martes, 29 de agosto de 2017



 






Último día en Águilas de este verano. A contraagonía, agostado, quiero ser paisaje para recordarme al mirar cómo se recorta la costa contra los azules. Trisco hasta la punta de la estribación rocosa de la Cabeza del caballo, pasado el faro verde de entrada a la ensenada. Los vestigios de las cuevas me hablan de cómo había un privilegio anacrónico en la pobreza de otros tiempos. Vadeo por la pasarela pétrea la conexión marina entre Calafría y la bahía de Levante. Llego al pequeño puerto del farolero y busco la senda que me lleve hasta el punto más cercano a la embocadura de la entrada al puerto. Después me siento a contemplar.

Desde tierra, aunque sea precaria, casi una isla, el mar es recuerdo. Sus olas vienen y van y son siempre la misma y distinta en cada fluir. Me susurran una idea con su ejemplo. No es posible desaprender si antes no se ha aprendido. Y otra: esperar cultiva la esperanza, prepara el momento en un ritual fértil de paciencias y sosiegos.

Escribo esto en Ábradas, esa fusión mía (mítica, fruto de vivir líricamente entre dos espacios reales) que tanto me da y que es ya lugar ubicuo. 

El haiku nació en la contemplación de un final que siempre es principio, como el mar. Como la poesía.




                                                         En Calafría
                                               las raíces del águila
                                               se ramifican.








martes, 15 de agosto de 2017

Haikus XXXIX



 
Fronteras de virginidad relativa. Fuego, agua, aire y tierra juegan a ser dios.


Resultado del cruce de demiurgos: los elementos hacen y se dejan hacer para ser paisaje humano desvirgado.




Tiempo cósmico: Tiempo geológico: Tiempo humano. Si puede ser contenido en palabras, siempre es tiempo humano. Vemos lo que vieron, ligeramente modificado aunque reconocible. El tiempo siempre retrata el mismo paisaje y los ingenieros superponen sus complementos. Así ha sido hasta ahora en los lugares que me han hecho suyo. No hay usura en viento y agua: laten dando vida al amor de los ojos.

Las capas de alrededor de los centros visten con sus tres tiempos el querer ser.





Tiempo geológico:
Dinámica y viva,
la playa quieta.










viernes, 11 de agosto de 2017

Haikus XXXVIII









Madrugas para llegar a la playa antes de que se convierta en un hormiguero. El levante no acobardará a los bañistas porque los días de vacaciones son sagrados en el calendario turista.

El freo del Fraile se remueve con las corrientes y las olas decoran con sus guirnaldas blancas las piedras negras. Piso las dunas fósiles que pisaron pies romanos. Me desplazo sobre una cantera para llegar a mí: así, sentado frente al viento y el mar, me siento patriarca del paisaje.

La playa es siempre distinta y siempre la misma. La arena vive en un vaivén de mareas en el que habita la duración. Un lugar: infinitos matices de paisaje. Un millón de veces vivido no basta para vivirlo. El mejor aeropuerto es el que nos lleva a nuestro lugar.

Sucedió hoy. Es para siempre. Estos dos haikus son su testimonio indeleble. El viento lo grabó y las olas lo hacen eco.





Roca en la mar.
                                      Raíz. Tiempo de viento.
                                      Ama la espuma.



                                               Lascas de agua
                                      esculpen el paisaje.
                                      Playas del aire.