lunes, 16 de febrero de 2015

Horizonte de la vigilia lúcida



 
Cielo vangoghiano en Valencia.
          


       Bagatela. Miniatura lírica a lo Pessoa, con deje machadiano. Minimalismo maximalista en redondilla asonantada. Paradoja, trampantojo barroco carnavalero sin lentejuelas ni puntuación, para hacer más promiscua su posible trascendencia, para abonar su ambigüedad semántica de juego de espejos sin espejo.




Duermo soñando que duermo
Vivo soñando que vivo
Duermo la vida contigo
Sueño que sueño un sueño




4 comentarios:

  1. Las palabras bailan en un salón de espejos en tu poema.

    Besos.

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    1. La ligereza de la redondilla y su aire popular, Gemelas del Sur, pueden invitar al baile. Las palabras son espejos, valleinclanianos incluso, en los que reflejar, en una humilde y “mise en abyme”, el paso ternario que coreografía lo real, lo aparente y lo soñado.

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  2. Querido Ábradas, veo que entre Pessoa y Machado sigo apareciendo algo yo. Ese aire entre barroco y popular me lleva a una de las cuerdas de mi lira más queridas. Me gusta cómo has resuelto un tópico con palabras gastadas que adquieren una dimensión nueva en su sintaxis. Los límites entre lo que se vive y se sueña se difuminan, crean una intersección onírica y vívida, vivida y soñada.

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    1. Sí, don José María, hay algo de sus Baladas para acordeón, su Morir al día y su La realidad reflejada. Gracias por bucear en la profundidad de los juegos de palabras: sabe que en sus profundidades hay más. La ausencia de puntuación, además, aumenta sus posibles significados en los encabalgamientos.

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