eina argumental i el maniqueisme com a estratègiade d'un fals binarisme, excloent complementarietats fèrtils. Però el negoci és el negoci... I els bons propòsits sòn en excel.lent nínxol de negoci. El funeral es el de la cultura. La festa és la de l'oci prenyant-lo tot de felicitat monetitzable.

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