“These violent deligths have
violents ends
And in
their triumph die, like fire and powder,
Whitch as
they kiss consume. The sweetest honey
Is
loathsome in his own deliciousness
And in the
taste confounds the appetite.
Therefore
love moderately. Long love doth so.
Too swift
arrives as tardy as too slow.”
Shakespeare, Romeo and Juliet
(II, 6)
Vivir en las ramas, como el barón Rampante, del árbol que yo mismo he
plantado. Querer ser poeta entre ellas, guardar el equilibrio necesario entre
lo sublime y lo ridículo gracias a la perspectiva lírica de esas alturas que me
otorgan la visión de un dios-mono.
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La vida, ese arte de negociar con
la muerte, de pactar con el tiempo.
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Reconocerse en el poder para no rebelarse: sumisión ante
el espejismo de un oasis.
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Ignorar
lo material, por nuevo o por conocido. No prestar atención al cuerpo o al coche
porque los has hecho tuyos por el uso. Son ya una parte de tu yo. Lo que
estrenas frontaliza su ajenidad: el cuerpo adolece de lo que ha de ser para
pertenecerte y el coche requiere la lectura del manual. Lo que envejece pide su
conservación: tu corazón, tus piernas y tus ojos empiezan a no ser y a
reivindicar lo que fueron; el coche vive acogido por tu mecánico.
La
materia encuentra su centro perfecto en la transparencia del ser ignorado
porque es estando, neutra.
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Con los palos
que ponen en las ruedas haremos raíles para circular sobre el caos.
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De la algarabía, destilar los sonidos que, entre
silencios, dan cuerpo a la palabra. El silencio ordena el caos del ruido.
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Ya solo me interesa lo que creo que conozco: es la puerta
hacia la aventura de la profundidad.
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Reloj de arena horizontal. Tiempo en reposo,
atemporalidad: pausa falsa y necesaria en la verticalidad grave de cascadas de
arena ensartadas por su vórtice al vacío (invertir su sentido no permite
recuperarla: será la misma arena, pero en otro tiempo).
Dormir es lo más parecido a esa horizontalidad. La muerte
es la horizontalidad fractal de un reloj de arena sumido en el bulbo abisal de
la nada.
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La lEtrA con sAngrE EntrA: ea, ae, ea…Críptico juego
sonoro con apariencia de dureza.
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Fue a urgencias porque se encontraba muy bien. Pidió algo
para que le conservaran ese bienestar.
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Esperaba, querido Ábradas, tus nuevos Destellos. Parece que cuando estás un tiempo sin publicar, maduran en la barrica de tu cabeza y salen densos y profundos. Aunque no escribes con pretensiones de aforismo (siempre has dicho que son reflexiones líricas), estos entran más en lo filosófico que en lo estrictamente poético: la reflexión sobre el reloj de arena, su posición y el paso del tiempo físico y metafísico están, quizás, en ese equilibrio que buscas. Son siempre, de todas formas, abortos de posibles poemas.
ResponderEliminarComo las greguerías de Ramón Gómez de la Serna, has conseguido un género heterogéneo: en él cabe todo, en el molde de una forma multiforme.
Voy a servirte de traductor, que, en definitiva, ha sido mi oficio. Traduzco los versos de Shakespeare:
“Al placer violento sigue un final violento;
muere en pleno fervor, como el fuego y la pólvora
que se consumen al besarse.
La dulce miel empalaga con su propia dulzura,
y al gustarla confunde al paladar.
Amaos pues con juicio. Más durará el amor,
pues quien se apresura llega tarde, tarde quien va despacio”
Eso: el elogio de la duración. El arrobamiento del momento, el “carpe diem” denso y tridimensional que abole las prisas por vivir en el bufet libre de la vida.
Tiempo de arena blanca encapsulado en metraquilato . Solo eso ya justifica tu escritura.
“Metacrilato”, querido don José María: tiempo encapsulado en los bulbos horizontales del reloj de arena, blindados en metacrilato. Claro que este ácido acrílico , producto de la polimerización, seguramente no lo llegó a conocer… Su metátesis tiene excusa, pues.
EliminarGracias por su traducción shakesperiana, aunque en estos tiempos quien no sabe inglés, parece que no sabe nada (como es mi caso).
La secuencia de los Destellos es siempre casual: se agrupan de forma aleatoria anotaciones tomadas en tiempos y circunstancias muy diferentes, que reelaboro para este espacio, pero sin traicionar la idea inicial. El Destello de la materia en su centro perfecto, aunque formalmente poco lograda, contiene la esencia de mi pensamiento: la intersección entre la novedad y la experiencia como plétora del ser. Lo nuevo nos sorprende; lo viejo nos preocupa por su precipitación hacia el no ser: el funambulismo del estar en medio, entre lo adánico y lo caduco, justifica el equilibrio de los pasos. Por eso aquello de la aventura de la profundidad de lo conocido, entre el ruido de las sirenas del querer siempre estrenar experiencias.
Hay golpes de acierto, ingenio, ingenio poético y talento. Supongo que sabes en qué nivel estás tú ¿verdad?
ResponderEliminarMe ha encantado el reloj de arena. Después de leer las poesías de Borges pensé que ya no se podía sacar más partido a ese objeto. Demuestras que me equivocaba. También me ha encantado la definición de la vida como ese arte de negociar con la muerte.
Estoy en una fase creativa, querido Eduard, en la que, barralianamente, cada vez soy más ente literario, personaje que se ve viendo poéticamente, que persona que vive respirando (aunque lo primero es inviable sin lo segundo) El acierto está siempre en la osadía de atreverme a compartir lo que pienso cuando miro: esa visión curiosa sobre lo conocido que consigo como el dios-mono encaramado a mi árbol de palabras que soy.
EliminarLo del reloj de arena también me resulta muy curioso: por lo menos este, amortajado en su ataúd transparente y de sugerentes perspectivas y reflejos. En esta fotografía, además, la luz parece como de batiscafo que ilumina el tiempo en una fosa abisal a muchos metros bajo el agua. Una cierto de las coyunturas que me utilizan para concretar hallazgos de lo que ya estaba.