Celebrar la noche más corta
es
de perdedores.
Frontera entre fuego y agua,
la
oscuridad se viste de la luz
de
la danza de Salomé.
Su
presente
se
hace presente
a
la mañana siguiente:
en
bandeja, la cabeza
del
profeta bautista.
Herodías
vence así
y
Salomé es pantalla
de
su triunfo,
sacrificando,
morbosa,
su
deseo.
En la boca de la mañana,
resaca
de escorias y tréboles,
besa
la vida su fiesta.
Las
hogueras mojadas
saludan
sordas el naufragio
de
los días.
Su
humo danza, invisible ya,
en
los velos de todas las albas.
Flirtea
con la magia
la
seducción del caos concentrado
que
muerte y vida
vive
y mata.
Bauprés
y mascarón,
el
verano navega hacia su invierno.
Celebrar la noche más corta
es
de perdedores que velan
desde
la luz más larga.
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