domingo, 22 de junio de 2014

Sonetos de carne II







Cortocircuito que pone en marcha la vida, pero desde la palabra que lo retiene y lo recrea. Lo vuelve a tener, lo vuelve a crear: semilla incólume del placer condensado en catorce versos y un manojo de imágenes. Orgasmo léxico, frontera de una transición siempre nueva y la misma. El relámpago, porque cesa es relámpago. Y oscuro, porque su luz descarga sobre lo oculto para iluminar por dentro.       


         En los agujeros viven las muertes.
Lo cóncavo acoge a lo convexo:
el cabo le pide a la mar sexo
y sus aguas contra él se frotan fuertes.

         En su madriguera, agazapado,
tu pulpo se deshace en dulce pulpa,
cómitre del compás limpio de culpa
que lubrica con ácido salado.

         Un cementerio de cruces erectas
tienta al aire y, perforando el cielo,
se hace cipreses de sombras perfectas.

         En el oscuro hueco del deseo,
la luz de un rayo traspasa y proyecta
el mástil agónico de mi cuerpo.   








jueves, 12 de junio de 2014

Sonetos de carne I



Man Ray, Rayograph (1922)
Gelatin silver print (photogram)
9 3/8 x 11 3/4″ (23.9 x 29.9 cm)
The Museum of Modern Art, New York. Gift of James Thrall Soby
© 2012 Man Ray Trust / Artists Rights Society (ARS), New York / ADAGP, Paris






         A la intersección entre la vida y la literatura, en su simbiosis vital, vienen a habitar estos sonetos de carne. Podrían ser simples Destellos domados, pero son mucho más. El verbo se hizo carne y aquí la carne se ha hecho verbo.


         Como en los “Sonetos votivos” de Tomás Segovia, el sexo explícito busca en la palabra la duración del orgasmo que lo trascienda.


         Aquí va el primero.




Cuando te haces flor y buscas tu eje,
                   un ramo de sangre entra en tu centro
                   y  las hormigas bajan a su encuentro
entre los vaivenes del desmadeje.

         En eso, el beso: risa bivalva
que libera una lucha de moluscos
contorsionistas que buscan los bruscos
espasmos de la raíz que nos salva.

         Desde dentro, violento, te culmino.
Desde dentro, telúrica, me siembras.
Haces denso el instante que fulmino.

Escrutaba tu rosa de mis vientos:
                   perdido entre malezas sin camino,
en ti encontré el caos más perfecto.





lunes, 9 de junio de 2014

Destellos LVIII




 
La arena blanca se adormece en su lecho blanco. La gravedad, sin sumidero, es ser en el estar.


                                      “These violent deligths have violents ends
                                      And in their triumph die, like fire and powder,
                                      Whitch as they kiss consume. The sweetest honey
                                      Is loathsome in his own deliciousness
                                      And in the taste confounds the appetite.
                                      Therefore love moderately. Long love doth so.
                                      Too swift arrives as tardy as too slow.”

                                               Shakespeare, Romeo and Juliet (II, 6)
                                     

Vivir en las ramas, como el barón Rampante, del árbol que yo mismo he plantado. Querer ser poeta entre ellas, guardar el equilibrio necesario entre lo sublime y lo ridículo gracias a la perspectiva lírica de esas alturas que me otorgan la visión de un dios-mono.



La vida, ese arte de negociar con la muerte, de pactar con el tiempo.


Reconocerse en el poder para no rebelarse: sumisión ante el espejismo de un oasis.

Ignorar lo material, por nuevo o por conocido. No prestar atención al cuerpo o al coche porque los has hecho tuyos por el uso. Son ya una parte de tu yo. Lo que estrenas frontaliza su ajenidad: el cuerpo adolece de lo que ha de ser para pertenecerte y el coche requiere la lectura del manual. Lo que envejece pide su conservación: tu corazón, tus piernas y tus ojos empiezan a no ser y a reivindicar lo que fueron; el coche vive acogido por tu mecánico.

La materia encuentra su centro perfecto en la transparencia del ser ignorado porque es estando, neutra.




Con los palos que ponen en las ruedas haremos raíles para circular sobre el caos.


De la algarabía, destilar los sonidos que, entre silencios, dan cuerpo a la palabra. El silencio ordena el caos del ruido.


Ya solo me interesa lo que creo que conozco: es la puerta hacia la aventura de la profundidad.

Reloj de arena horizontal. Tiempo en reposo, atemporalidad: pausa falsa y necesaria en la verticalidad grave de cascadas de arena ensartadas  por su vórtice al vacío (invertir su sentido no permite recuperarla: será la misma arena, pero en otro tiempo).
Dormir es lo más parecido a esa horizontalidad. La muerte es la horizontalidad fractal de un reloj de arena sumido en el bulbo abisal de la nada.


La lEtrA con sAngrE EntrA: ea, ae, ea…Críptico juego sonoro con apariencia de dureza.


Fue a urgencias porque se encontraba muy bien. Pidió algo para que le conservaran ese bienestar.