Leer
la imagen es reconocer la realidad que imita. La imagen no es la realidad sino
su apropiación para el transporte de la imaginación: es su representación, la
reproducción de lo que fue fuera de ese artificio que es. El imán de la luz se
hace simulacro y achica verdad por sus imbornales. Una mentira piadosa para
retener lo efímero.
Primero,
la emoción. Luego, la razón.
Mirada
sólida sobre una realidad líquida que, evanescente, vaporiza en nada si no se
tiene voluntad de recuerdo.
Una
geometría dulce de nubes. Siempre estuvieron ahí, siempre las mismas, aunque
siempre diferentes. El ojo y sus filtros sí son otros cada vez. Ojos de memoria
caminada. Ojos de mirada de pincel. Ojos de visión victoriana y daguerrotipo
(como aquella que inmortalizaba la muerte como espejismo de vida retenida).
Ojos eclipsados por cámaras. Ojos digitales con tanta memoria que olvidan lo
que ven mientras lo están mirando. Ojos que fingen ver entre tanta obligación
de mirar.
Esas
nubes, capricho de viento y presiones, están ahí desde siempre. Hemos
desaprendido, por feliz pereza, a no verlas. Los instrumentos de ver son
inútiles si no se aprende a mirar: la realidad aumentada es una broma del
progreso. Las nubes, simplemente, bellos hidrometeoros preñados de
posibilidades: cirros, cúmulos, estratos o nimbos que navegan por el mar
celeste de nuestra imaginación.
muy, pero muy bueno, razón te asiste, miramos poco al cielo
ResponderEliminarsaludos