jueves, 25 de marzo de 2021

El diletante fértil. Vigesimotercer paseo

 

Al abrir el camino, la raíz se hace tronco al aire. Somos en la trasformación: en el abismo relativo podemos arraigar agarrados a la esperanza de querer seguir siendo.

 

            A Lali Martí, por esos abrazos prietos y sentidos que duran para cuando no podemos estar cerca, cercados y acercados dulcemente por sus brazos.

 

  “Toda forma suprema de amor es matriz cristalina y eterna. Ser bello es hacerse centro de amor y morar otra vez en el himen divino”  

 

 “Cuando nuestra intuición del mundo se despoja de la vana solicitación de la hora, se obra el milagro de la eterna belleza”

 

                Valle-Inclán. La lámpara maravillosa. Ejercicios espirituales.

 

 

“Entremos más adentro en la espesura”

 

                San Juan de la Cruz. Cántico espiritual

        

        

         Hoy no tenía previsto caminar mucho. Al amanecer había decidido, tras meditar, que no caminaría. Pero el sol me animó y, sin rumbo, empecé a dar pasos sin pensar adónde. Cuando me veo en la pista que lleva a sant Medir por la Vall de Gaussac me dejo llevar por una inercia serena. Estoy a punto de adentrarme por caminos laterales en tres oportunidades. Pasado can Borrell lo hago. Voy en busca del viaducto de can Ribes, cerca de las ruina del Casino de la Rabassada. Cuatro horas conmigo. Sin predisposición, sin planificación puede armarse también el telar de vivir.

         Abrumado de sosiego con las respuestas del poder del bosque, respiro y palpito para dar energía a mis pasos por la torrentera sobre la que me busco, azagado en silencio verde con aromas de la gama del hinojo. Centrado, concentrado y circuncentrado atiendo con consciencia voluntaria la naturaleza que me pide contemplación fluida sin pensamiento. Agudizados los sentidos, arrobado suavemente sobre mis pasos, vivo el alivio de sentirme ser en la claridad natural. Mis manos tocan el origami de la escenografía natural y mis talones huellan firmes el terreno. Mi gusto sinestesia con mi olfato e ingiero la húmeda placidez respirada de la trocha. Mis ojos retienen memorias que se superpondrán a las imágenes en las que he sido, como los reflejos del cielo en las capas de agua de una fuente. Mis orejas conectan, binaurales, con la sinfonía de minimalismo ubérrimo de ese trozo de universo. Un gato arborícola y rampante me sorprende carrollianamente con ecos de Italo Calvino.

        Entre troncos caídos y troncos erguidos, entre madera viva y madera en su otoño de humus, algunas setas saludan desde su ajedrez sin aristas, desde su tablero entrópico de vida. Una me susurra en ASMR un haiku que me traigo, memorizado, hasta aquí:

 

Lúbrica en goce

erecciona la seta.

Vulva del bosque

 

         Hay muchas lecciones en la pizarra inteligente del bosque. Incita su maestría a una meditación dinámica y holística, sextiperceptiva. Invita a pensar sobre el pensar. Descubro que puedo ser proactivo sin dejar de ser reactivo. Hay personas emprendedoras e imaginativas que construyen desde un fundamento casi virgen, que proyectan en libertad, sin prejuicios lastrantes, sin juzgar. Yo necesito una base sobre que proponer: reacciono, sin victimismo, y me prolongo esos cimientos para que sean otra edificación. Hay quien razona y quien piensa. Y hay quien intuye. El razonamiento es vertical y eficientemente eficaz. El pensamiento busca lateralidades, metáforas horizontales. Hay un razonamiento lógico y un pensamiento analógico. La intuición se cultiva desde la sabiduría, que es mucho más que razonar, pensar y meditar. La rumia del sabio centellea cuando el mundo, la energía y el yo se hacen intersección. Para esa epifanía es necesaria la contemplación: la que permite saber y sobre la que seguimos sabiendo como entrenamiento en incertidumbres. Cuánticos y digitales poblamos el mundo de máquinas. Pensantes (razón vestida de emoción) nos pensamos, nos amamos, nos regalamos en arte. Los aforismos, los koan zen, la poesía de la filosofía (a lo María Zambrano, a lo Nietzsche) nos permiten ser nosotros en resonancias, en correspondencias, mientras la ingeniería del mundo nos facilita la existencia sin quemarnos las alas en la jaula dorada del monopolio del progreso material.

         Así, ante un árbol, fuera de la prisa del tiempo, absolutos en ese relativo, podemos experimentar la eternidad de la impermanencia y llegar a sentirnos árbol. Como en el cuento de Cortázar de Final del juego “Axolotl”. Somos multidimensionales pero la urgencia nos aborta.

 

Pensar el árbol.

Eternidad madera.

Ojo entrojado

 

 

En el claro del bosque dorado de verde, un gato se abraza a la rama, farero del pino.


Quitapenas en el pesebre de la mano. La leyenda indígena y la tecnología médica convergen en la salud.  Poliédricos, combatimos las aristas del mundo.
 

lunes, 22 de marzo de 2021

El diletante fértil. Vigesimosegundo paseo

 

Así, circunscrito en analogías, azul y presencial, como un silencio pintado por Edvard Munch reinterpretado desde la serenidad por Felipe Julián Hernández Lorca, me pienso y pienso el mundo. No estoy ahora en ese ser aunque en él sea casi todo lo que puedo ser.

 

            A Cristina Lorenzo, alegría de la huerta, porque nunca le he dedicado nada y se lo merece por esa felicidad (en minúscula y cursiva) pandémica que nos regala con su presencia.

 

      “No querer comprender, no analizar… Verse como se ve la naturaleza; mirar sus impresiones como se mira el campo. En eso consiste la sabiduría”.

 

     Fernando Pessoa. Libro del desasosiego.

 

     “Car Je est un autre. Si le cuivre s’èveille clairon, il n’y a rien de sa faute. Cela m’est évident: j’assite à l’eclosion de ma pensé: je le regarde, je l’écoute…”.

 

     Arthur Rimbaud. Cartas del vidente.

                                  

 

Lo contrario de la palabra es el ruido, no el silencio” […]

Leer  es releer infinitamente, porque lo contrario de lo finito no es lo infinito, sino lo absoluto

 

Joan-Carles Mèlich. La sabiduría de lo incierto

        

         Amar es una posibilidad que nace y se expande desde el yo. Es una responsabilidad patrimonio de quien ama. Ser amado es un regalo que no depende de nosotros sino de tús concretos. Amar sin ser amado, sin reciprocidad, en solipsismo onanista, puede ser una forma de estar en el universo. Pero sería como bañarse en el mar sin sentir el abrazo del agua. Somos agua. Somos islas. Islas sin mar, endogámicas, naufragan sedientas en autarquía emocional.

         Autoscopia narcisista. La meditación es su antídoto (pero sin guías digitales, desde dentro de uno mismo, enseñado por un maestro sin usura). Se precipita el mundo en sus pantallas y nos hace huérfanos de humanidad. Vivimos en la sintaxis del cosmos como fonemas, como sonidos, como grafías, como monemas, como palabras, como sintagmas, como oraciones. Buscamos la gramática de la resonancia. Buscamos ser texto, diálogo a cuatro bandas: la del yo, la del nosotros, la del mundo físico y la de la energía de universo.

        De baja por maternidad: parir un nuevo yo por primera vez, pasar de Parménides a Heráclito, de Platón a Nietzsche adánicamente y sin anestesia pide una pausa para poder seguir con metamorfosis futuras desde la inercia de una nueva esencia evanescente.

         Sufrir la vida. Vivir en sueños. Cambiar el parámetro de la realidad como verdad: ser dormido; estar despierto. La paciencia del conductor del camión de la basura es una referencia ética.

         Contra el monopolio digital de la formación informatizada: deformación, información, conformación, transformación… Formateados somos menos nosotros  y más sistema, más esclavos de la libertad digital.

         Amar en la contemplación, fuera de lo contemplado. Por vaciamiento, por desintoxicación del ego fagocitador de alrededores. Ser en la lectura del mundo desde nuestra historia pero hacia la narración de un mundo en el somos, en los márgenes, notas complementarias al asunto.

         Vivimos en una moral y una cultura heredadas: sobre ellas debemos construir la ética pensada y sentida que dejemos en herencia. Con responsabilidad humanista, como eslabón de progreso sin egoísmo usurero. También hay una epifanía del abismo, una revelación del vértigo. En el amor de las relaciones textuales que mantenemos porque somos en ellas nos entregamos para que todo pueda seguir siendo en su secuencia dialéctica. Un destello del cielo enciende la mecha de ser y somos. El yo se hace puente en el texto que conduce a la vida. Para ello es preciso cultivar el aura, la atmósfera de ser en presencia: intensidad, tono, timbre y duración de la voz que nos toca con dedos de aire, sin píxeles ni atajos cifrados.

         La identidad es la voluntad de raíz en la transformación necesaria para seguir siendo en un mar proceloso de sirenas que cantan el liberalismo espiritual desde las inercias inducidas del liberalismo economicocentrista: autoexplotación, autoinculpación expiadas como victimismo; estajanovismo que esencializa con inciensos y  buenismo la aceptación resignada que dice repeler la sumisión y es causa y consecuencia de la derrota del mundo. Realizarnos, terminativos en nuestra provisionalidad, es el espejismo de oasis en que ser, en verdad, en el simulacro. Duelen las aristas lorquianas del progreso: sufrir no es un capricho morboso y masoquista del yo: es la estigmatización subjetiva del happyland que es esta isla de los juegos que nos dejó Carlo Collodi como herencia en su Pinocchio. La dama Azul vive en una nube en un desierto lleno de conexiones con un universo de rebuznos y bitcoins.

 

 

Piel de papel.

Eros hecho palabra.

En tinta ser.

 

viernes, 19 de marzo de 2021

El diletante fértil. Vigesimoprimer paseo

 

Sant Jeroni de la Murtra (Badalona), excusa para un diálogo tejido de pasos, complicidades y el amor que también fructifica en el azar.

 

 

 

            A Montse Figuera, corazón emprendedor y desbordante de empatía.

            A Noèlia Berenguer, por enseñarme sant Jeroni de la Murtra y el carrer Tiano. Y por hacerme creer en la humanidad con unos cruasanes del forn Solà de can Pau de Tiana.

 

      “If the doors of percepción were cleansed, everithing would appear to man as it is: infinte”.

 

William Blake. El matrimonio del cielo y el infierno (1793).

 

The doors of percepción, título del ensayo de Aldous Huxley de 1954.

 

The Doors, la banda psicodélica de  Jim Morrison (1965-1963)

 

 

“que nadie lo miraba,

Aminadab tampoco parecía.

y el cerco sosegaba,

y la caballería

a vista de las aguas descendía”.

 

     Final del Cántico espiritual  de san Juan de la Cruz.

                                  

        

         Globalización de la cultura: como negocio, como oportunidad de progreso, como simulacro. El amor como panacea y sinecura, como esencia y como anzuelo; el amor como imperativo categórico. La felicidad como producto comercial, como atajo de reclamos para llegar a la alegría. El dolor como conflicto inevitable con el alrededor (que también somos dentro) y el sufrimiento como asunción (o no) de ese dolor.

         La secuencia didáctica de la intuición que da la sabiduría no empieza desde la admiración sino desde el cuestionamiento y la duda, desde un escepticismo preventivo (no reactivo) que es umbral de la experimentación para poder llegar a saber. No podemos llegar a todo como pensadores. Tenemos que delegar y confiar para poder construir conocimiento. Si nuestro mundo es inabarcable porque así lo hemos dejado diseñar, necesitamos subcontratas. Sin humanismo, con el relativismo usurero como rompehielos del futuro, todo el tinglado global es un zoco planetario de especulación y subastas. Los charlatanes de elixires milagrosos viven, tuneados de la nueva retórica embaucadora pixelada de “spots” y monetizaciones, en nuestra nuevo hogar, las pantallas, y disfrazan de lo que haga falta su interés lucrativo para llegar a nuestra necesidad inducida. Esa complejidad de los mensajes nos aleja de lo humano. No hay todavía un humanismo digital porque se ha subvertido y prostituido la prioridad. En su aparente “ignorancia” era más culto un pescador analfabeto del siglo XIX que un ingeniero informático del siglo XXI. El pescador era ingeniero sin título universitario homologado: de su ingenio dependía su subsistencia. El ingeniero de una gran corporación franquiciada depende de la bolsa (ese azar forzado por la usura y la estadística proyectiva) para ser un talento útil. Exhibicionismo de la humildad como estrategia publicitaria. Un pastor no se exhibía: enseñaba sin doble fondo. Un predicador youtubero proyecta con vaselina un negocio “ad hoc”, “ad personam”, asistido por los algoritmos. Ante las dos situaciones cognitivas la secuencia didáctica es la misma: escuchar desde la reserva crítica. Aprender del pastor, el campesino o el pescador es más eficiente porque las interferencias son humanas e intuibles. Con el sanador pantallal hay mucha más intermediación para discernir la verdad de la “verdad” que vende. Los nuevos chamanes son tótem y tabú para cultos ignorantes. Fingir ignorancia socrática desde el aval de la seguridad del sistema es una triquiñuela de precariedad en el imperio del capitalismo cognitivo, que cada vez se aleja más de la cultura porque así lo normalizamos.

Hay también un capitalismo místico. Cualquier pantalla contiene la bibliografía para su estudio. Píldoras de sabiduría oriental para calmar la desazón occidental. El modelo norteamericano lleva la lancha motriz de esa estela y el mundo globalizado surfea sobre el negocio. Los educadores emocionales y trascendentes son dolientes redimidos por una revelación que “tienen la necesidad” filantrópica de compartir creando una empresa “altruista” para ayudar a la humanidad. Un paseo por cualquier canal de meditación “mindfulnésica” te lleva al laberinto del Minotauro de esa iniciación, sin Ariadna. Te venden las alas de Ícaro, la riqueza de Tántalo, el amor de Narciso. ¿La mayéutica socrática como base del “coaching”? No es una pregunta retórica: en la respuesta hay un camino de vida. El “homo viator” ya no huella senderos con sus pasos: es su asistente “smart” el que le simula la experiencia del camino, asistiendo y amplificándola según la tarifa contratada a la agencia subcontratada por el monopolio.

Byung-Chul Han: la autoexplotación, el exhibicionismo, la perversión de los rituales de una sociedad cansada y dataísta, la pornografización de lo erótico agonizante, la trasparencia opaca de la hiperculturalidad psicopolítica que asfixia lo bello y homogeneíza la diversidad. Pseudoterapias orientalizantes capitalistas: buenismo espiritualista desarraigado. Todo lo vehicula el yo diluido en un nosotros algoritmizado como utopía cósmica conquistada.

En el escaparate de une eje peatonal-comercial (ese corazón de las ciudades donde se han trasplantado los decimonónicos pasajes parisinos de Baulelaire, walterbenjaminizados) se exhiben robots de cocina, “smarts TV”, succionadores de clítoris y batidoras americanas. Ese cambalache tiene una pedagogía confusa, independiente de la moral que sea. Lo íntimo y lo público, lo sexual y lo social, lo placentero y lo nutricio se arrumban como desperdicio en un vertedero. Todo es accesible desde todas partes y a cualquier hora y nunca nos hemos sentido más solos y desvalidos. Como adolescentes en un cuadro de Edward Hopper en un cubículo de esos de máquinas expendedoras al servicio del cliente las veinticuatro horas. Como un botellón inducido de anestesias en el quirófano de un cirujano estético virtual.

Una sociedad de pleonasmos: “pensamiento crítico”, “personas humanas”… Una sociedad del engatusamiento: la excepción como modelo, la normalidad como alienación, la diversión como motivación… El búnker del yo como cliente, la solidaridad como horizonte egoísta, la religión, la estética y la filosofía como coartadas para el negocio, como flecos estéticos sin fin en sí, como complementos del “outfit” espiritual de cada individuo que cree ser una persona.

El hastío romántico sin ruinas inducido nos acorrala y, como en una manga pastelera, nos presiona para salir a decorar mundos como personajes de una tragicomedia en “streaming”. El presente continuo con vocación de futuro en directo pervierte la calma de cualquier meditación. Vivir “on line” nos hace pensar en “random”, en la improvisación de alas sin raíz, en un “zapingueo” autocomplaciente planificado por un sistema que alimentados en una dictadura vendida como la democracia más democrática de toda la historia de las democracias.

El desinterés egoísta es la norma. El altruismo egoísta, la excepción. En ese magma, cada uno de nosotros es una mónada leibniziana en el tejido del universo. Necesitamos tomar el telar como se tomó la Bastilla.

Entretenimiento en conflicto con alegría: aburrimiento (ese “ab”-“horrere”: alejarse de lo que horroriza) inoculado por la necesidad de hiperactividad como causa para los lenitivos diseñados. La felicidad como aspiración para conjurar el caos del otro lado del espejo de Matrix.

Las preguntas de los “coachs” (esos profesores privados productos de las necesidades provocadas por el sistema que nos hemos dado), no lo obviemos, son trampas para clientes desorientados diseñadas por quien es juez y parte de la representación. Después nos estigmantizan por que nos victimizamos: nos hacen creer que cada uno de nosotros es responsable de la reacción ante la reacción. Es la autoexplotación como tormenta perfecta. El industrialismo de patrones encastados en las células. Capitalismo industrial “liberador” del siglo XXI. Educamos a alumnos de hoy con  métodos del siglo XIX, dicen los neuropedagogos: educar a ciudadanos del mañana desde el lucro de hoy (vendido como incertidumbre abierta a la especulación) es la oportunidad de negocio que fundamenta, desde la “evidencia” científica, nuestro presente. Algorítmico y espiritual, tecnológico y meditativo, a demanda del mercado, columna vertebral del progreso.

El ego lastra la “predestinación”. La costra sobre la naturaleza somos nosotros: los “TEDtalkers”, ironía en la contradicción de ser ahora en todas partes, son plaquetas de una hemorragia que no nos dejan ver ellos mismos con su medicina. Son efecto de la causa y tirita para la gangrena.

La dopamina de la expectativa alimenta unos presentes ansiosos de después, dopados de una impaciencia sin víspera del gozo como gozo, con ansia de un presente futuro mejor que el presente presente. Nuestro ojos compran serotonina y oxitocina en 3D desde el 5G. La ingenuidad panteísta de energías y conexiones cósmicas, su espiritualidad filantrópica desde el todo del que somos parte y microuniverso converge con la maniobra especulativa del lucro corporativo de quienes crean espejismos de libertad. Siendo caminos divergentes convergen en el mercado del templo del mundo que ya Jesús pateara como un punky pionero.

Somos contingencia necesaria. Necesitamos andar la senda del conocer para vaciarnos de ego y aprender a intuir como afluente de la sabiduría. El trabajo interior y el bombardeo exterior de “banners” y ondas de información subliminal algoritmizada no deberían aliarse para perdernos en el encontrarnos de quienes nos compran por treinta monedas de plata con apariencia de gratuidad. El presente no es actualidad: la meditación no es “mindfulness”. La consciencia no es una aplicación que, prótesis naturalizada y exógena, nos ilumine en la esencia de ser.

La glándula pineal cartesiana es ahora un componente electrónico de los artefactos que nos prolongan en cuerpo y alma.

La oda ha fagocitado la elegía. Pero, elegiacos, cantamos la bondad de la vida para no desentonar con una esperanza de progreso que necesitamos para seguir siendo en un sueño despierto que se parece mucho al cuento de las galas del emperador.

Este haiku, irónico, contiene continentes y contenidos de una espiritualidad de saldo. Puede funcionar individualmente, pero es termita social: subcontrata para detener una inundación con cañas y barro.

 

 

Yo universo:

castrado de los ojos,

todo lo beso