Con visión de altura, la luz previene del trampantojo que contiene el embudo. Es artificio sin arte, canto de sirenas sin mito. |
En
el desorden organizado de la impaciencia compulsiva, sobre las bambalinas del
decorado feliz que nos venden gratis (un “locus
amoenus” ergonómico de realidades aumentadas y “candys”), los
prestidigitadores de la usura obsolescente hacen llover “likes”.
“Solamente
/ lo fugitivo permanece y dura”, dice Quevedo en su soneto “A Roma sepultada en
sus ruinas”. Ahora, en este nuevo imperio, solo lo virtual dura en su efímero
estar, siempre en otra parte, en un lugar sin lugar ni utopía. Es la dictadura
de la incorporeidad cosificada y cosificadora. El “gadget” (y el primero de esos objetos fue, parece, la
réplica de la Estatua de la Libertad que la empresa constructora, Gaget,
Gautier & Cia”, fabricó para subvencionar las obras de su instalación)
tiraniza la independencia, es el centro del que somos alrededor y complemento.
El mundo
sigue siendo ancho y ajeno. Aunque clientes y turistas crean que también es
suyo desde las infinitas posibilidades de su pantalla. Es una orgía de
adolescentes en el cortijo global que consentimos mientras sea rentable. Las
aplicaciones flexibilizan la oferta hasta el capricho, a demanda de estrategia griega
en la Troya que es cada terminal.
La
felicidad, sobreestimulada, cultiva yonquis dependientes de psicólogos,
tranquilizantes y tecnología. La fragilidad humana es un producto de consumo.
Las personas somos ya alumnos de la alfabetización emocional en un colegio
privado, individuos que rinden culto al esfuerzo del deporte electrónico.
Dictadura
de la libertad
pervertida
y estandarizada:
luz
al final del embudo
en
la aceleración de la calma.
Ataraxia
fractal
de
cámara oscura
inundada
de
resplandor artificial.
En
orgía orquestada,
el
imperativo de vivir
por
delante de ti,
la
compulsión por adelantarte
(ver tu
propio entierro,
ser
la sombra que proyectas)
te
arrebata del que puedes ser.
Mátrix
(o la caverna de Platón)
es
una realidad estenopeica
diseñada
por pseudoaristóteles,
preñada
de demiurgos
de
futuros de embudos
palalelos
al presente.
(Alhacén
vive secuestrado,
feliz
en su síndrome de Estocolmo,
en
Hollywood)
Cainismo disfrazado
de
abelismo en este carnaval
de
espumas pixeladas.
(Afuera,
mentes vírgenes
gozan
sin más complemento
que
su alrededor)
El
embudo que nos seduce
con
su estrechez ancha,
con
su falsa anchura
decorada
de alas
y
de espejos abigarrados
de
espejismos,
es
el trampantojo
sin
arte,
usurero
de
felicidades.
No hay comentarios:
Publicar un comentario