En la dimensión vital hay un atanor literario que fertiliza lo vivido. La aparente superposición de pantallas no es lo mismo: esa juega con la ventaja del monopolio de la atención, que no es plena sino ajena y alienante (o enajenante). Dice Alejandro Casona en La barca sin pescador (me lo recuerda Paula Corripio Ramos) que es la usura de siempre: “primero fabricáis los enfermos y después los hospitales”. Hospitales de pago para enfermedades inducidas y lucrativas. El sistema y las personas, cuya alteración de prioridades sí altera el producto: gana la banca del sistema. Y esa macroestructura no es consecuencia humana: es producto de la dejación fagocitadora. Podemos llamarlo capitalismo emocional: una ameba digital con apariencia de Medusa seductora.
A Malud Alcázar Casas, por el magisterio espiritual
“La pregunta hoy es cómo podemos convencer a la humanidad para que acceda a su propia supervivencia”
Bertrand Rusell
Sindéresis
“Desembarazado te pariste
engendrando a quien
te guiará en el futuro
sinergiando dispergias”
(Me hablo desde un tiempo
atalayado:
sigo siendo
en el desdisfrazarme
que hilvana
mi identidad)
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