miércoles, 29 de julio de 2015

Destellos LXVI

Atención a la diversidad de los tiempos: todos están en el mismo, pero con eslabones de diferentes pereceres. La vocación de duración es siempre presente. 





         Desde la seguridad incierta de la poesía, desde este rincón con vocación neokafkiana asertiva y lírica, exhalo destellos. No es una trinchera: es el mundo que me circunda que intento hacer mío sabiendo que siempre queda fuera. Pero, como con el agua del mar o con el aire del cielo más próximo, me lleno la boca de mundo, los vivo y los devuelvo algo míos al universo (infinitamente diluidos)

Veo candiles en cada led que marca mi camino: todo es reminiscencia. Hasta la más efímera de las novedades. Atraso mi reloj para sorprenderme en el futuro. Y lo adelanto para prepararme desde la seguridad de lo pasado.







Voy a alimentarme del infinito y la eternidad que caben en un cero.




Mirar para alimentar de belleza las raíces de las estatuas.



Decir ya es hacer.




¿Ergonomía y domótica de la felicidad para salir de la zona de confort?




Sócrates ha sido fagocitado por un robot corporativo y sistémico. La nueva pedagogía vende felicidad de Ikea.




Aceleración del sosiego, goce compulsivo de la calma: meditación trascendente  de agenda.



Divergencias que convergen en sí mismas (como la concavidad acoge a su convexidad)



Es necesario descentrarse para hablar del centro.




El médico le recetó felicidad en dosis homeopáticas.



Velocidades


Tener el alma de puente, de mirada lenta, para que el agua empatice con tu ver.


Mirar de agua para ver el tiempo en su duración



         La duración es una cualidad que podemos proyectar sobre el tiempo porque no le pertenece, es nuestra. La dualidad del ser mientras se deja de ser tiene en el mecanismo mental de la duración la semilla del arraigo. Los ojos pueden ser así órbitas espaciales que retienen la mirada desde la visión de altura: la duración da perspectivas que la velocidad de mirar nos quita.

         No llega a ser un poema: se ha quedado en destellos vertebrados con epifonema. Cada estrofa dura el tiempo que la frontera de silencio de los interlineados imponga al lector. Es cosa de la poesía, no de mis versos.



Pasa el espacio
bajo el espacio inmóvil del coche. 


           Fluyen las corrientes
y cambian un mar que es siempre el mismo.


           Se precipita todo el tiempo
en un  mismo reloj parado.


            Bajo la canción repetida del CD
siguen suicidándose las noticias de la radio.


           Bajo la canción repetida del puerto USB
(solo hay una, un millón de veces, en sus 8 gigas)
la música naufraga en su novedad.


           Se superponen imágenes,
abismalmente ciegas,
bajo mi imagen en el espejo del ascensor.


           El libro eclipsa la dispersión de la prensa
en el cimbrear de las partículas de gas
que acunan motas de polvo.


           Einstein en el pensamiento de un átomo.


           El deseo a un cuerpo se apaga,
           el amor permanece.


Los muros de “facebook” son ríos
que van a dar a un océano, que es la nada del exceso.

Pasa la prisa:
bajo tu sosiego de puente romano,
pasa sin pausa la prisa de la prosa:
Te enquistas en poema.



Puedes cerrar los ojos,
acurrucarte en un rincón, 


aislarte: 


el mundo sigue girando
al pairo en el universo
y el universo  e  x  p  a  n  d  i  é  n  d  o  s  e
dentro de tu cabeza
cuando te pienso, infinita,
desde  mi centro.



Gilbert Garcin: "Courir après le temps" (1995)

domingo, 26 de julio de 2015

Avalón, reino sentido por la razón


Sentir desde el cerebro con corazón: pensar.








         La etimología tiene estas sorpresas. Un día, después de haber escuchado y dicho una palabra innumerables veces, esta se para en el aire y empieza a insinuarse. Le haces caso, la miras, te dejas seducir. Y ella te susurra la revelación: “Aurícula” le pone oídos al corazón; “ventrículo” le da estómago. 

Yo he compensado su regalo con este sonetillo arromanzado. Para que el corazón habite en el pensamiento y, desde esa atalaya central del ser hombre, ambos coordinen los actos humanos sin olvidar la leyenda y eco de la tradición fertilizadora de presentes.

Dionisos y Apolo perfectamente complementados.



Avalón es una isla
con función de corazón:
sístole de la emoción,
diástole de la poesía.

         Soledad enriquecida
en vaivén de pensamiento
canta, insemina el viento
y se expande en sus orillas.

         Corazón en el cerebro,
lo que el alma necesita:
que la leyenda del verso

         que la vida mitifica,
trence sangre y sentimiento
desde los ojos que miran.
 



"El último sueño de Arturo en Avalón" de Edward Burne-Jones (1881-1898)












Vaivén vivificador: diástole del recibir, sístole del dar para ser. Como un mar íntimo, siempre el mismo y siempre nuevo.

sábado, 25 de julio de 2015

Destellos LXV



 
En la mirada de Friedrich Wilhelm Nietzsche , enajenada oficialmente desde el 3 de enero de 1889, hay indicios de la hiperestesia de Juan Ramón Jiménez


Pensaba en Hölderlin, en Nietzsche, en Pizarnik, en Artaud, Nerval, en Sylvia Plath,  en Leopoldo María Panero. Pensaba en la enajenación para poder ser, en ese salto abisal, en esa frontera (como la de la vida y la muerte) imperceptible en su obviedad, trascendente en su cambio. Pensaba en Cortázar y su hurgar en la costra de la costumbre para acceder a la verdadera realidad. Vivir desde esa profundidad, ajenos al fluir burocrático del tiempo reglado, fuera de la consciencia de su ausencia, lúcidos en su opacidad, debe ser habitar los destellos sin compartirlos, de forma absoluta, cabalgarlos a pelo.

         Los aforismos líricos son, pues, manifestaciones de una locura discontinua rescatada desde este yo que ahora escribe, epifanías vividas en la enajenación del éxtasis del pensamiento y la contemplación del otro yo que este consigue recordar. Como Ofelia amada por Hamlet desde el Hamlet pensado por Shakespeare.




Intrascendencia trascendente: mirar el mar


La nada se vuelve sobre sí misma para inyectar nada sobre la nada. Círculo invisible que se autoalimenta y fecunda el universo de las cosas. En ese mar, el amor lo es todo: en qué poco cabe lo infinito.


Todo va tan rápido que se suicida.



Solo gusta lo que todavía no ha pasado: falso “carpe diem


Acumular, compulsiva y avariciosamente, imágenes en el teléfono móvil, inabarcables  a la vista y al tiempo de poder mirarlas. Atesorar lo que son ya recuerdos de un muerto.


Coágulo de sol, taladra el epicentro del mediodía la cigarra.


“Brilla por su ausencia”: fulgor negro que encandila sombras (y que percibe alguien presente)


Solo sabemos mirarnos en la última capa de los espejos.


Deígeno, deífugo, deípeto (deífobo, incluso, en ramalazos de ira): pero profundamente cristófilo y cristocéntrico. Quizás el alma sea dios y desde ella o hacia ella se expanda o se comprima: es el cuerpo, sin duda, el gran laboratorio de esa alquimia. Por eso me he tatuado por dentro una cruz.


 




"Ofelia" (fragmento) de John Everett Millais (1851-1852)