sábado, 13 de septiembre de 2014

Arquitrabes V: patrimonios



Embarcadero de El Hornillo y Hacienda El Hornillo desde la playa de Los Cocedores (2014)

  

      
         Cualquier construcción de fábrica es un atentado contra el paisaje. El paisaje mismo ya es una forma de atentar contra la naturaleza, un prisma manipulado desde el que vivir lo que se ve, una aprehensión egoísta de lo que siempre quedará afuera.

         Pero hay patrimonios y patrimonios. Y solo el tiempo, por encima de las intenciones, valora la dimensión del atentado. El patrimonio cultural es aquel que sobrepasa su dimensión económica y la modificación operada y se impone para disfrute del futuro, que minimiza las transformaciones y maximiza lo heredado. El patrimonio especulador es el miope, el que se agota en su presente y exhibe ya para siempre su error, el negocio que no se consolida como bien ni se mimetiza con el paisaje, el que siempre es un pegote.

         Hay negocios sin más valor que su precio y negocios que pasan a ser la esencia  misma de un lugar. La adecuación histórica no siempre depende de los hombres, suele ser más una sedimentación del tiempo que acaba conformando el sentir de quienes miran. El lucro perseguido suele ser también un indicio de su pervivencia o su aborto cultural.

         Pocas veces un desmonte tiene más contenido semántico: “des-monte”.
Estas imágenes son la voz del paisaje de una denuncia: patrimonio cultural olvidado; patrimonio especulador potenciado.

 
Embarcadero de El Hornillo (1887-1903). Urbanización El Hornillo (1965-2014-?) Desmonte de Isla de El Fraile Resort.




    
Antes de 1966, solo la casa del Coronel y una explotación agropecuaria urbanizaban la costa de la bahía de El Hornillo. Cuando Fortún edificicó "Las Cuatro Plumas", en 1966, abrió la veda urbanizadora. Los madrileños para los que se construyó (que tuvieron un papel relevante en el intento de promoción turística con coartada cultural) llegaron a la playa virgen desde esa "Torre Eiffel horizontal" que es el embarcadero de El Hornillo (diseñada por el ingeniero Gustavo Gillman)    


Mientras la urbanización crece (no sin los estragos del mal diseño y la crisis), la estructura del Embarcadero se oxida olvidado de lo hombres, amado por la herrumbre.


El progreso (ese caminar hacia adelante que se le supone etimológicamente) es es una de las máscaras de la fachada de la especulación: solo tiene valor cultural aquella obra a la que el tiempo y los hombres le dan la razón, por encima del éxito. Las modas y las fortunas pasan; el paisaje es lo que se hereda.


        


sábado, 6 de septiembre de 2014

Arquitrabes IV: los extremos del amor









El roce hace el cariño



                                y las excoriaciones.