miércoles, 27 de junio de 2012

Destellos XXXIX




Gilbert Garcin: La vie (résumé)





“Se miente más de la cuenta
por falta de fantasía:
también la verdad se inventa”

         Antonio Machado.”Proverbios y cantares”,  XLVI

“Algún día –habla Mairena a sus alumnos- se trocarán los papeles entre los poetas y los filósofos. Los poetas cantarán su asombro por las grandes hazañas metafísicas, por la mayor de todas, muy especialmente, que piensa el ser fuera del tiempo, la esencia separada de la existencia, como si dijéramos, el pez vivo y en seco, y el agua de los ríos como una ilusión de los peces. Y adornarán sus liras con guirnaldas para cantar estos viejos milagros del pensamiento humano.
Los filósofos, en cambio, irán poco a poco enlutando sus violas para pensar, como los poetas, en el fugit irreparabile tempus. Y por este declive romántico llegarán a una metafísica existencialista, fundamentada en el tiempo; algo, en verdad, poemático más que filosófico. Porque será el filósofo quien nos hable de la angustia, la angustia esencialmente poética del ser junto a la nada, y el poeta quien nos parezca ebrio de luz, borracho de los viejos superlativos eleáticos. Y estarán frente a frente poeta y filósofo –nunca hostiles- y trabajando cada uno en lo que el otro deja.
Así hablaba Mairena, adelantándose al pensar vagamente en un poeta a lo  Paul Valéry y en un filósofo a lo Martin Heidegger”

                                              Antonio Machado. Juan de Mairena.

Épica del silencio. Clonación de lo eterno: recurrencia informatizada del infinito. Arborece, mientras tanto, la vida y somos raíz. Y somos paralelos, tangenciales y complementarios a nosotros mismos sin ser siempre conscientes de ello. Somos poetas filósofos, filólogos entrojadores de tiempo verbal y versal, nominalizadores de la experiencia.

“La poesía es una aventura verbal que trata de dar cuenta de la aventura vital de una consciencia

                                                     Carlos Marzal


Sobre el ruido del ahora, el estribillo cadencioso del siempre que tiende a mitificar lo que ya no existe. Presente: sombra de ausente.
Destellos: fulgores como átomos en el vacío que nos circunda y nos justifica por la palabra.

Un centauro de Sócrates y Diógenes viaja con una puerta sobre sus espaldas. Más tarde se comprendió todo después de contemplar la misma escena en varias ocasiones: plantaba sobre sus cuartos delanteros la puerta y la abría y la cerraba, la cerraba y la abría con parsimonia segura. El gesto le permitía establecer o interferir diálogos; iniciar o finalizar caminos.
El joven de Nazaret se hizo famoso en la vida profana antes de pasar a la historia sagrada como un excelente constructor de cruces y el más diestro afilador de clavos. El suyo fue un suicidio lento y premeditado. El haraquiri no entraba en los cánones de su cultura judía.


Acudir a la urgencia ordeñándole, compulsivo y frenético, el gusto. Empuñar un nervio de sangre, un ramo, un pulso como una espada por la que entra y sale la vida. El placer es otra cosa: imaginación, calma, premeditación, alevosía y escenario

“Eternidad”, “absoluto”, “infinito”, “nada”, “todo”, “insondable”… son solo significantes de un significado sin referente. La poesía es su patria.
En los recovecos del sueño, dormitar mientras los pájaros zurcen los agujeros del silencio a picotazos sonoros
Pienso en castellano. Parlo en català. Respiro en murciano. Vivo y siento en abradeño
Pedigüeños sin humillación, los banqueros.
Entre la nada y la nada, el todo de la vida
Dios nació como solución y se ha enquistado en problema.
Rutina de lo extraordinario. Y un día, sin darte cuenta, ya estás al otro lado de tu tiempo.
Eyacular hacia adentro (¿sexo tántrico?) para engendrar ideas.

lunes, 25 de junio de 2012

Destellos XXXVIII

Mediterranean cafe (1988). Acrílico sobre tabla (51,5 x 70,5) Rudolf Häsler (1927-1999)
El bar Catalunya pasa de real a hiperreal, de realidad real a realidad transcendida: en esa imagen viven todos los bares Catalunya que han sido, son y serán el bar Catalunya.


Lo “infinito” y lo “eterno” son dimensiones de la escala poética. Son palabras sin referente real reconocible. Ante el inefable (que  no “indecible”) concepto que albergan experimentamos el arrobamiento de lo sublime en el espacio y el tiempo mentales. Como nadar en la esencia de la nada: disiparse, difuminarse, anonimizarse, anonadarse… Ser siempre apócrifo juglar de palimsestos propenso a la palinodia.
Es la palabra la superficie de un universo y estos “Destellos” su pálido eco. Desde alguno de sus extremos, Swedenborg o Baudelaire nos hablan de las correspondencias de las voces que el tiempo ha ido enhebrando en cada una de sus concreciones léxicas y que, en cada presente, se agolpan para decirnos todo lo que ya dijeron. Esa comunicación pende del todo de la nada que nos lleva y nos llena.
Misticismo ateo. Telescopio y microscopio léxico, túnel que nos acerca y sintetiza todo lo que la palabra ha engendrado al nombrar: se superponen en la última todas las voces y se hacen una, preñada y densa de historia.  Una situación, cientos de miles de experiencias y una combinación de letras y sonidos quintaesenciadores. En este “árbol” habitan todos los “árboles”. Relámpago que resuena, eterno.

El árbol se derrama en sombra. Eclipsa su copa el sol para refrescar sus raíces. Se derrite la materia para subsistir de su propia acuosidad negra. La luz lanza cigarras trenzadas en zig-zag contra los frutos estoicos.
En el hueso de la fruta habita un corazón duro para resistir los mordiscos de la vida. Y para hacer de esa pequeña tragedia de la mordida semilla de nuestras tragedias.


Un gesto: muchacha domando las negligentes bifurcaciones de las puntas de su cabello con la yema de sus dedos índice y pulgar. Lejos de ser vulgar, representa un despioje bello. Estampa sublime para un soneto barroco, circunstancia en un tiempo de twits.

En la noche de agosto los árboles beben sombra ajena, la acumulan en sus raíces para poder proyectarla, digerida y propia ya, en el mediodía refulgente.
Orgasmo mental: comprenderlo todo aquí y ahora y serlo todo por un instante.
Sentirse onda de un centro que siempre está más allá, ser siempre un alrededor. Jorge Guillén, en su centro eterno, nos mira y sonríe burlón, mallarmeanamente, haciéndole un guiño a Paul Valéry en el cementerio divino infinito en el que conmueren.
El mar, ese infinito traje de agua a medida.
Esplende, amarilla, la retama en su rama. Ilumina el campo la flor de la genista sobre su verde.
 A veces estoy tan lejos de mí que no me alcanzo: otras soy todo yo.

viernes, 22 de junio de 2012

Destellos XXXVII

Vivimos rodeados de lo que no vemos:
el aburrimiento nos abre las puertas de la percepción
y revela el detalle fotográfico que la prisa anula.



Aburrimiento de pastor o de niño, pero sin la filigrana culterana de la octava real ni la ensoñación sin palabras. Fluir por el acueducto del presente, con plena consciencia y plétora, siendo entre el pasado y el futuro lo que puedo ser mientras estoy siendo. Ser todo prólogo en la espera fértil, mientras envejece el papel de los libros, de golpe, como la epifanía abrupta de un barbecho de indiferencia de anaqueles, que revive con el tacto caprichoso, al azar, del gesto de volver a abrir sus páginas muchos años después.
Vivir al hilo de la vida, saboreando sus encrucijadas, deteniéndose en los matices que nos podemos regalar si aprendemos a mirar. Es la escuela del aburrimiento la mayor cátedra del conocimiento: el tiempo, el yo y la realidad interpretable. Diletancia enriquecedora que destila destellos de la aparente nada.
Aburrimiento: ceguera de la mente, a  contravida, dando argumentos a la muerte.
En los pupitres se despereza el tiempo. Sueña el futuro.


Angustia de la transición. Impaciencia del dejar de ser para ser otra cosa. No hay unidades de tiempo estancas.
El mar, esa inmensa clepsidra de un tiempo siempre tangencial al nuestro, pero que nos contiene.
Calca en sombra su forma: molde frío proyectado por el sol para hacer viable el estío.
Higuera: condensadora de la luz en arrope encarnado, vaginalidad comestible.
En verano las naranjas nos traicionan. La sandía nos compensa de su ausencia.
Las gafas nos protegen de los excesos de la realidad.
Ipad: el mundo, en otra parte.
Excursión de párvulos a un cementerio: simbiosis vital.
Caligrafía: arte de cuadricular las ideas, remanso del impulso vital, lexicalizado y domado por el trazo.
Contaminación ambiental: condensación de bufidos y gritos de los malhumorados y agrios habitantes del mundo.
Ritmo binario del presente (tic-tac) y del corazón (lub-dub) que hay que aprender a acompasar con el ritmo ternario del tiempo: pasado-presente-futuro; pasado-presente-futuro; pasado-presente-futuro; pasado-presente-futuro… No hay director ni metrónomo que los concierte.
Algunas mujeres se pintan las uñas porque creen que es una parte visible de su esqueleto y quieren negar la calavera que también son. Esas misma mujeres, que ignoran que las uñas no son hueso, se niegan a reír con la boca abierta para no delatar a las futuras desdentadas que serán, sin esmalte ya sobre sus dientes, que sí son hueso. Pueden, para huir de la evidencia “calavérica”, decorar su sonrisa y disimular con esmalte de uñas su dentadura. Cirugía estética incruenta contra la muerte.

sábado, 16 de junio de 2012

Destellos XXXVI

Fotografía de Eugène Atget que retiene una presencia fantasmal
(muy viva en ese instante largo que necesitaba su cámara para captar la realidad mutante del París de 1900). Retrata la Quai Conti 3.


Destellos sin vocación de constelación, pero que responden a un cielo. Lecciones de una escuela de paciencia sin pedagogía ni plan de estudios, pergeñadas por un constructor de provisionalidades definitivas. Desde la absolutez de la percepción, un balcón para contemplar las miradas despistadas. Axiomas que son intuiciones, evidencias mentales: deducciones de razonamiento lírico para una realidad poetizada. Las cosas viven, también, en el universo de nuestra bóveda craneal.
Collage. Los Adagia de Wallace Stevens se cruzan con las Odas elementales de Pablo Neruda y Canción sobre el asfalto de Rafael Morales. Se entrevera el pensamiento con la sabia y sanchopancesca lucidez del Juan de Mairena de Antonio Machado, trenzado, a su vez, con los hilos invisibles de ese dinamitar la usura de la costumbre que es Julio Cortázar. De ese cóctel saltan las chispas de estos relámpagos que, en la mayoría de sus descargas eléctricas, solo hacen resplandecer las nubes, sin llegar a iluminar como rayos la tierra. Poesía relámpago. Destellos


La evanescencia es la única substancia: agua sólida que se evapora.
Tiempo ajeno al tiempo, el de cada uno, que no es el nuestro.


La perfección se disfraza de muchas formas. También se viste de imperfección.

Substituir mi ausencia con mi presencia
Torerancia: paciencia y destreza toreras para lidiar con la bestia de la controversia y la adversidad.
Abierto herméticamente. Diáfanamente cerrado. Así, el amor, nos da lo que nos quita. A cada cual de forma diferente e intransferible.
Trayectoria aleatoria de los vencejos: plan del caos. Belleza de la entropía.
Cangrejo ermitaño: Quasimodo con vocación de tortuga desahuciada que vive de ocupa.
Arborescencias fractales en senderos que se bifurcan al otro lado del espejo.
Tiempo real: aquel en el que puedes ser consciente de lo que haces.
Arquitectura de humo. Filigranas de aire. Corazón de plomo.


Otros "cameos" eternizados por Eugène Atget en la Rue des Nonnains-d´Hyères,
un día del 1900 parisino


miércoles, 13 de junio de 2012

Haikus VIII



Ausencia de mar.
Mar sin mar, pero vivo en dinamismo futurista. Olas geométricas y verdes ondean su estático vaivén en mares planos de vainilla, entre rumores de voces y ecos acompasados, entrecruzados de bisbiseo enhebrador de la anarquía inencauzable.
El mar también llega hasta aquí, aunque no sepa mojarnos más que el pensamiento tras los ojos cerrados.
       

                         

           Sol en fragmentos.
           Gaudiniza el mar:
            Luz de cristal.
          
                         

           Frontera ambigua:
           Agua, sol, sal y arena.
           Exilio apenas.

                        

          El mar nos canta,
          pentagrama de olas,
          su barcarola.

                        

         Devuelve a sombra,
         bajo su piel azul,
         gajos de luz.

              





Tres ideas de Ábradas desde una visión de altura arrobante.