Destellos LXX
Cuando el
naufragio de la deriva nos hace perder el rumbo. Cuando todo lo mueve el cambio
y es líquida de azogue (sin darnos fluidez) hasta la tierra más firme. Cuando
mareas y resacas tienen quienes gobiernen tu nave. Cuando los faros son
espejismos de luz clonados por la misma perversión de cantos de sirena con
eslogan. Entonces hay que volver. Volver al fondo. Descender por el cabo hasta
la playa del poema. Allí, cabeza levantada hacia ese cielo de agua ensartado de
destellos, ser pecio humano.
Cuando el ancla es lastre que nos centra y libera.
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El tiempo pasa. Los recuerdos son
remolinos de duración en el cauce de la línea recta del tiempo, centros de
ondas concéntricas en el camino del agua hacia la nada. Círculos centrípetos
que preñan el fluir: olor de humedad, música líquida. Lo demás es murmullo de
muerte.
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Claustrofobia en el universo.
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Oficios humildes y trascendentes: quitarle el polvo a los
brazos del Cristo crucificado.
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Vivir con el
hueco del corazón bombeando nadas.
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Haikú traspapelado:
Silencio
en sombra.
La
luz del pensamiento
florece
en alma.
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¿Felicidad compacta? No, preñada de grumos de
infelicidad, como el gruyère francés,
que le den a ese cuerpo alma.
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El dinero cifra el interés mejor que nada.
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Bostezo: exhalación
del vacío mental, transmutación del aburrimiento como lugar común en el circo
que es ya el mundo. Cercenar las alas a la plenitud de ser desde dentro, capar
el vuelo por falta de experiencia constructora del yo.
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“Mobile World
Congress” vs. Fruitful & Restful Word Congress.
En un mundo hiperactivamente móvil, un congreso de
sosiego. Quizás la etimología sea la última isla humana.
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