Madrugas para
llegar a la playa antes de que se convierta en un hormiguero. El levante no
acobardará a los bañistas porque los días de vacaciones son sagrados en el
calendario turista.
El freo del
Fraile se remueve con las corrientes y las olas decoran con sus guirnaldas
blancas las piedras negras. Piso las dunas fósiles que pisaron pies romanos. Me
desplazo sobre una cantera para llegar a mí: así, sentado frente al viento y el
mar, me siento patriarca del paisaje.
La playa es
siempre distinta y siempre la misma. La arena vive en un vaivén de mareas en el
que habita la duración. Un lugar: infinitos matices de paisaje. Un millón de
veces vivido no basta para vivirlo. El mejor aeropuerto es el que nos lleva a
nuestro lugar.
Sucedió hoy. Es
para siempre. Estos dos haikus son su testimonio indeleble. El viento lo grabó
y las olas lo hacen eco.
Roca en la mar.
Raíz.
Tiempo de viento.
Ama
la espuma.
Lascas
de agua
esculpen
el paisaje.
Playas
del aire.
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