sábado, 24 de septiembre de 2016

Destellos LXXVII








La poesía es prosa medida. Y estos Destellos migajas de verdad desnuda vestida con palabras.

Las autopistas venden la libertad. La vía, en sus raíles y traviesas, se alquila para ser destino. En un universo claustrofóbico queremos vivir fuera del mundo: allí tampoco seremos, aunque llegásemos a estar.

Nos queda, en la pausa sin publicidad que robamos a nuestros patrocinadores, el pulmón del yo más generoso. Las raíces surrealistas sin plusvalía cuantificable que regeneran una mirada sin usura.

Los relojes de bolsillo, las sabonetas que viven de su cuerda, marcan el tiempo de la vida. En la intemperie, los cronómetros asesinos acechan en cada esquina de la décima de segundo.
        




“Carpe diem”: tarjeta de débito a crédito de los clientes del futuro.




La vida es un espectáculo. Si no hay gala parece que no se ha vivido. El “show” justifica la vivencia. El parque temático del mundo siempre tiene su patrocinador. Si no nos exhibimos, no existimos.



A veces, el valor añadido lo contiene el valor mismo. Las cosas reivindican su poliedria.




Tratar a la personas como clientes. Ese es el fracaso del éxito.




Frente al ruido, conexión con el silencio para abonar la neurogénesis




Incontinencia desiderativa: caos animal con coartada racional. La vida es la víscera de Prometeo.





El presente vive su carnaval. Se disfraza con las máscaras de Jano.




Abrázame con tus labios.




La noche de tu sombra me cobija de los excesos de tanta luz de anuncio feliz.





Modelos absorbidos por el asfalto, con los pies sumergidos en aire invisibilizador.

domingo, 18 de septiembre de 2016

Haikus XXXIV




 
Frontera de transiciones: la orilla del mar, en sus crepúsculos, entre dos aguas.


Andarivel del presente: pasado a un lado, futuro al otro, burlando la corriente sobre el puente de la duración. 

Y cada año es noticia: el calor (tan cacareado, hasta agotar las existencias de ventiladores y aires acondicionados) nos abandona. Y el frío y sus modas nos reciben. Las calles son un desfile de carnaval: los ansiosos por cambiar exhiben su invierno (y se saltan el otoño, transición de transiciones) y los nostálgicos de verano se resisten al cambio y, conservadores, se perpetúan en sus chanclas.

Ese espacio temporal nos pone a prueba porque es la clave de bóveda del pensamiento. Nos mueve la insatisfacción: ese poder inmóvil que todo lo cambia. Querer estar donde no estamos para estar mejor. Sentir el calor o el frío que no tenemos. Es el verdadero motor inmóvil.

Estos tres haikus graban en el aire del agua corriente de estos limbos la noticia que una mañana de transición lanzó la radio al efímero espacio de la nada. Acababa el verano pariendo su otoño. Yo pasaba por allí.



                                               Las transiciones.
                                      Del viejo calor nace
                                      el frío nuevo.


                                               En las fronteras
                                      vive en muerte la vida:
                                      se regenera.


                                               Insatisfechos
                                      cruzamos la raya:
                                      fértil barbecho.




 
Otras fronteras. Las de las niñeces: andariveles hacia los que ahora somos.

viernes, 9 de septiembre de 2016

Haikus XXXIII



 
La maraña del agua nos redime del secano que nos  viste de cadenas con sus invisibles concertinas



Aquí y ahora, precisamente. Pero en el paisaje del desconcierto, en el espacio abierto de la claustrofobia del sistema. A contraintuición, con el instrumento afinado y brillante pero sin dirección para reconocer la columna vertebral de la maraña. Es lo que tiene estar fuera de juego en la defensa de tu propio campo. El negocio en que hemos convertido la vida explota la diferencia de potencial que va de la realidad al deseo, de la raíz a las alas, de lo que se tiene a lo que se quiere. 

Vivir una vida ajena, pero que tienes que hacer tuya podría ser apasionante. En la dimensión “selfítica” supondría el esfuerzo de tener que conquistar el propio yo reiteradamente: un prometeico romance, desterrados de la zona de confort, con el nuevo yo que se es siempre. En ese caos de identidad, fértil en egolatría, estéril en experiencia, el sistema se hace dueño del mundo. El yoísmo pedagógico de la motivación para crecer está encadenado a este proceso. La pasión, pues, es la crucifixión de la persona, tratada con adulación y mil parabienes, para convertirla en individuo. El mundo feliz de Huxley. La isla de Michael Bay.

Siempre ha sido la vida una nebulosa amorfa e inabarcable. En el intentar comprenderla se nos ha ido yendo la vida misma. Cuadricularla para entenderla quizás no es apto para todos los públicos. Quizás el árbol de la ciencia haya ensombrecido hasta asfixiarlo al árbol de la vida, fingiendo ser árbol de la vida, disfrazándose de ciencia.

Claro: que la sombra arraiga y vive donde se proyecta.



                                  Magma es la vida.
                                      La horma de la idea
                                      la costumiza.


sábado, 3 de septiembre de 2016

Haikus XXXII



 
Fotografía de Ana Gálvez Navarro.







Narración lírica en verso sin desenlace. Un intento de sinfonía en cuatro movimientos, con sus variaciones y ritmos. 

Un haiku, descriptivo de la geometría marina, desde la playa, los pies sobre la arena mojada y el cuerpo bañado en sol y levante, es el tiempo de la mirada del planteamiento. El nudo, en octosílabos blancos, aliterativos y levemente caligramáticos, nos aleja del horizonte contenedor y nos acerca a la energía del contenido en su otro borde, el accesible. Sigue el nudo, subacuático ya: los hexágonos temblorosos de la superficie dibujan su trazo en el suelo, como rebaños irregulares de lenguados en formación atropellada y bella; las olas se corresponden con las dunas de arena que provocan con su peine de agua.  Dos estrofas hexasilábicas (cuartetas de romance, asonantadas, con un estrambotillo en que también se refleja el agua de la superficie en la arena del fondo) dan cuenta de ese primer momento de inmersión.

El cuarto momento, todavía en un nudo que no quiere final, es el que, fértil, engendra los tres movimientos anteriores: dos haikus octosilábicos que, en la maravilla de la belleza que intentan contener, piden un camino que los prologue. Decenas de holoturias (pepinos de mar, pijolobos) que, enhiestos entre algares benjamines, escupen sus gónadas para multiplicarse. Estos equinodermos, de aspecto vermiforme se reivindican, estambres, como androceo en el gran gineceo que es la mar.

Quizás el desenlace esté en el barbecho de secano, en el puente sin mar preñado de nostalgia y verano.




                                               Recto horizonte.
                                      Riza el agua su orilla.
                                      La mar: su orden.


                                                        *


                                               Vaivén de ola creativo,
                                                                                                        e
                                                                                              v                         
e
asciende-desciende        l


                                                                                           g
  r
    a
       v
          e :
                                               fertilidad ciclotímica.

                                                       
                                                        *


                                               Ondulan las olas,
                                      olean las dunas:
                                      tatuaje de ondas,
                                      colores de espuma,
                                      reflejan las aguas.

                                              El  mundo que fluye
                                      binario en su tiempo,
                                      lenguados que huyen
                                      trémulos y lentos
                                      manchando la arena.

                                     
                                                        *

        
                     Pornografía marina.
           Un jardín de holoturias
           insemina la deriva.

                     Sexo abierto en la marea.
           Como una orgía de penes
           que eyaculando se yerguen.